Juan Pablo II, una personalidad controvertida en las esferas oficiales polacas
?Lo m¨¢s importante en nuestro di¨¢logo con el Estado polaco no es el que nos concedan el permiso para construir una o dos iglesias m¨¢s, sino conseguir el acceso a los medios de comunicaci¨®n y la posibilidad de ense?ar en las escuelas.?Apacible, modesto, con una gran agudeza verbal, sentido del humor y sonrisa constante, el entonces cardenal arzobispo de Cracovia, me habl¨® en Varsovia, hace ahora aproximadamente un a?o, de la situaci¨®n de la Iglesia polaca.
Antes de conocerle hab¨ªa o¨ªdo hablar mucho de ¨¦l. Persona altamente controvertida entonces, era considerado seguro sucesor del enfermo y anciano cardenal Wyszynski. Miembros del Gobierno y del partido me hab¨ªan hecho saber, en conversaciones privadas, que esperaban, sin embargo, que Pablo VI eligiera a otro obispo como primado. En este sentido hab¨ªa que interpretar el hecho de que el Gobierno hubiera solicitado al Vaticano en 1976 que prolongara el mandato del actual primado tanto como su salud se lo permitiera.
Es m¨¢s f¨¢cil, me dijeron, entenderse con el cardenal Wyszynski: ha vivido durante treinta a?os el conflicto b¨¢sico entre la Iglesia y el Estado, incluidos los a?os estalinistas y los per¨ªodos de reclusi¨®n. Est¨¢, por tanto, dotado de una especial capacidad para negociar con el r¨¦gimen. No as¨ª el cardenal Wojtyla, demasiado duro para poder jugar lo que llamaban un papel constructivo entre las enormemente delicadas relaciones entre la Iglesia y el partido, que son las dos instituciones b¨¢sicas en Polonia.
Nadie pone en cuesti¨®n que desde la llegada de Gierek al poder en 1970 las relaciones entre la Iglesia y el Estado han mejorado de manera notable. Existe all¨ª un verdadero, quiz¨¢ el ¨²nico, compromiso hist¨®rico, aunque ninguna de las dos partes haya abandonado sus principios ideol¨®gicos ni sus posiciones.
En este pa¨ªs mayoritariamente cat¨®lico, en el que los miembros del Partido Comunista hacen bautizar a sus hijos, en el que la asistencia a las misas del domingo es mayor que en ning¨²n pa¨ªs de Europa, en el que el 93% de los habitantes est¨¢n bautizados, el compromiso se hab¨ªa plasmado virtualmente en los ¨²ltimos a?os en un entendimiento filos¨®fico y pragm¨¢tico sobre la base de que para sobrevivir entre sus tensiones pol¨ªticas, econ¨®micas y sociales el partido y la Iglesia no pod¨ªan, de ninguna manera, actuar constantemente como enemigos declarados. En el actual modus vivendi. el partido, reconociendo el inevitable poder de la Iglesia cat¨®lica, ha hecho m¨¢s concesiones que ning¨²n otro Gobierno comunista. Aun a costa de los que no pueden dejar de ser reconocidos como ¨ªmprobos esfuerzos, el Estado autoriza de cuando en cuando construcciones de nuevas iglesias (cada ladrillo autorizado es el resultado de laborios¨ªsimas negociaciones) y ha concedido especiales privilegios a los obispos y, lo que es m¨¢s importante, parece que incluso ha renunciado a sus esfuerzos residuales para combatir la profunda religiosidad polaca.
Por su parte, la Iglesia hab¨ªa dado al Gobierno un apoyo muy importante en la crisis de junio de 1976, cuando los obreros se levantaron en demanda de alzas salariales: los trabajadores cat¨®licos fueron llamados a la paz y al orden y al mismo tiempo, el episcopado intervino en apoyo de la liberaci¨®n de los detenidos.
El cardenal Wojtyla era conocido entonces en su pa¨ªs como el gran luchador para obtener del r¨¦gimen muchas m¨¢s concesiones: libre acceso a los medios de comunicaci¨®n, con lo que esto lleva consigo de evitar censuras para la altamente politizada Iglesia polaca, y posibilidad de ense?ar en las escuelas eran los dos puntos m¨¢s controvertidos. Tambi¨¦n el actual Pont¨ªfice era muy criticado, en privado, por el Gobierno por ser el defensor de la teor¨ªa, que cada vez gana m¨¢s adeptos en ese pa¨ªs, de que la Iglesia tiene que hacer o¨ªr su voz all¨ª en cuestiones econ¨®micas y sociales. Esto se interpretaba, naturalmente, como un abierto reto al gobierno y explicaba en parte por qu¨¦ el cardenal daba tanta ?mportancia a la libertad de prensa para las publicaciones cat¨®licas.
Es muy posible que en todo esto no deje de tener una gran influencia la extracci¨®n social del nuevo Papa, que le hace estar m¨¢s cerca de los problemas reales de su pa¨ªs. El se encarga de repetir y se?alar la humildad de su familia y el hecho de que ha trabajado duramente durante una serie de a?os. Por otro lado, condicionantes tambi¨¦n muy dignos de tener en cuenta son que fue el obispo m¨¢s joven de toda la historia polaca y tambi¨¦n el cardenal m¨¢s joven. Esto le ha hecho estar m¨¢s pr¨®ximo de lo normal a las masas en la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica y, como ¨¦l me recordaba aquel d¨ªa en Varsovia, ha agudizado su sentido de los problemas diarios del mundo, cosa que no dejar¨¢ de tener gran influencia en su pontificado.
Al rememorar mi conversaci¨®n con ¨¦l de hace un a?o, Juan Pablo II se me aparece, como una gran figura pol¨ªtica, pero en ning¨²n caso como el hombre que vaya a infundir un feroz esp¨ªritu anticomunista a la pol¨ªtica vaticana. Tiene demasiada experiencia de la vida en un contexto comunista y demasiado conocimiento de las realidades cotidianas del poder para hacerlo. Sin embargo, a otro nivel, los dirigentes temporales de los pa¨ªses de Europa oriental har¨ªan bien en observar cuidadosamente el simbolismo que representa que el primer Papa no italiano de los ¨²ltimos 455 a?os proceda, precisamente, de una sociedad cat¨®lica batalladora que acept¨® el catolicismo hace ahora 1.012 a?os.
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