Voluntarismo, realidad y precios
Diputado del PSOE
T. W. Hutchinson, en un libro ya casi viejo, nos recordaba una frase de Popper que el Gobierno deber¨ªa tener presente a la hora de formular su pol¨ªtica econ¨®mica para 1979: ?El progreso depende de la claridad con que concibamos nuestros fines y del realismo con que los hayamos elegido.? Claridad y realismo en los objetivos.
En lo que se refiere a la claridad parec¨ªa, hasta hace poco, que no hab¨ªa problema. Durante el mes de septiembre un buen n¨²mero de ministros, subsecretarios, secretarios de Estado y dem¨¢s han venido anunciado reiteradamente el objetivo de crecimiento de los precios que el Gobierno se hab¨ªa fijado para 1979: el 10% en media anual.
El asunto se ha complicado, sin embargo, cuando el asesor econ¨®mico del presidente del Gobierno, con un equipo, nos ha propuesto en estas mismas p¨¢ginas un objetivo de crecimiento de precios al consumo para 1979 del 12% en media anual. ?El diez o el doce? ?Abril o Su¨¢rez? La cosa empieza a no estar clara. Pero s¨ª hay algo claro en todo esto: la falta de realismo de tales objetivos, cualquiera que sea el que se elija.
En primer lugar conviene destacar -aunque al lector avisado le sobre tal explicaci¨®n -que conseguir un crecimiento medio de los precios del 10% anual significa que los precios deber¨¢n estar creciendo a diciembre del a?o que viene a un ritmo del 5,5% anual. Todo ello suponiendo una desaceleraci¨®n progresiva y que este a?o se cierre con un 17,5% de crecimiento en diciembre. El objetivo del profesor Fuentes (el 12%) se traduce en un crecimiento del 9% en diciembre de 1979.
Pero hay algo m¨¢s. Para que esto se cumpla, la tasa de inflaci¨®n subyacente (tasas mensuales o trimestrales elevadas a tasa anual) debe situarse a finales de a?o en ritmos del 4,5 al 7% anual.
Estas cifras est¨¢n entre uno y cuatro puntos por debajo de la tasa actual de crecimiento de los precios del conjunto de los pa¨ªses de la OCDE. Y conseguir esto en el espacio de un a?o es simple y llanamente no cre¨ªble. No es realista. Y ello por varias razones.
En primer lugar, parece aconsejable echar un vistazo sobre lo que pasa por ah¨ª fuera. Y as¨ª podemos observar c¨®mo, exceptuando casos poco asimilables a la econom¨ªa espa?ola (Suiza o Jap¨®n, por poner algunos ejemplos), la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la OCDE llevan tres y cuatro a?os intentando, con dificultades, acercarse a una tasa de inflaci¨®n que es el doble de la que registraron en la d¨¦cada pasada. Ah¨ª tenemos a Francia, que lleva cuatro a?os intentando rebajar su inflaci¨®n por debajo del 9% (tasa hist¨®rica= 4%) sin conseguirlo. O Inglaterra, que despu¨¦s de tres a?os de un importante esfuerzo ha alcanzado tasas del 7,5-8 % (tasa hist¨®rica= 4,1%). O Italia, que pese a tener m¨¢s de un mill¨®n de parados no ha reducido su tasa por debajo del 12%.
Pero es que, adem¨¢s, si uno echa una ojeada al ¨²ltimo The Economist puede observar c¨®mo en estos pa¨ªses la tasa de inflaci¨®n subyacente (trimestral elevada a tasa anual) es de un 9% en Inglaterra, un 12% en Francia y un 13,5% en Italia.
2. Conviene, tambi¨¦n, examinar nuestro propio pasado. Conviene recordar, por ejemplo, que esa tasa del 6% medio en la d¨¦cada pasada, que hoy nos parece tan lejana, era casi el doble que la que registraba el conjunto de pa¨ªses de la OCDE. O que era un 50% superior a las registradas en Francia, Italia o Inglaterra. Ahora se nos propone que en el corto plazo de un a?o situemos nuestra tasa por debajo de la francesa. Ciertamente, han cambiado mucho las cosas en este pa¨ªs, pero hay que dar m¨¢s razones que la pura voluntad de conseguirlo para que admitamos, sin m¨¢s el objetivo del Gobierno.
3. Pero, aunque aceptemos que nuestro pa¨ªs va a comportarse de forma muy distinta a la de los dem¨¢s. pa¨ªses, aunque despreciemos el an¨¢lisis del pasado, quedan todav¨ªa muchas cosas por explicar.
