El d¨ªa que enterraron a Montesquieu
La aprobaci¨®n anteayer del anteproyecto de Estatuto de Autonom¨ªa careci¨® del car¨¢cter grave y trascendente que deb¨ªa haber sido propio de tan importante paso hacia el logro de una exigencia b¨¢sica del pueblo catal¨¢n. Por desgracia, hubo en aquel acto hechos comparables con los propios de una comedia de figur¨®n, que provocaron justificada hilaridad entre los parlamentarios y los periodistas. Rese?ar algunos de aquellos hechos constituye, sin duda alguna, un buen camino para entender la sorprendente situaci¨®n pol¨ªtica catalana.
?Hemos aprobado el anteproyecto de Estatuto y hemos enterrado a Montesquieu al cargarnos el principio de la divisi¨®n de poderes? -afirmaba poco despu¨¦s de la aprobaci¨®n un parlamentario catal¨¢n-. En efecto, anteayer, por vez primera en la historia de los Estados democr¨¢ticos modernos, el jefe de un poder ejecutivo -Josep Tarradellas- presid¨ªa una reuni¨®n de un ¨®rgano del legislativo, la Asamblea de Parlamentarios de Catalu?a. Tal hecho se produc¨ªa totalmente al margen de lo establecido por la Constituci¨®n espa?ola, cuya disposici¨®n transitoria segunda confiere al ¨®rgano colegiado preauton¨®mico el poder de convocatoria de la Asamblea de Parlamentarios, a efectos de aprobaci¨®n de los anteproyectos de Estatuto, pero en absoluto le da el derecho a presidir aqu¨¦lla.
La correcta observaci¨®n provoc¨® la siguiente respuesta de otro parlamentario: ?S¨®lo hemos enterrado a medias a Montesquieu, porque Tarradellas a¨²n no ha podido presidir el poderjudicial. Pero mejor no recordarlo, porque a lo mejor tambi¨¦n se lo propone ...?
Telegramas de madrugada
An¨¦cdotas como esta las hubo a docenas. El d¨ªa anterior, los consejeros de la Generalidad cre¨ªan haber entendido, ya muy entrada la noche, que Tarradellas acced¨ªa a que la Asamblea se reuniera a las cinco, en el palacio del antiguo Parlamento catal¨¢n. Pero a primeras horas de la ma?ana los parlamentarios recibieron en sus casas telegramas urgentes, remitidos de madrugada y firmados por el secretario general de la Generalidad, convoc¨¢ndolos a las cuatro de la tarde en la Generalidad. As¨ª, de cuatro a cinco de la tarde, la plaza de San Jaime, donde se alza la Generalidad, fue escenario de pel¨ªcula italiana.Los parlamentarios llegaban en taxi o en coche particular. Las preguntas formuladas por EL PAIS eran respondidas con otras preguntas. ?Oye, Josep -dijo el diputado Manuel Jim¨¦nez de Parga al senador Josep Benet-, t¨² que eres presidencialista, ?qu¨¦ pasa o est¨¢ pasando? ?D¨®nde nos reunimos y para qu¨¦?? El senador socialista por Tarragona Carles Mart¨ª estaba a¨²n m¨¢s desconcertado: ??Pero -dijo- mi partido acepta que nos pres¨ªda Tarradellas? No puede ser. El diputado Ram¨®n Tr¨ªas sac¨® un telegrama del bolsillo. ?A m¨ª me han dicho que es aqu¨ª, a las cuatro.? Un periodista cogi¨® el telegrama: estaba redactado en franc¨¦s. Tr¨ªas se hab¨ªa equivocado de telegrama. Un diputado socialista coment¨®: ?Ya sabemos que la Generalidad es surrealista, pero no creo que llegue hasta el extremo de mandar telegramas en franc¨¦s.?
Lo m¨¢s pintoresco del caso es que los parlamentarios eran rechazados sin demasiadas explicaciones en la puerta misma del palacio por un funcionario subalterno situado al lado del centinela de guardia. Todos mostraban un evidente desconcierto, que superaban a trav¨¦s de una acusada jocosidad. ?Si Tarradellas nos trata as¨ª cuando a¨²n somos parlamentarios -dijo un senador- ?qu¨¦ no har¨¢ a partir de ma?ana, cuando dejemos de serlo?? Otro parlamentario le contest¨®: ?Podemos ir a refugiarnos a Madrid, ahora que hemos hecho amigos all¨ª.?
Honores para el muy honorable
Tr¨ªas Fargas puso fin a los corrillos: ?Os invito a tomar un caf¨¦. Si nos quedamos aqu¨ª nos van a meter en un autob¨²s, y yo no quiero ir en autob¨²s.? Pero el autob¨²s de alquiler que estaba estacionado cerca de los parlamentarios no era para ¨¦stos, sino para los mozos de escuadra que Tarradellas desplaz¨® hasta la antigua sede del Parlamento para que le rindieran honores al entrar y salir de aqu¨¦l edificio, cuya titularidad, por cierto, le es ajena, ya que corresponde al municipio.Despu¨¦s de la aprobaci¨®n del anteproyecto, el desconcierto se tradujo en caras largas. Alguien dijo a un consejero de la Generalidad: ?Tienes mala cara. Te hace falta una cura de poder. F¨ªjate en Tarradellas, el poder lo ha rejuvenecido.?
Autoridad paterna en entredicho
Un periodista pregunt¨® a un parlamentario del partido de Pujol: ??Tus hijos te guardan respeto despu¨¦s de ver estas cosas que est¨¢is obligados a hacer?? A lo cual el parlamentario respondi¨®: ?La verdad es que no mucho, pero creo que si fuese consejero de la General¨ªdad entonces s¨ª que no me guardar¨ªan ninguno.?Mientras el presidente de la Asamblea de Parlamentarios, Josep Andreu Abell¨®, quien d¨ªas antes manifestaba en privado que si la sesi¨®n iba a ser presidida por Tarradellas ¨¦l no asistir¨ªa, justificaba su cambio de actitud: ?Todos los partidos me lo han pedido. Ahora, con la aprobaci¨®n del Estatuto, iniciamos un camino que nos llevar¨¢ a una Generalidad en la que no podr¨¢n pasar estas cosas.? Todos sus interlocutores intentaban convencerse a s¨ª mismos de que a partir de ahora las cosas ir¨¢n mejor. Pero la verdad es que la mayor¨ªa no lograba obtener este convencimiento y cre¨ªa que a partir de aquel momento Tarradellas obrar¨ªa a¨²n con m¨¢s energ¨ªa que hasta ahora.
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