Contener la inflaci¨®n para resolver el paro
Si la pol¨ªtica econ¨®mica ha de partir de esta estimaci¨®n popular, paro e inflaci¨®n deben constituir los objetivos de la pol¨ªtica econ¨®mica.En el se?alamiento de estos dos problemas por la mayor¨ªa de los pol¨ªticos se sigue un orden. El problema del paro posterga a un lugar secundario a la inflaci¨®n. En la lucha contra el paro todos parecemos coincidir con boca grande y palabra generosa. De la lucha contra la inflaci¨®n se habla con la boca chica y con palabras que desdramatizan su urgente necesidad, su en¨¦rgica y obligada presencia. Dicho en otros t¨¦rminos: la jerarqu¨ªa que al problema del paro le conceden pol¨ªtica y pol¨ªticos es mucho mayor a¨²n que la que le otorga la preferencia de los ciudadanos.
Esta confesada prioridad del paro sobre la inflaci¨®n de pol¨ªticos y ciudadanos traduce, en primer lugar, un hecho positivo como es el ¨¦xito de la pol¨ªtica antiinflacionista definida en los acuerdos de la Moncloa. Cuando la tasa de inflaci¨®n aumenta mes a mes de forma ininterrumpida y alcanza valores que superan el 30% apenas si resulta necesario justificar la prioridad absoluta concedida a las pol¨ªticas tendentes a frenar la aceleraci¨®n de los precios. Sin embargo, cuando tras un a?o de esfuerzos, el ¨ªndice de precios de consumo ha reducido sustancialmente su tasa de crecimiento en diez puntos, la lucha antiinflacionista tiende a perder su antigua vigencia. Las encuestas a los consumidores as¨ª lo prueban. Hace a?o y medio, en el mes de junio de 1977, la inflaci¨®n y el paro jerarquizaban los problemas econ¨®micos de la sociedad espa?ola con el mismo peso. Hoy, con diez puntos menos en la tasa de crecimiento del coste de la vida y con la importancia del paro acentuada por el aumento sustancial que manifiestan sus diferentes registros, no puede extra?ar que el problema del paro preceda y se despegue claramente del de la inflaci¨®n en la estimaci¨®n de los ciudadanos y en la preferencia de los pol¨ªticos.
La estabilidad no se consigue con la pasividad
Pero en esta devaluaci¨®n popular y pol¨ªtica del inter¨¦s de la lucha contra la inflaci¨®n existe una segunda raz¨®n importante que no puede silenciarse: el coste, individual que reclama la perseverancia en el esfuerzo de la lucha antiinflacionista y los conflictos que ese esfuerzo origina.
Una mayor estabilidad de precios no puede conseguirse desde la pasividad. Exige una resuelta voluntad de quienes dirigen la pol¨ªtica econ¨®mica para aplicar un programa de saneamiento que discipline conductas y limite peticiones y comportamiento que eleven los precios. Dicho en otros t¨¦rminos: una pol¨ªtica antiinflacionista plantea siempre conflictos de inter¨¦s y sus objetivos no pueden lograrse sin imponerse a los deseos y actitudes de determinados grupos sociales.
Por el contrario, el objetivo. del empleo no es, aparentemente al menos, objetivo de conflicto sino objetivo de consenso: su consecuci¨®n une a la sociedad entera, no la divide. ?Quien se opone hoy a un aumento de empleo? ?Qu¨¦ pol¨ªtico o partido renuncia a propugnar aquello que por todos se desea y por nadie se critica? Gobernar a favor de objetivos que a¨²nen el consenso de la sociedad equivale a marchar con el viento de la popularidad: una tentaci¨®n irresistible para los pol¨ªticos de todo tiempo y lugar.