Y as¨ª, por ejemplo, que los precios de las materias primas se van a comportar como este a?o. que, en un marco de reactivaci¨®n, las empresas no reajustar¨¢n su margen de beneficio (se olvida con frecuencia que la contribuci¨®n de los salarios en la formaci¨®n de los precios no llega a la mitad), sobre todo despu¨¦s de la prolongada ca¨ªda del excedente empresarial en los ¨²ltimos a?os. O ue se va a importar carne de Alemania indefinidamente. O ue se va, a retrasar un a?o m¨¢s un razonable reajuste de los precios energ¨¦ticos. Y un largo etc¨¦tera.
Ante todo esto el voluntarista nos dir¨¢: ?De acuerdo. Pero, ?vamos a intentarlo! ?No merece la pena??. Pues, no. No merece la pena. Es m¨¢s, esta actitud es de una irresponsabilidad grave. Veamos. Si con un gran esfuerzo interno y no poca suerte con el entorno internacional conseguimos que los precios crezcan en diciembra una tasa del 11-12% y se han pactado unos aumentos salariales del 12%, tal como propone el profesor Fuentes y su equipo, la demanda de consumo podr¨ªa caer del orden del 1-2% (ya que la media de crecimiento de los precios se situar¨ªa por encima del 14%). Y esto significa, ni m¨¢s ni menos, que la inversi¨®n deber¨ªa crecer un 20% si querernos que el conjunto del PIB crezca un 4%. Y algo m¨¢s: como el perfil de la inversi¨®n ha sido descendente a lo largo de este a?o, esto significa que la inversi¨®n deber¨ªa crecer, a lo largo de 1979, del orden del 30%. Y esto no es s¨®lo improbable. Es imposible. Si alguien piensa que con una demanda de consumo en descenso y una infrautilizaci¨®n de las plantas del orden del 20%, los empresarios van a hacer tal cosa, lo menos que se puede decir de quien tal piense es que no es un empresario.
Por eso cuando la UGT est¨¢ proponiendo un pacto salarial unos puntos por encima de lo que propone el Gobierno est¨¢ actuando m¨¢s responsable que el propio Gobierno. Y quiz¨¢ porque los trabajadores saben bien que, en las condiciones actuales, su vida depende de la vida de las empresas. Porque, adem¨¢s, no es s¨®lo el crecimiento lo que se pone en peligro adoptando un objetivo irresponsable de crecimiento de los precios. Es la propia pol¨ªtica antiinflacionista. Porque inmediatamente empezar¨ªan a entrar en juego las cl¨¢usulas de revisi¨®n salariales haciendo saltar el pacto en pedazos. Porque un pacto no se debe plantear como un pulso, un pacto se firma para cumplirlo. Lo que importa en la lucha antiinflacionista es no detenerse en la desaceleraci¨®n de los precios. Una desaceleraci¨®n ininterrumpida es m¨¢s valiosa que cuatro o cinco saltos en diversas direcciones.
El Gobierno deber¨ªa asimilar su experiencia (los socialistas siempre andamos a vueltas con esto de aprender de la historia) reciente de pol¨ªtica monetaria. En verano del a?o pasado los voluntaristas de turno propon¨ªan un crecimiento de las disponibilidades l¨ªquidas del orden del 12% para combatir dr¨¢sticamente la inflaci¨®n. En los primeros borradores del programa del equipo Fuentes ya se hablaba del 15%. Por fin, y con la oposici¨®n de los socialistas, se fij¨® en un 17%. Pero ni siquiera esto se cumpli¨®: cuando se estaban negociando los acuerdos, la famosa T estaba en un 13%. ?Qu¨¦ sucedi¨® despu¨¦s? Que se superaron los objetivos en sentido contrario. En julio de este a?o la T, estaba en el 29% y ahora el Gobierno reconoce que va a ser muy dif¨ªcil cerrar el a?o por debajo de un 19%.
El problema es que todo esto no ha sucedido sin traumas y lo saben bien los trabajadores... y las empresas. La fijaci¨®n de un objetivo realista de crecimiento de precios no es, pues, un asunto balad¨ª. Habr¨ªa que recordarle aqu¨ª al Gobierno los versos del poeta. ?Despacito y buena letra... el hacer las cosas bien importa m¨¢s que el hacerlas.?
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