Los republicanos y las elecciones
Presidente de la Comisi¨®n Ejecutiva Nacional de Acci¨®n Republicana Democr¨¢tica Espa?ola (ARDE)Muchos momentos de reflexi¨®n hemos consumido los republicanos antes de decidir nuestra participaci¨®n en las pr¨®ximas elecciones. No se trata solamente de la escasez de nuestros medios, de la inmensa soledad que a nuestro lado hemos sentido, del desamparo frente a la ensordecedora propaganda de los dem¨¢s. Se trataba, y se trata, de analizar objetivamente la situaci¨®n pol¨ªtica y llegar a la conclusi¨®n de si existe en Espa?a el m¨ªnimo admisible de democracia para que nuestra opci¨®n pueda ser presentada y defendida ante la sociedad espa?ola con los indispensables presupuestos de libertad e igualdad frente o al lado de los otros grupos o partidos pol¨ªticos.
No era caprichosa esta reflexi¨®n. Los antecedentes justificaban toda clase de reservas. En febrero de 1977 present¨¢bamos la documentaci¨®n exigida por la legalidad entonces vigente para que el, a la saz¨®n, Ministerio de la Gobernaci¨®n nos concediera las autorizaciones requeridas en aquel momento. Pasaron las elecciones de junio y los republicanos seguimos viviendo en las catacumbas, quiz¨¢ un poco menos obscuros, quiz¨¢ m¨¢s a la superficie, quiz¨¢ un poco m¨¢s en la calle; pero en r¨¦gimen de simple tolerancia. Se nos priv¨® de un derecho sin que ninguno de los llamados partidos democr¨¢ticos -y que nosotros pens¨¢bamos que lo eran por su tradici¨®n y por su historia- se sintiera conmovido. Seguramente se pensaba que los republicanos -precisamente los republicanos de ARDE- ¨¦ramos una parcela tan peque?a dentro de la sociedad espa?ola que no merec¨ªa la pena correr el riesgo por tan insignificante minor¨ªa.
En efecto: no ten¨ªamos detr¨¢s ni la inmediata detentaci¨®n del poder ni de las esferas de la Administraci¨®n P¨²blica, con la influencia residual que eso produce durante tanto tiempo; no ten¨ªamos detr¨¢s ninguna Internacional amiga que ocupase puestos de privilegio en pa¨ªses influyentes; no ten¨ªamos detr¨¢s la simpat¨ªa o el inter¨¦s de ninguna gran potencia; no ten¨ªamos detr¨¢s la posibilidad de emplear un dinero del que carec¨ªamos y carecemos en hacer la defensa de nuestras ideas, ni tampoco el aparato burocr¨¢tico m¨ªnimo de unas cuantas secretar¨ªas, ni la posibilidad de hacernos o¨ªr o leer en los grandes medios de difusi¨®n que nos estaban y nos siguen estando cerrados a cal y canto, todav¨ªa no sabemos bien por qu¨¦. Solo ten¨ªamos una historia, forjada en el sacrificio, en la amargura, en el amor a Espa?a, en la honestidad en servirla, en la inteligencia en comprenderla, en el sentimiento en defenderla en la voluntad en buscar soluciones, las mejores posibles, a sus infinitos, seculares problemas. S¨®lo quer¨ªamos la libertad y solo aspir¨¢bamos a despertar en la sociedad espa?ola el entusiasmo necesario para transformarla en una nueva m¨ªstica por la que se es capaz de vivir y se es incapaz de matar.
Una historia de libertad
Nuestro bagaje no era, ciertamente, muy comparable con lo que pod¨ªa representar una propaganda eficaz y, como resultado inmediato, un n¨²mero de esca?os en el Congreso y otro en el Senado que iba a permitir la direcci¨®n de la peque?a y gran pol¨ªtica del pa¨ªs. Sin duda, no ¨¦ramos compa?eros ¨²tiles para nadie y a lo mejor result¨¢bamos molestos para muchos. Claro que se podr¨ªa pensar que los grandes principios democr¨¢ticos iban a sufrir, pero no mucho, despu¨¦s de todo. Y en fin de cuentas, si Espa?a amaba adem¨¢s, ?no era poco oportuno hablar entonces, en v¨ªsperas de las elecciones, de un r¨¦gimen republicano?
