Sobre los nuevos pactos
En la antesala de las reuniones convocadas para el cierre de unos nuevos pactos de la Moncloa se enfrentaron posiciones muy distintas, propugnadas por el Gobierno y por el Partido Socialista Obrero Espa?ol, sin que ¨¦stas tengan otro valor que el de representar las ideas personales de algunos expertos de dicho partido. Creo importante, por ello, analizar los aspectos t¨¦cnicos -y no pol¨ªticos- de ambas propuestas, para intentar dilucidar cu¨¢l de ambas posiciones recibir¨ªa el aval de la doctrina econ¨®mica, en circunstancias del orden de las que vive Espa?a en estos momentos.La tesis socialista se funda en que el Gobierno exagera en sus ¨ªntentos de disminuir la inflaci¨®n, ya que sus propuestas suponen una desaceleraci¨®n del aumento de los precios; ese aumento s¨®lo llegar¨ªa, en 1979, al 9 % (entre diciembre y diciembre). Por el contrario, los expertos del PSOE consideran que esa cifra debiera ser del 12 %.
Los expertos socialistas fundan su proposici¨®n en argumentos hist¨®ricos. Suponen que las experiencias internacionales en materia de lucha contra la inflaci¨®n han exigido en el proceso de freno de los precios el doble de tiempo del que los precios emplearon para alcanzar altas cotas de crecimiento, proposici¨®n que, a m¨¢s de ser hist¨®ricamente incierta -como luego se ver¨¢-, nada probar¨ªa, ya que podr¨ªa ser el resultado de una deficiente lucha contra la inflaci¨®n.
El an¨¢lisis hist¨®rico
Son bien conocidas las grandes inflaciones mundiales de todos los tiempos. La m¨¢s extraordinaria, por sus efectos, su duraci¨®n y las consecuencias que origin¨®, fue la causada por las inmensas cantidades de oro y plata que los espa?oles hicieron venir de las Indias occidentales y, especialmente, de Potos¨ª. Pues bien, esa inflaci¨®n dur¨® dos siglos y nadie negar¨¢ que no mucho despu¨¦s se hab¨ªa recuperado ya una cierta estabilidad monetaria por el pa¨ªs m¨¢s afectado: Espa?a, lo mismo que por el resto de Europa.
Si se examinan las inflaciones m¨¢s acusadas de nuestro tiempo, entendiendo por tales las ocurridas desde el final de la primera guerra mundial, se advertir¨¢ que aquella proposici¨®n de los expertos del PSOE, seg¨²n la cual el reajuste hasta un nuevo equilibrio requiere el doble de tiempo, no resiste el an¨¢lisis m¨¢s elemental. En efecto, tanto la gran inflaci¨®n alemana de 1923, como su reiteraci¨®n en la segunda posguerra (hasta que acab¨® con ella el denominado ?milagro alem¨¢n?), como las inflaciones sovi¨¦t¨ªcas subsiguientes a la revoluci¨®n, la inflaci¨®n h¨²ngara de 1923-24 y su repetici¨®n de 1945-46; la inflaci¨®n griega de la segunda posguerra, etc¨¦tera, se caracterizaron todas por ser mucho m¨¢s reducidd el ?per¨ªodo de estabilizaci¨®n ? que el de inflaci¨®n. En algunos casos aqu¨¦lla ocurri¨® de modo fulminante.
Puesto que algunas personas desconflan de los acontecimientos del extranjero, que no conocen en todos sus alcances, es de advertir que la estabilizaci¨®n espa?ola de julio de 1959 se realiz¨® en algunas semanas, siendo as¨ª que la inflaci¨®n era ya un fen¨®meno tradicional en Espa?a y se hab¨ªa acelerado notablemente con motivo del aumento de las remuneraciones de los trabajadores, por decreto, en abril y diciembre de 1956, aumento cuyo alcance se estim¨® en el 45 % de los salarios anteriores.
El argumento hist¨®rico est¨¢ mal esgrimido y no corresponde con la realidad, lo que suprime mucha validez al supuesto de que es necesario reducir el ritmo de desaceleraci¨®n de la inflaci¨®n.
El argumento te¨®rico
El argumento te¨®rico sobre la necesidad de reducir el ritmo de la inflaci¨®n no es m¨¢s afortunado que el hist¨®rico. Los expertos del P¨¢rtido Socialista Obrero Espa?ol parecen suponer que todas las inflaciones tienen igual origen y que los instrumentos para darles t¨¦rmino son siempre similares. Ello es absolutamente incierto. Se debe distinguir, inicialmente, de modo tajante, entre una inflaci¨®n de demanda y su subg¨¦nero, la inflaci¨®n de inversiones, de la inflaci¨®n de costes. En aqu¨¦lla se incrementa el gasto nacional, bien para aumentar la inversi¨®n o el consumo, mientras que en ¨¦sta crecen los costes de producci¨®n, impulsando la expansi¨®n de los precios del producto; en aqu¨¦lla es luego necesario un cierto ritmo de contracci¨®n del alza de la demanda global nominal, es decir, de la renta nacional medida a los precios corrientes, mientras que en ¨¦sta se pueden reducir simult¨¢neamente los costes y los precios, mediante el pacto social.
Por supuesto, si losexpertos del PSOE suponen que las reivindicaciones salariales alcanzar¨¢n un cierto porcentaje mucho mayor de lo que espera el Gobierno, sus conclusiones ser¨¢n reales, pero ?qu¨¦ ventaja tendr¨¢n los trabajadores de que los salarios suban en una mayor proporci¨®n, que ser¨ªa siempre igual al mayor ritmo de aumento de los precios? Esa misteriosa aritm¨¦tica s¨®lo puede provenir de que los expertos del PSOE den por sentadas unas ciertas reivindicaciones salariales; o de que consideren que, al lado del aumento de salarios, existen otras poderosas causas de la inflaci¨®n.
