Las luces de la provocaci¨®n
LA PROVOCACI?N de ETA para que se adopten medidas de intervenci¨®n militar en el Pa¨ªs Vasco es ya evidente. Los execrables asesinatos del comandante Herrera y del gobernador militar de Madrid, y el propio anuncio de la organizaci¨®n terrorista de que ?ha llegado el momento oportuno de proceder a una campa?a armada contra la estructura jer¨¢rquica del Ej¨¦rcito espa?ol?, as¨ª lo ponen de relieve. El momento no pod¨ªa estar mejor elegido desde el punto de vista de los asesinos. El par¨¦ntesis abierto hasta la celebraci¨®n de las elecciones generales, sin significar un vac¨ªo de poder, debilita, no obstante, las capacidades de reacci¨®n de las fuerzas pol¨ªticas y del Gobierno contra el fen¨®meno terrorista. La actual escalada dirigida ya indistintamente contra civiles y militares, con o sin responsabilidades de mando, con o sin implicaciones o compromisos de signo pol¨ªtico, trata, sin duda, de empeorar las condiciones en que han de celebrarse los comicios en toda Espa?a y especialmente en el Pa¨ªs Vasco. El menor de los objetivos de los terroristas es la declaraci¨®n de medidas excepcionales, con suspensi¨®n de garant¨ªas constitucionales, en Euskadi.Pasa a p¨¢gina 6
Las luces de la provocaci¨®n
(Viene de p¨¢gina primera)En su dial¨¦ctica de ?cuanto peor, mejor?, ya que es dif¨ªcil creer obedezca s¨®lo a la ingenuidad o la torpeza intelectual de quien se ha-indigestado con los manuales cl¨¢sicos de la revoluci¨®n y la guerra subversiva, quienes dirigen la acci¨®n coordinada de esta acci¨®n incivil contra el r¨¦gimen y la estabilidad de nuestro pa¨ªs saben que una ?ulsterizaci¨®n?, tanto tiempo buscada, del Pa¨ªs Vasco, tendr¨ªa reflejos de extraordinaria importancia, no s¨®lo en la pol¨ªtica interna espa?ola, sino en toda la Europa de Occidente. Una Espa?a normalizada y fuerte en lo pol¨ªtico y lo- econ¨®mico -cosa no tan lejos de alcanzar-, con un peso espec¨ªfico, aunque mediano, en el concierto internacional, con voz propia -en las cuestiones que afectan al Mediterr¨¢neo y norte de Africa, en el di¨¢logo con Am¨¦rica Latina y en la creaci¨®n de una pol¨ªtica europea no necesariamente alineada en todo y para todo con las opciones tradicionales de la Europa del centro, no debe satisfacer a muchos. La utilizaci¨®n de los sentimientos nacionalistas e independentistas de un sector minoritario de Euskadi; el aprovechamiento de las reacciones emocionales contra la represi¨®n indiscriminada de la ¨²ltima d¨¦cada franquista contra las provincias vascas, y un confuso resurgir de los ideales y aspiraciones auton¨®micos en toda la Pen¨ªnsula, al hilo del restablecimiento de las libertades p¨²blicas, son, sin duda, elementos que se encuentran a la espalda de la organizaci¨®n terrorista, que emplea adem¨¢s, y como es l¨®gico, el-miedo como principal arma psicol¨®gica para obtener el apoyo pasivo entre la poblaci¨®n. Los objetivos de ETA no son ni la liberaci¨®n de un pueblo que, por otra parte, hoy no est¨¢ en absoluto en situaci¨®n de opresi¨®n, ni la implantaci¨®n, imposible, de una Albania en el Cant¨¢brico, ni la apelaci¨®n a la lucha popular a una poblaci¨®n a la que ha vejado, menospreciado, utilizado y traicionado. ETA es hoy una banda de pistoleros amparados ante s¨ª mismos en una difusa amalgama de sentimientos pol¨ªticos un tanto irracionales y en los que alg¨²n efecto menos revolucionario que sus proclamas ha tenido que hacer el verse administradores de decenas y decenas de millones de pesetas, fruto de sus atracos y hamponer¨ªas. Pero en la direcci¨®n de ETA s¨ª hay una mente pol¨ªtica, y de extraordinaria capacidad. Esa es la que alienta los deseos de empujar a una nueva operaci¨®n Galaxia a las Fuerzas Armadas, siquiera limitada en lo que se refiere a las responsabilidades en el Pa¨ªs Vasco, o a una ?ulsterizaci¨®n? perdurable de Euskadi. Eso debilitar¨ªa nuestras posiciones negociadoras con la CEE, enrarecer¨ªa nuestra capacidad de opci¨®n ante la OTAN, destrozar¨ªa la normalizaci¨®n pol¨ªtica interna, impedir¨ªa un proceso auton¨®mico sensato y moderno no s¨®lo en Euskadi, sino en Catalu?a, Galicia y el resto de Espa?a; limitar¨ªa gravemente las posibilidades de relanzamiento econ¨®mico y pondr¨ªa en definitiva a Espa?a en el camino de ser Italia, en el menos malo de los casos, o Argentina, en el m¨¢s impensable y menos deseable de todos.