Las elecciones de junio de 1977 se celebraron sin que a ellas pudi¨¦ramos concurrir los republicanos. Claro que la generosidad de la democracia reci¨¦n instaurada fue tan incalculable que en agosto de aquel mismo a?o ARDE pod¨ªa tener un local, una ejecutiva nacional, celebrar un congreso, asomarse a la luz p¨²blica de vez en cuando -en peque?as dosis, eso s¨ª- e importunar con su machacona insistencia con ideas tan periclitadas como las autonom¨ªas regionales, la separaci¨®n de la Iglesia y el Estado, la defensa de los derechos del hombre, la libertad pol¨ªtica y sindical, etc¨¦tera. ?Hab¨ªa tantos voluntarios para llevar todo ello a buen puerto! Ya no se necesitaba m¨¢s que un genial invento. Se le llam¨® consenso. Y se hizo una Constituci¨®n y en pleno delirio democr¨¢tico se aprobaba por ambas C¨¢maras y se somet¨ªa a refer¨¦ndum. Y luego vino ya el sumum de la felicidad: el presidente del Gobierno convocaba unas elecciones generales.
Todo esto nos hizo reflexionar. Segu¨ªamos, por supuesto, sin medios econ¨®micos.
Y segu¨ªamos tambi¨¦n, por supuesto, con los medios de comunicaci¨®n cerrados. (Hago excepci¨®n de EL PA?S, que ha tenido la gentileza, el talante democr¨¢tico y el esp¨ªritu de equidad suficiente para pedirnos este art¨ªculo.) Pero dignamente no pod¨ªamos quedar en el ostracismo voluntario aunque aquello representara arrastrar todos los peligros, incluso el de quedar aislados en medio de una sociedad cada d¨ªa m¨¢s inerme ante el constante bombardeo a que se ve sometida.
Decidimos, pues, comparecer ante el electorado. Y decidimos no prometer nada. ?Nos ser¨ªa tan f¨¢cil hacer demagogia gratuita ofreciendo futuros para¨ªsos! Pero hay algo que se llama honestidad pol¨ªtica que nos obliga a reconocer lo limitado de nuestros recursos y lo presumiblemente escaso de nuestros resultados. Sin embargo, tenemos un patrimonio que defender. Y por eso comparecemos ante la opini¨®n. A pesar de la edad de muchos de los nuestros, no tenemos prisa. Para nosotros, el tiempo tiene distinto valor que para los dem¨¢s. Nuestras ideas no son viejas ni nuevas, son ideas. No son coyunturas u oportunidades. Son las que han movido eternamente al hombre desde sus primeros vacilantes pasos sobre la tierra. Son las ideas de libertad, de igualdad, y de fraternidad entre todos los hombres.
Contra la conformidad ambiente
Nuestras ideas se oponen hoy a la conformidad ambiente y tienen formulaciones bien concretas. Sabemos que la Constituci¨®n del consenso ser¨¢ la Constituci¨®n de un solo partido: del que, ganando las elecciones, dicte las senta leyes complementarlas y las quince org¨¢nicas que necesita para ser operativa. Sabemos que en Espa?a hubo una guerra civil que dur¨® 33 meses, seguida de una dictadura que dur¨® 34 a?os. Todo esto cost¨® medio mill¨®n de muertos y exiliados y mucho m¨¢s de esp¨ªritus traumatizados para una libre convivencia. Y, al final, ?para qu¨¦? Para que resulte que el mejor sistema era la democracia, los partidos, la libertad, etc¨¦tera. Si reflexionamos creemos que podemos preguntar l¨ªcitamente. ?Y todo esto no lo propugn¨¢bamos nosotros, los republicanos?
Comparecemos para proclamar nuestra esperanza, para afirmar nuestros deseos de paz y libertad, para decir el al pueblo espa?ol que no es cierto que el fin de la crisis econ¨®mica est¨¦ pr¨®ximo. Que se necesita el esfuerzo ¨ªmprobo, el sacrificio duro, el trabajo constante, la solidaridad de todos, y que no hay f¨®rmulas m¨¢gicas, y que el que propaga otros medios para obtener el bienestar m¨ªnimo deseable o es un iluso o es un mentiroso. Los dos son muy peligrosos en cualquier sociedad. Queremos inaugurar unas nuevas modas en la pol¨ªtica espa?ola; decir la verdad y terminar con la demagogia de todas clases. Queremos recordar estas palabras de uno de nuestros mejores -Aza?a-: ?El espa?ol est¨¢ acostumbrado a que le gobiernen con la d¨¢diva o con el palo; nosotros venimos a gobernar con las manos llenas de buenas razones.? Claro que hoy ya sabemos que ni siquiera esto lo podemos decir. El decreto sobre uso de los medios p¨²blicos de comunicaci¨®n que olvida las normas constitucionales nos priva de la posibilidad de comparecer en televisi¨®n. Sin duda no somos dignos de tomar parte en el show pol¨ªtico que se prepara. Y en atenci¨®n a los sufridos telespectadores quieren alejar de la pantalla de Televisi¨®n el peligro de que incurri¨¦ramos, como dijera un inefable monarca, ?en la funesta man¨ªa de pensar?. Ser¨¢ tr¨¢gico para los ciudadanos que tal acontecimiento pudiera suceder en la llamada peque?a pantalla, tan alejada, ella, de estas cosas de las ideas.
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