Antonio Posada
Antonio Posada.
Galer¨ªa Sen.
C/N¨²?ez de Balboa, 37.
Dentro del campo de la creaci¨®n pict¨®rica van surgiendo, en cada momento, constelaciones de pintores que guardan entre s¨ª, voluntariamente o no, una relaci¨®n de analog¨ªa. Aludiendo al problema del estilo, hablaba Matisse de c¨®mo ¨¦ste iba gener¨¢ndose, inevitablemente (aun cuando en el caso de la modernidad la falta de perspectiva dificulte la visi¨®n), como resultado de las necesidades de una ¨¦poca y por exigencias ajenas a la propia voluntad del artista. En un terreno tan polarizado como el actual, esas constelaciones aparecen en sectores parciales. Es como si un conjunto de individualidades se asomara a un paisaje com¨²n y participara, por ello, de un cierto aire de familia, aun cuando el punto de vista, la intenci¨®n y, por supuesto, los resultados sean bien distintos.Una constelaci¨®n de este corte se ha ido formando, a lo largo de los a?os setenta, en torno a nombres como Alcolea, Franco, P¨¦rez Villalta, Quejido, Cobo... Las distancias que los separan son, por supuesto, considerables y los puntos de contacto nada homog¨¦neos. De hecho la posible vinculaci¨®n y el problema de las paternidades han resultado siempre temas espinosos. Pero, con todo, se ha ido estableciendo entre ellos un mapa bastante reconocible, aun cuando no quepa hablar, en absoluto, de ?estilo com¨²n?. En estos ¨²ltimos
Antonio Posada
tiempos van sum¨¢ndose, por diversos caminos, nuevos nombres a dicha constelaci¨®n: Aledo, Forns, Dur¨¢n... Cabr¨ªa ahora a?adir el de Antonio Posada, cuya coincidencia ser¨ªa, hasta cierto punto, azarosa, fruto de ese asomarse a un paisaje dado que el tiempo determina.Posada trabaja a partir de una base iconogr¨¢fica, centrada por esa modernidad que hoy se nutre de un universo est¨¦tico muy a?os cincuenta. Existe en esa actitud una carga ir¨®nica que tiene sus ra¨ªces en las ense?anzas de un tipo de visi¨®n ?pop? que ayud¨®, en buena medida, a desentra?ar el car¨¢cter delirante de un entorno cuya reducci¨®n a categor¨ªas kitsch enmascaraba, a menudo, con demasiada facilidad ese componente irracional de cuyo contagio, como apuntara Broch, no podemos sentirnos libres. El universo que describe Posada, con sus elementos ¨¢cidos, lascivos, s¨¢dicos incluso, nos invita a esa ?risa cercana al temblor? a la que ya alud¨ªa Baudelaire en su en sayo sobre la comicidad en las artes pl¨¢sticas. Sin embargo, es preciso tener en cuenta una buena dosis de ambig¨¹edad inherente a la obra de Posada. Esa causticidad en la elecci¨®n de un determinado campo de im¨¢genes conlleva, tambi¨¦n, una cierta complicidad por medio de la cual el artista se vincula a la imaginer¨ªa general de su generaci¨®n, en la que el componente cr¨ªtico no excluye, sino que puede quedar subordinados a una mera c¨®mplacencia de corte est¨¦tico. Adem¨¢s, estos trabajos no se reducen ¨²nica mente a ese repertorio iconogr¨¢fico al gusto de los tiempos. En el dibujo, Posada les somete a un proceso de deformaci¨®n que evidencia el substrato irracional que esas im¨¢genes conllevan, al tiempo que se agranda as¨ª el abismo entre el repertorio base y la obra final.
Babelia
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