El proceso de ?ulsterizaci¨®n? dirigida es palpable no s¨®lo en los propios sistemas de guerrilla urbana y que se siguen en los atentados o en la manipulaci¨®n de los sentimientos de sectores populares; tambi¨¦n en la utilizaci¨®n esp¨²rea de los cauces pol¨ªticos establecidos -en un doble juego de simular buscar legalmente las reivindicaciones que en realidad nunca se defendieron- en el pretendido deseo de forzar una negociaci¨®n que siempre se ha planteado con premisas de juego inaceptables y en la extensi¨®n de la red de apoyo y terror fuera de las fronteras. El sur de Francia hace aqu¨ª las veces de la propia Eire -como bases de actuaci¨®n toleradas por los respectivos Cobiernos- Los vascos emigrantes en Am¨¦rica -algunos de ellos muy poderosos- comienzan, como en el caso de los irlandeses, a ayudar econ¨®mica y-emocionalmente a sus ?hermanos? de Europa, en su ?lucha nacional?. Si el amor no les conmueve a hacerlo, puede conmoverles el miedo. Los industriales atemorizados que huyen de Euskadi a otras regiones de Espa?a son seguidos hasta all¨ª por los terroristas, que les explican mediante el secuestro y el tiro a las piernas que el ?impuesto revolucionario? han de pagarlo tanto si viven en Badajoz como en Donosti. Y, por si fuera poco, t¨¢mpoco faltan elementos religiosos en esta lucha asesina en la que los p¨¢rrocos locales, enervados, sin duda, por lecturas sobre los curas trabucaires de la de la independencia contra los franceses, pretenden ahora emularles.
El repugnante espect¨¢culo -tan franquista, por otro lado- de utilizaci¨®n pol¨ªtica de los p¨²lpitos, los confesionarios y los comulgatorios de Euskadi contra el establecimiento de las libertades democr¨¢ticas en Espa?a, la condena indiscriminada de la violencia, como si la violencia terrorista y asesina fuera comparable a la violencia leg¨ªtima del Estado, ejercida con arreglo a la ley y a las garant¨ªas que ¨¦sta establece, y el silencio c¨®mplice del episcopado ante esta actitud, resultan ya m¨¢s que preocupantes. Al enorme cinismo de Francia en su falta de colaboraci¨®n real y positiva -al margen de alg¨²n contubernio policiai- en este tema, a la falta de cooperaci¨®n de los servicios de inteligencia occidentales con el Gobierno espa?ol, habr¨¢ que sumar ahora estos otros cinismos ejercidos en el nombre de Dios.
