Despu¨¦s de la Constituci¨®n
APROBADA POR sufragio universal libre, la Constituci¨®n debe dejar de ser sujeto de defensas o justificaciones. Desde ya, por cuanto rige de facto, y particularmente desde el momento de su promulgaci¨®n oficial, necesita sencillamente ser acatada y empezar a durar. Espa?a tiene ya Constituci¨®n, y esa gran noticia -de la que a¨²n no poseemos perspectiva hist¨®rica- debe soslayar todas las prestidigitaciones que traten de escamotear este hecho.El 6 de diciembre es por eso una fecha de felicitaci¨®n para la sociedad espa?ola, que ha sabido llegar a ese d¨ªa despu¨¦s de poco m¨¢s de tres a?os de amargos presagios, pesadas incertidumbres y obst¨¢culos sin cuento. Todo se concit¨® en noviembre de 1975 para que la dictadura, se disolviera en un caos social y vindicativo o diera paso a una segunda parte a¨²n m¨¢s vulgar que la, autocracia precedente. Por tenerlo entonces todo en contra, incluso estuvimos a un paso de una reedici¨®n de las guerras marruecas. Este pueblo, la Corona, el Gobierno y los partidos de la Oposici¨®n, tienen motivos para felicitarse por haber alcanzado la normalizaci¨®n jur¨ªdica del Estado con tan bajo coste sociol¨®gico y desde bases de partida tan precarias como las legadas por el r¨¦gimen anterior.
Ahora la Constituci¨®n comienza a envejecer y es preciso usarla, asimilarla, remitirse a ella, acostumbrarnos a su normativa.
La decana de las Constituciones escritas -la estadounidense- no encuentra su validez en las virtudes de los ?padres fundadores?, sino en la continuada remisi¨®n que los ciudadanos hacen a ella para dirimir en ¨²ltima instancia los conflictos entre poderes o entre el individuo y el Estado.
Sentadas las anteriores consideraciones puede proseguirse la reflexi¨®n sobre los resultados del refer¨¦ndum. Uno de ellos ya no admite m¨¢s vueltas dial¨¦cticas por m¨¢s que haya quien se empecine en sumar peras con manzanas a?adiendo a los votos negativos los votos en blanco, las abstenciones y hasta los voto! nulos: el tercer fracaso consecutivo de los antidem¨®cratas, estrepitosamente derrotados en el refer¨¦ndum para la Reforma Pol¨ªtica, en las elecciones generales del 15 de junio y en el refer¨¦ndum constitucional del mi¨¦rcoles. Ah¨ª queda el dato repetidamente contrastado de que esta sociedad s¨®lo regresar¨¢ a un r¨¦gimen de dictadura por imposici¨®n f¨ªsica, y nunca por voluntad expresa de un porcentaje m¨ªnimamente significativo de su poblaci¨®n.
Otro resultado poco manipulable es la abrumadora mayor¨ªa de s¨ªes en los votos emitidos. Y, finalmente, el elevado porcentaje de abstenci¨®n (aun haciendo abstracci¨®n de los resultados en el Pa¨ªs Vasco), que resulta vano y pueril pretender esconder o minimizar. La clase pol¨ªtica tiene el deber inexcusable de imaginar caminos y propuestas que atraigan el inter¨¦s popular por las instituciones democr¨¢ticas. Pero el nerviosismo del Gobierno y de los principales partidos de la Oposici¨®n ante los niveles de abstencionismo no parece, desgraciadamente, tan achacable a respetables temores sobre el futuro del r¨¦gimen, como a intereses partidistas y hasta particulares sobre las consecuencias que para el calendario pol¨ªtico puede tener el refer¨¦ndum.
La discusi¨®n de las leyes constitucionales sobre las Fuerzas Armadas, la ense?anza, la regulaci¨®n jur¨ªdica de la familia, los estatutos de autonom¨ªa, exigen un Gobierno de mayor¨ªa (en solitario o en coalici¨®n) que defienda una pol¨ªtica ante el Parlamento. La posibilidad de que Su¨¢rez se someta a la investidura, donde necesitar¨¢ el apoyo comunista o qui¨¦n sabe si el del propio PNV, con quien podr¨ªa estar buscando ahora un pacto, marcar¨ªa unos derroteros bien distintos a los de unas eventuales elecciones generales anticipadas. La realizaci¨®n de las municipales en el tiempo previsto condicionar¨¢ en sus resultados la propia fortaleza del Gobierno. El presidente est¨¢ ante un crucigrama que debe resolver. Pero es preciso no mantener m¨¢s tiempo la inc¨®gnita. Los espa?oles tienen derecho a conocer el calendario pol¨ªtico, sea cual sea.
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