Recitales de Labordeta, Chicot¨¦n, Rosa Le¨®n y S¨¢nchez Ferlosio
El pasado viernes, y en el seno de los conciertos locos de febrero, tuvieron lugar sendos recitales de diverso inter¨¦s y caracter¨ªsticas: los de Jos¨¦ Antonio Labordeta y Chicot¨¦n, en el teatro Alcal¨¢ Palace, y el de Rosa Le¨®n, junto a Chicho S¨¢nchez Ferlosio, en la sala Vihuela.En el Alcal¨¢ Palace, Labordeta cubri¨® la segunda parte con su habitual fuerza y convencimiento, acentuado por comentarios con los que intentaba definirse a s¨ª mismo como cantante pol¨ªtico y did¨¢ctico. Esto no es nada nuevo, pero su trabajo, as¨ª enmarcado, no pierde nada de su valor ni de su inmediatez (si acaso, acent¨²a su sinceridad), ya que Labordeta no es un come cocos ni un predicador, sino una persona que sale a un escenario a cantar, sobre todo lo humano, a trav¨¦s del prisma confesado de su ideolog¨ªa y su emotividad. Su didactismo no consiste en tomar por idiota a la audiencia, sino en mostrar algo, cosas que tal vez se ignoren. Sali¨® solo, acompa?ado por una guitarra; pero es que Labordeta podr¨ªa cantar a capella, y el resultado ser¨ªa el mismo: lo importante sigue siendo esa voz que escupe, grita, piensa y siente unas palabras a las que ¨¦l dota de un nuevo sentido.
Chicot¨¦n, por su parte, es un grupo que trata de llegar a una puesta al d¨ªa y, por tanto, recuperaci¨®n del folklore aragon¨¦s (influido tanto por el castellano como por el catal¨¢n). Todo intento de revisar las propias ra¨ªces parece poseer un cierto inter¨¦s aprior¨ªstico que, por desgracia, se frustra, como en las siete y media, porque o te pasas o no llegas. Chicot¨¦n, desde luego, no llega. Y no porque sean malos m¨²sicos, porque sus arreglos sobre temas tradicionales sean pobres o el sonido final sea confuso. No; lo que ocurre es; que se limitan a sonoridades tambi¨¦n tradicionales, basadas, sobre todo, endulzaina y flautas, por un lado, y p¨²as, por otro, con el apoyo de una bater¨ªa que suena a bombo y tambor de banda, con lo cual aparece despojada de todo sabor actual. El problema para Chicot¨¦n es que, precisamente, esa sonoridad limitada y mon¨®tona de lo tradicional es lo m¨¢s caduco de su trabajo. As¨ª, al cabo de unas cuantas piezas, aquello parece repetitivo y cargante, porque desde que naci¨® la dulzaina (por ejemplo) han ocurrido muchas cosas, han surgido muchos sonidos que no pueden ser ignorados, a menos que alguien vaya de arque¨®logo. En este mismo escenario, Alan Stivell demostr¨® en la pr¨¢ctica c¨®mo se recupera la tradici¨®n. Por lo que se ve sigue siendo un caso digno de estudio.
Con respecto a Rosa Le¨®n y Chicho S¨¢nchez Ferlosio, todo cuanto se diga queda corto. Su actuaci¨®n fue una de las m¨¢s gozosas que se hayan dado ¨²ltimamente. El local, una sala peque?a, pero bien acondicionada, permite al p¨²blico un contacto casi f¨ªsico con, los cantantes, que subieron al peque?o estrado dispuestos ellos mismos a pasar un buen rato. Y no s¨®lo lo consiguieron, sino que transmitieron esa intenci¨®n a todos los que est¨¢bamos all¨ª. Rosa Le¨®n cant¨® bien y, sin duda, posee una de las voces m¨¢s limpias y, cuando puede, expresivas de nuestras cantantes. Cuando est¨¢ a gusto, como era el caso, es capaz de superar la idea que de ella se tiene bajo la etiqueta de cantante popular, y eso puede significarle seguir un camino en el cual se van a atascar muchos. Chicho S¨¢nchez Ferlosio, por su parte, realiz¨®, despu¨¦s de muchos a?os, una actuaci¨®n incre¨ªble, divertida, llena de sentido y de intenci¨®n. Sus canciones (alguna de ellas, como Gallo rojo, gallo negro, o La paloma, consideradas por muchos como tradicionales) son un recuento l¨²cido de nuestras taras y de las que nos imponen; son, otras veces, sugerencias iconoclastas (poner el comienzo del Infierno de Dante en ritmo de blues), y algunas m¨¢s, atisbos fren¨¦ticos del poder de la palabra y el ritmo m¨¢s all¨¢ de su comprensi¨®a (Carmen Arvale danza de los monjes Arvales, siglo VIII a.C.). La forma de cantar de este recuperado Chicho es tan poco convencional como su misma imagen o sus canciones. Inflexiones al parecer gratuitas, gritos y susurros, all¨ª surg¨ªa de todo. Fue, en suma, un buen recital, no perfecto, pero que en esa misma imperfecci¨®n dejaba intuir mucho m¨¢s que otros montados hasta el m¨ªnimo detalle. Y es que el humor tambi¨¦n es algo a recuperar.
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