Un tercer motivo de la postergaci¨®n pol¨ªtica de la lucha contra la inflaci¨®n es su prejuzgada regresividad. La tradici¨®n pol¨ªtica de los pa¨ªses latinos tiende a concentrar las preferencias de los l¨ªderes sindicales en un aumento de los salarios monetarios y lleva a los pol¨ªticos de la izquierda a propugnar decisiones de pol¨ªtica monetaria o fiscal que favorezcan un laxismo financiero y econ¨®mico, para apoyar pol¨ªticas expansivas de la producci¨®n y el empleo. Esas dos actitudes favorecen la inflaci¨®n y posponen el objetivo de la estabilidad de precios. Las preferencias pol¨ªticas de la izquierda latina que propician la inflaci¨®n coinciden con los deseos empresariales, que han visto siempre a la inflaci¨®n y la devaluaci¨®n como medios ¨²tiles para escapar de sus duros compromisos de reducir costes y conseguir, v¨ªa precios, los beneficios que son incapaces de registrar en un marco de estabilidad y competencia.
Por esos tres expuestos motivos la lucha contra la inflaci¨®n ha perdido jerarqu¨ªa en la agenda de la pol¨ªtica econ¨®mica.
Esta huida de los pol¨ªticos ante la inflaci¨®n constituye la gran amenaza para el futuro de la econom¨ªa espa?ola. Una amenaza que puede traducirse f¨¢cilmente y que consiste en que la importancia econ¨®mica de la inflaci¨®n est¨¢ hoy claramente por encima de su cotizaci¨®n pol¨ªtica.
La inflaci¨®n, causa b¨¢sica del paro
Ning¨²n economista conocedor de su oficio puede aceptar esta devaluaci¨®n pol¨ªtica de la lucha antiinflacionista. Nada resulta tan err¨®neo como creer que el proceso inflacionista ha sido dominado y que la lucha contra la inflaci¨®n no debe seguir ocupando un lugar prioritario. Atendamos al problema del paro y pospongamos la lucha contra la inflaci¨®n, es la m¨¢s peligrosa de las falacias con la que deben enfrentarse los economistas, ya que constituye, por el coste y la impopularidad que reclama la lucha contra la inflaci¨®n, la gran tentaci¨®n para los pol¨ªticos.
No es posible dar un solo paso para remediar de forma duradera el grave problema de paro que la sociedad espa?ola padece sin disminuir el grado de la inflaci¨®n. No se trata de que la inflaci¨®n sea el problema m¨¢s lacerante desde el punto, de vista social y humano. Se trata de que nuestro primer problema nacional -el paro y el grado de actividad de nuestra poblaci¨®n- encuentra en la inflaci¨®n su causa b¨¢sica. La inflaci¨®n es el factor preponderante en la generaci¨®n del desempleo. Por ello, si el paro es nuestro primer problema, la lucha contra la inflaci¨®n ha de ser la primera exigencia de un programa destinado a resolverlo.
Esta importancia que la l¨®gica econ¨®mica obliga a conceder a la inflaci¨®n incomoda a muchos pol¨ªticos. Una presi¨®n incontenible de los distintos grupos sociales y econ¨®micos pide, en este tiempo de crisis, intervenciones m¨²ltiples que desembocan todas ellas bien en aumentar las partidas presupuestarias que transfieren recursos a sectores con problemas, bien en abrir las puertas de la cantidad de dinero para favorecer el crecimiento del cr¨¦dito, bien en cerrar los ojos ante actitudes y comportamientos reivindicativos que comprometen la estabilidad y aseguran la inflaci¨®n por elevar salarios, rentas y precios. La petici¨®n diaria de mayor estabilidad de precios y la negativa de los sacrificios necesarios para lograrla constituye la gran contradicci¨®n de las sociedades de nuestro tiempo.
Este comportamiento social hace muy dif¨ªcil para un pol¨ªtico embarcarse en un proceso de saneamiento de la econom¨ªa o continuar con ¨¦l, y ello explica que la pregunta m¨¢s repetida a los t¨¦cnicos sea: ?Qu¨¦ ganamos con la lucha contra la inflaci¨®n? Una pregunta que alcanza tintes dram¨¢ticos en la proximidad de fechas electorales, en las que la suerte de los pol¨ªticos se decide en el intercambio de pol¨ªticas por votos que gobiernan las decisiones de una democracia.
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