Marisa en el Palmar
Marisa, Marisa Ares, rubia y violenta, con los ojos oce¨¢nicos y la nariz valiente, se ha metido de monja en El Palmar, en El Palmar de Troya, y nos lo cuenta.Marisa, cometa Halley del reporterismo, con estela de llamas y peluquer¨ªa, pertenece a esas nuevas generaciones period¨ªsticas a los que el se?or Campoy (lo ha dicho ayer mismo) y otros se?ores quieren hacer pasar por una facultad donde seguramente perder¨¢n facultades. Antes de que eso suceda (el nuevo periodismo yanqui, Mailer, Capote, no naci¨® de una c¨¢tedra), Marisa ha entrado en religi¨®n de locos, se ha metido de monja en El Palmar, para escribirlo en Intervi¨², y ahora me cuenta que all¨ª ol¨ªa muy mal, que no se lavan nunca, que no comen, o se ponen morados de langosta, seg¨²n lo que ese d¨ªa decida Cristo, que es su chef gastron¨®mico y ap¨®crifo:
-Hab¨ªa chicas y chicos maravillosos, n¨®rdicos, que andan como drogados por all¨ª.
Marisa cree que los drogan, que a la segunda semana de oraci¨®n les dan sopa de valium y aspirina. Marisa se va al Afric¨¢ caliente. ?Y por qu¨¦ este africanismo, aqu¨ª en Espa?a, este Palmar de Troya, este delirio? Nuestra Iglesia, que tuvo en la horma a cristianos tan profundos como Santa Teresa, Fray Luis o Unamuno, por herejes o casi, deja crecer y correr el lefebvrismo tercermundista de El Palmar, da el espect¨¢culo, y monse?or Taranc¨®n, que jam¨¢s se ha repuesto de aquella homil¨ªa ante el Rey anunci¨¢ndonos el diluvio democr¨¢tico que ven¨ªa, se acerca ahora a las cenizas fr¨ªas de Escriv¨¢ de Balaguer y lo dice:
-Un genio era este hombre.
El Opus por arriba y El Palmar por abajo tienen emparedada a la Iglesia espa?ola, entre nubes de c¨¢tedra opusde¨ªsta y nubes de polvo sevillano que incensan al vidente/invidente. Me encuentro en un almuerzo al se?or Colsada:
-Vete a ver a Tania, a La Latina, que te dar¨¢ pan con tomate.
Tania, Tania Doris, va a hacer en Par¨ªs El diluvio que viene. Yo les he visto esta obra a los ni?os de mi urbanizaci¨®n, puesta en el garaje un domingo por la tarde y muy bien bailada por Laura, que es la musa inmobiliaria y adolescente de mis fines de semana. Un musical teol¨®gico a lo Godspell y Jesucristo Superstar. La Iglesia se viene aggiornando, en lo que va de siglo, mediante Las campanas de Santa Mar¨ªa, Bing Crosby, Juan XXIII, Ingrid Bergman, el Vaticano II y, ahora, Tania Doris.
Hasta que don Marcelo suelta un voto en blanco contra la democracia, como un Esp¨ªritu Santo de papel, y volvemos de golpe al cigarral de Trento, o sea Toledo. Ahora -se meten con la Academia porque la Academia se ha definido: ?Marxista es secuaz de Marx, e izquierdista es el perteneciente a un partido o ideolog¨ªa no conservadores.? M¨¢s o menos. Ni la izquierda ni el marxismo ni la Academia le tienen miedo a las palabras, que son un valor de cambio, de uso y de milagro. Indefinidos son quienes las temen y aten¨²an. Indefinida es la Iglesia, en esta Espa?a, que entre El Palmar elitista del Opus y el opusde¨ªsmo cuatrero de El Palmar de Troya a¨²n no ha dictado sentencia sobre Escriv¨¢ ni sobre el vidente Clemente, cuando tan presta fue siempre, nuestra Iglesia, en denunciar herejes, unamunos, santateresas y arang¨²renes de-uno-u-otro-signo.
Almuerzo con Llanos y la Diez de Rivera. No he presentado unos fasc¨ªculos donde se la sibiliniza. A Llanos, obispo cheli (con perd¨®n) y cardenal natural de Vallecas, a punto han estado de excomulgarle por si ped¨ªa o no el voto para los que son casi tan lumpen como Cristo. ?Y el vidente Clemente?
-Mueve m¨¢s a la Iglesia un fan¨¢tico que un santo, cura Llanos.
Me encargan una antolog¨ªa del anticlerical Larra. ?Qu¨¦ hubiera dicho ¨¦l de estos palmares? Marisa Ares, Larra femenino de ojos verdiazules, ha vivido un clima de sobaco en El Palmar. Huelen siglos de Iglesia irremovible. Angel sexual, la reportera, con espad¨®n de cobre, ha entrado por abajo en el misterio. No la dejar¨¢n llegar arriba.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.