Para nuestra mayor desgracia, hay muchas cosas sin embargo que diferencian al UsIter del Pa¨ªs Vasco. Euskadi es una de las zonas de mayor renta per c¨¢pita de toda la Pen¨ªnsula, mientras el Ulster es una provincia tradicionalmente pobre. No ha habido guerras entre vascos y castellanos, como entre irlandeses e ingleses, y las guerras civiles que hubo no fueron de religi¨®n, sino din¨¢sticas. Pero, sobre todo, y adem¨¢s, no podemos inventarnos un brazo de mar ni establecer un cord¨®n sanitario ficticio entre las provincias vascas y el resto del pa¨ªs. Entre otras.cosas, porque la historia de Espa?a es incomprensible sin la de Euskadi-Sur, desde todos los puntos de vista que se la mire. La presencia militar activa y las medidas de excepci¨®n en la zona no s¨®lo meter¨ªan a nuestro Ej¨¦rcito en la misma trampa en la que cay¨® Londres. Los ¨ªngleses pueden mantener tropas de ocupaci¨®n en Irlanda. Lo vienen haciendo desde hace siglos. Los espa?oles no deben ocupar militarmente su propio pa¨ªs. Ser¨ªa dar una baza demasiado evidente a las pretensiones de ETA de articular en tomo suyo una lucha popular.
La supresi¨®n de las garant¨ªas constitucionales a las libertades p¨²blicas no resolver¨ªa nada -no lo resolvi¨® en el pasado- y s¨ª empeorar¨ªa las cosas. Nuevamente caer¨ªa la mano de la represi¨®n de manera inevitablemente indiscriminada sobre justos e injustos, y se facilitar¨ªan las condiciones que ETA necesita para contar con un ?pueblo oprimido?. Las fuerzas de orden p¨²blico, mandadas como est¨¢n por oficiales del Ej¨¦rcito, y con una preparaci¨®n y dotaci¨®n en su tropa muchas veces, superior, tienen los medios policiales suficientes para combatir a unos centenares de hombres armados, por bien entrenados que ¨¦stos est¨¦n. Necesitan, eso s¨ª, el amparo pol¨ªtico y psicol¨®gico de la poblaci¨®n. La responsabilidad acrecentada de los partidos y la espec¨ªfica del PNV -que ha hecho ya una declaraci¨®n valiente y decidida- en este caso es imprescindible de recordar. Tambi¨¦n la de los sectores financieros, demasiado acostumbrados a ser d¨¦biles en la cotizaci¨®n al impuesto revolucionario, y la del Gobiemo, que no ha querido entender la necesidad de un reajuste a fondo, en hombres y sistemas, de la polic¨ªa que emplea.
Por ¨²ltimo, ya tuvimos ocasi¨®n de decirlo en nuestro primer editorial del a?o, el terrorismo es un fen¨®meno de dif¨ªcil extinci¨®n en las modernas sociedades industriafizadas que respetan la liberdad.Nterrorismo se institucionaliza y perdura en la entra?a misma del Estado. Los espa?oles hemos de saber aprender a aislar y combatir el fen¨®meno terrorista, pero tambi¨¦n a no desestabilizar nuestros horizontes de progreso y convivencia cada vez que un loco o un, desalmado coge una pistola y mata a un ciudadano.
Incluso si eso ocurre con la frecuencia y la impunidad a la que por desgracia empezamos a acostumbrarnos. El Pa¨ªs Vasco, sus habitantes, est¨¢n pqgando un alto precio por el aventurerismo criminal de ETA: su bienestar y seguridad han descendido, pero tambi¨¦n el aprecio que por ¨¦l se sent¨ªa en amplias zonas de Espa?a. El temple del poder, de las fuerzas pol¨ªticas, del Ej¨¦rcito y de las instituciones del r¨¦gimen, el valor c¨ªvico de todos y cada uno de los espa?oles est¨¢ siendo sometido a una dura prueba que no ha de terminar en plazo corto, se aplique la medicina que se aplique. De nuestra capacidad de convicci¨®n en la defensa de nuestra propia convivencia, de nuestra ilusi¨®n como pueblo para seguir adelante, depende en gran parte la soluci¨®n de esta crisis.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Actos repulsa
- Opini¨®n
- Impuesto revolucionario
- Manifestaciones contra terrorismo
- Extorsiones terroristas
- Violencia callejera
- Atentados mortales
- Financiaci¨®n terrorista
- Des¨®rdenes p¨²blicos
- Fuerzas armadas
- Delitos orden p¨²blico
- Pol¨ªtica antiterrorista
- Seguridad nacional
- Atentados terroristas
- ETA
- Lucha antiterrorista
- Grupos terroristas
- Defensa
- Gobierno
- Terrorismo
- Delitos
- Administraci¨®n Estado
- Justicia
- Espa?a
- Administraci¨®n p¨²blica