Javier Mar¨ªas: "Mi libro quiere refutar la historia"
Entrevista con el autor de "El monarca del tiempo"
El monarca del tiempo, ¨²ltimo libro del novelista Javier Mar¨ªas, es algo m¨¢s que una novela: contiene cinco partes, de las que dos son relatos breves. El centro f¨ªsico del libro es un ensayo shakespeariano, y la parte final, una pieza teatral. Est¨¢ publicado el libro -del que su autor se niega a decir que es una novela, aunque no oculta que se le pueda llamar as¨ª- en una colecci¨®n de narrativa, la de la editorial Alfaguara.
Antes ha publicado Los dominios del lobo (Barcelona, 1971) y Traves¨ªa del horizonte (Barcelona, 1972), endeudadas ambas con la tradici¨®n anglosajona en la que, por aficiones y por gustos literarios, se inscribe Javier Mar¨ªas, quien ha firmado numerosas traducciones, la ¨²ltima, del dif¨ªcil cl¨¢sico Tristram Shandy, publicada por la misma editorial Alfaguara, y que tambi¨¦n acaba de aparecer.?El monarca del tiempo -ha dicho Javier Mar¨ªas a EL PA?S- es novela s¨®lo en un sentido muy amplio. S¨®lo porque no se trata de un g¨¦nero muy definido, si se pueden llamar novelas al Finegans Wake, de Joyce, a Don Quijote o a Tristram Shandy. Parece que para que un libro sea considerado novela tiene que tener coherencia, unidad y contar una historia. En este sentido, y s¨®lo en este, este libro m¨ªo ser¨ªa una novela.?
?Efectivamente, El monarca del tiempo cuenta una historia: la historia del presente. En dos sentidos rige el presente toda la estructura del libro: como tiempo, que trata de refutar la historia, y como tiempo de escritura, concretamente, el presente de indicativo al que se va accediendo a lo largo de la narraci¨®n. En el ensayo se habla, por otra parte, sobre el presente temporal.?
?Formalmente -dice Mar¨ªas- no creo yo que sea una novela. Yo intento que no sea llamada as¨ª, y en ninguna parte del libro se dice. Cada parte ha sido escrita para ser le¨ªda con independencia, pero claro, cada parte contribuye al sentido de todas ellas. ?Vaya!, que El monarca del tiempo puede llamarse novela si se lo llamamos tambi¨¦n a la Fenomenolog¨ªa del esp¨ªritu, de Hegel, que, de alguna manera, tambi¨¦n es una novela.?
La novela, el libro que uno se obstina en llamar as¨ª, es, tambi¨¦n, una reflexi¨®n sobre el poder: hay en ¨¦l entramadas relaciones que, m¨¢s o menos ambiguamente, suponen dominaci¨®n y suponen, tambi¨¦n, la astucia del dominado para salir de la situaci¨®n. ?Hay, pero no es prioritario -prosigue- S¨ª es importante, creo, el hecho de que haya unos personajes que hablan y hablan sin parar, y ah¨ª est¨¢ su poder o, mejor, su verdad. En el ensayo trato de explicar c¨®mo en el Julio C¨¦sar de Shakespeare el discurso de Bruto, la verdad de Bruto, se pierde porque dej¨® de hablar. Es significativo que el pueblo aclama a los dos, a Marco Antonio y a Bruto, que se mantienen en posiciones contradictorias..., y s¨®lo acaba la verdad de cada uno cuando calla. Hay que seguir hablando si uno no quiere perder su posibilidad. Y hay que seguir hablando, sin dejar que el otro hable. En este sentido, en el de que el que tiene la palabra domina; de que quien habla, domina, se trata aqu¨ª de relaciones de dominaci¨®n.?
El lenguaje de Javier Mar¨ªas es, a veces, dado al arcaismo, a la construcci¨®n sint¨¢ctica compleja y latinizada: ?He visto a algunos escandalizarse porque se introducen palabras tal vez nuevas, como procrastinaci¨®n, que nos viene del ingl¨¦s, donde es usual, y por ellos, del lat¨ªn. Son los que no se escandalizan al decir visionar, por ejemplo... Tal vez se deba a esa otra tradici¨®n en que me inscribo: confieso desconocer la literatura espa?ola y la latinoamericana, y, en cambio, leo a gusto, a menudo y en su lengua, a los escritores anglosajones. De algunas de mis preferencias, por ejemplo, el ¨²ltimo James, puede venir esa apariencia latina de las construcciones sint¨¢cticas.?
Por ¨²ltimo, lo que la novela trata es de anular la historia, de negarla. Dice Mar¨ªas: ?El presente sobre el que trata la novela es, efectivamente, lo contrario de la historia. Es el tiempo el que se desarrolla aqu¨ª de un modo casi novelesco: la primera narraci¨®n est¨¢ escrita en pasado, que es el tiempo tradicional del relato; la segunda, en perfecto; y la tercera, en presente de indicativo. En el cuarto texto hay incursiones del presente de indicativo, y en el quinto predomina directamente, sobre todo en las indicaciones de escena. Los temas son los mismos, s¨®lo que en el ensayo se plantean con m¨¢s nitidez y menos ambig¨¹edad. En realidad, la negaci¨®n de la historia est¨¢ hecha casi como un desideratum. Ojal¨¢ no hubiera ni memoria, ni historia, ni nada parecido. Porque, en verdad, la historia no existe. La historia no es m¨¢s que lo que el Estado quisiera que existiera, y hace lo posible por que exista. Si ahora Quevedo tiene m¨¢s realidad, m¨¢s existencia que Bocangel, es por la interpretaci¨®n de la historia, por la historia. No estoy muy seguro de que este tema, y otros, vayan a seguir siendo as¨ª.?
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