La inflaci¨®n comenz¨® en Espa?a con los planes de desarrollo del se?or Rod¨® y sus excesivas inversiones p¨²blicas, que otorgaron a aqu¨¦l la condici¨®n de ?aprendiz de brujo?. En la actualidad todo el mundo se queja de la insuficiencia de las inversiones, cosa en la que est¨¢n tambi¨¦n plenamente de acuerdo los expertos del PSOE. El d¨¦ficit del sector p¨²blico es, sin duda, un factor expansivo, pero parece incapaz de explicar los enormes incrementos de la renta nacional que ocurren todos los a?os, si se mide aqu¨¦lla en valores nominales.Tanto la ca¨ªda de las inversiones como el enorme d¨¦ficit del balance de pagos han debido compensar con creces en a?os pret¨¦ritos la expansi¨®n del sector p¨²blico.
?Qu¨¦ ritmo debe alcanzarla inflaci¨®n?
No existe ahora otro poderoso motivo de inflaci¨®n en Espa?a que el aumento de los costes, aumento que puede ser negociado por las partes interesadas de modo tal que se reduzca simult¨¢neamente el crecimiento de los costes y el de los precios. Carece, por ello, de ninguna justificaci¨®n el supuesto de que debe desacelerarse con mayor suavidad1a inflaci¨®n. ?Se puede desacelerar todo lo que resuelvan los empresarios y trabajadores, sin ocasionar mayores complicaciones!
Por los motivos referidos encuentro que el programa del Gobierno, de reducci¨®n de la inflaci¨®n, es demasiado modesto, salvo que aqu¨¦l dispongade informaciones muy concretas de que las fuerzas sindicales no aceptar¨¢n un l¨ªmite al incremento de salarios inferior al diez o al 12 %. ?Por qu¨¦ ese aumento de los precios del 9% que otorgar¨¢ un par de puntos de crecimiento a los salarios reales? ?No tendr¨ªa ventajas un esquema que, otorgando los mismos puntos de ventaja a los salarios reales disminuyera el crecimiento de las remuneraciones nominales?
Un modelo m¨¢s ambicioso de reducci¨®n de la inflaci¨®n resultar¨ªa, por otra parte, muy conveniente. En efecto, prolongar¨ªa la relaci¨®n actual entre los precios espa?oles y extranjeros, permitiendo un balance de pagos en equilibrio; estimular¨ªa las expectativas de los empresarios, ya que no se ver¨ªan expuestos a tantos problemas por la amortizaci¨®n de las nuevas instalaciones. Inclinar¨ªa a los inversores en direcci¨®n del mercado de acciones y rebajar¨ªa los tipos de inter¨¦s.
Cu¨¢nto dinero ser¨ªa necesario para la econom¨ªa espa?ola?
El esquema o modelo que proponen los expertos socialistas difiere tambi¨¦n del del Ministerio de Econom¨ªa, a causa de que propone un menor crecimiento de las disponibilidades l¨ªquidas; en efecto, supone que un aumento de ¨¦stas en 1979 del 19 % al 20 % (en lugar del 17,5 %, que favorecer¨ªa el Banco de Espa?a) seria suficiente. Creo que ambos porcentajes son muy elevados y que resulta funesta la man¨ªa de incrementar en porcentajes tan altos el dinero y cuasi-dinero en circulaci¨®n, consiguiendo aumentos similares para los cr¨¦ditos bancarios. La estabilidad enorme que acusa en Espa?a el coeficiente de elevaci¨®n anual de las disponibilidades l¨ªquidas proviene de las ense?anzas del economista norteamericano Milton Friedman, tan admirado en el Banco de Espa?a; carece de otra justificaci¨®n, seg¨²n dicho economista, que el ¨ªnveros¨ªmil supuesto de que si se var¨ªa a corto plazo ese coeficiente, lo m¨¢s probable es que surjan errores.
El coeficiente de aumento de las disponibilidades l¨ªquidas puede muy bien mantenerse en las proporciones que propone el Banco de Espa?a, que me parecen a¨²n excesivas, ya que la sugerencia de los expertos socialistas olvida un hecho macroecon¨®mico elemental: si crecen menos los salarios y los precios, el empresario necesita de muy disminuidas cantidades de capital circulante y, por tanto, de cr¨¦ditos bancarios. Que el empresario no aprecie esas. situaciones no es extra?o, ya que ¨¦l razona en t¨¦rminos microecon¨®micos y, por tanto, ?los ¨¢rboles no le dejan ver el bosque?, pero el economista debiera estar a salvo de ese defecto.
En defensa de lo dicho podr¨ªa mencionar las peticiones desesperadas de los empresarios de mayores fondos bancarios en la iniciaci¨®n del a?o, y la no utilizaci¨®n de esos fondos una vez que el Banco de Espa?a habilit¨® a la banca con 40.000 millones de pesetas adicionales. Ese hecho prob¨® que el ritmo de aumento de precios y salarios, hab¨ªa bajado sustancialmente y que, por tanto, hab¨ªa mejorado en alto grado la p¨¦sima liquidez de las empresas; ello me anim¨® a publ¨ªcar un art¨ªculo a fines de febrero pasado anunciando que la crisis ?hab¨ªa tocado fondo?, declaraci¨®n que nadie discutir¨ªa hoy en d¨ªa.
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