Siete mil personas aclamaron a Eric Clapton en Madrid
El pasado domingo, en un pabell¨®n del Real Madrid abarrotado hasta los topes -unas 7.000 personas-, comenz¨® la gira europea de Eric Clapton. Clapton tiene ahora 33 a?os, ha pasado por muchas cosas y sin embargo su presencia en el escenario era algo casi demasiado sencillo, natural, de todos los d¨ªas. Quienes acud¨ªan a ver al divo se encontraron con un m¨²sico. Un m¨²sico cuya fuerza y presencia fue llenando poco a poco el recinto hasta convertirlo en una fiesta.Al principio y hasta el blues que era al mismo tiempo la tercera canci¨®n, Clapton no parec¨ªa saber c¨®mo hab¨ªan de reaccionar sus invitados de pago. Pero ya en la segunda, un I Shall Be Released, m¨¢s suave que el del propio Dylan, esos invitados demostraron que s¨ª, que le daban un casi ilimitado margen de confianza, que se pod¨ªa clarear, seguro de encontrar una respuesta... Y as¨ª, a partir de ese blues, su primera improvisaci¨®n larga, aquello se ca¨ªa.
Clapton y su grupo encontraron de forma f¨¢cil y casi inmediata la comunicaci¨®n que otros buscan a trav¨¦s de gracias y discursos. Cuando comenz¨® Room Full of Mirrors de su ya lejana ¨¦poca de Cream, la voz de Clapton comenz¨® a ser m¨¢s fuerte, a romperse, a sentir cada vez m¨¢s, a que la sinti¨¦ramos cada vez m¨¢s. Fue una hora y media que no se not¨® a pesar del hacinamiento, del humo, ingredientes no deseados, pero que ayudan a crear lo que se llama un ambientazo. La guitarra de Clapton castigaba los cuerpos y los esp¨ªritus, terrible ya, soltando nota tras nota sin tratar de demostrar nada, recuperando all¨ª, a la vista de todos, la guitarra de blues, la guitarra con sentimiento que r¨ªe y llora no en un alud sino en unas cuantas l¨¢grimas, en unas pocas sonrisas llenas de sentido.
Clapton disfrutaba como un cr¨ªo, todos disfrut¨¢bamos como enanos y lleg¨® el desmadre con Layla, la canci¨®n que se hab¨ªa pedido una y otra vez a lo largo del concierto. Una versi¨®n muy r¨¢pida, tremenda aunque no demasiado convincente. Despu¨¦s vuelta a Cream y la apoteosis de la juerga con Cocaine de J. J. Cale.
Clapton es ante todo un int¨¦rprete. Un int¨¦rprete incre¨ªble que coge canciones de Cale, de Dylan o de Marley y les da la vuelta sin que hagan falta m¨¢s razones que las que se muestran en una p¨²a que acaricia, golpea o pellizca unas cuerdas. Tambi¨¦n compone, cierto, pero igual podr¨ªa no hacerlo. Dar¨ªa lo mismo, lo suyo es plantarse all¨ª, enredarnos a todos en una madeja de la cual ni se desea salir. Fue bonito, fue un gran concierto.
Bailes camperos
Antes de Clapton hab¨ªa actuado la banda de Johny McGregor, que suele parar en las estaciones de Metro madrile?as. Sus bailes camperos americanos no eran lo m¨¢s aconsejable para la ocasi¨®n, pero estuvieron bien y supieron irse cuando la gente comenzaba a impacientarse.El contrapunto al concierto estuvo afuera, cuando algunos miles de personas sin entrada intentaron forzar las puertas. El regreso casi inmediato de la polic¨ªa tuvo un car¨¢cter dr¨¢stico, limpiando toda la zona hasta la plaza de Castilla con una violencia que testigos presenciales consideraban desmesurada. Una pena y una lamentable falta de comprension acerca de qu¨¦ va el rollo y qu¨¦ actitud tomar frente a los problemas. Una vez m¨¢s.
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