Sugerencias olfativas
Toda cultura suele privilegiar ciertos sentidos frente a otros, y ello taxativamente. La nuestra, sabemos, cifra sus esperanzas en las excelencias de la vista y el o¨ªdo. Cuando se suscita discusi¨®n entre jerarqu¨ªas, de ello nos dan ejemplo y t¨®pico los tratados de arte, son siempre ¨¦stas las que se disputan la primac¨ªa de los sentidos. El gusto o el tacto se mencionan, en dichos casos, de pasada por ser en ello un¨¢nime el acuerdo respecto a su poco relevante papel: Tal es, tambi¨¦n, el caso del olfato. Ciertamente, la atenci¨®n que se confiere, seg¨²n las ¨¦pocas, a cada sentido es fluctuante, pero aunque creemos vivir un momento particularmente grave en campos como el del olor, la situaci¨®n ha sido b¨¢sicamente, para nosotros, la expuesta.En un n¨²mero de Traverses dedicado a jardines se lamentaba Bruno Queysanne de que ¨¦stos, tan ligados conceptualmente a la idea de olor, subordinen fundamentalmente su dise?o al ?orden visual?. Sin embargo, si atendemos a una alegor¨ªa como El olfato de Jan Brueghel en el Prado, percibiremos hasta qu¨¦ punto las im¨¢genes florales nos resultan iconogr¨¢ficamente inseparables de sugerencias olfativas. Aunque de forma frecuentemente inconsciente los olores juegan un rol fundamental en nuestra sensibilidad. Motor reconocido en el deseo suelen excitar, tambi¨¦n, con particular violencia la memoria, en la medida que, a veces, resultan definitorios de un lugar, un hecho o una persona.
Sugerencias olfativas
Museo Municipal de Madrid. Fuencarral, 80.
Conscientes de su importancia, y en la idea de que todo enriquecimiento de la experiencia pasa por la educaci¨®n, el equipo dirigido por Jordi Pablo organiz¨® una amplia exposici¨®n titulada Sugerencias olfativas, que fue presentada ya ?en olor de multitudes? por la barcelonesa Fundaci¨®n Mir¨® y viene ahora a Madrid de la mano del CINFE. La intenci¨®n fundamental de la muestra es presentar exhaustiva y pedag¨®gicamente el mundo del olfato en todas sus facetas, contagi¨¢ndose, quiz¨¢, de ese enciciopedismo desbordante que Mario Praz atribuye a la alegor¨ªa de Brueghel. Con todo, la intenci¨®n se centraba, seg¨²n confesi¨®n del propio Jordi Pablo en su texto ?Olor, arte, cultura?, en invitar a un, aprendizaje que paliara la atrofia social del olfato y permitiera, al tiempo, tomar conciencia de las posibilidades creativas de un lenguaje tal. Se trata as¨ª, tan s¨®lo, de un acercamiento al mundo de los olores que sirva de punto de partida a posteriores experiencias.
Se hace aqu¨ª referencia a antecedentes etriogr¨¢ficos en objetos, festejos y juegos, se expone la fisiolog¨ªa de la funci¨®n olfativa y se catalogan m¨¢s de cien obras. Menci¨®n aparte merece la secci¨®n dedicada a los perfumes, su presenta ci¨®n, entorno y elaboraci¨®n. El perfume nos parece hoy un punto central en el sistema de la moda, por m¨¢s que Baudelaire, hombre de amores visuales, al fin y al cabo, no lo mencione en su Elogio del maquillaje entre ?las artesa las que arrancar los medios de elevarse por encima de la naturaleza por mejor subyugar los corazones y conmoverlos esp¨ªritus?. Pero, quiz¨¢, lo m¨¢s interesante de toda la exposici¨®n venga de la proposici¨®n de asociaciones entre olores y distintos referentes (vegetales, animales, cuerpo humano, alimentos ... ). Entre ¨¦stos, el inter¨¦s crece cuando la asociaci¨®n tesulta menos directa, menos elemental. Son casos como las relaciones olor-espacio, en la que la incitaci¨®n a la memoria se revela enormemente evocada, u olor-color, donde lo ins¨®lito de la relaci¨®n confiere mayor sorpresa al efecto. Pero, a mi juicio, lo m¨¢s sugerente es el juego asociativo entre diversas esencias y una base musical elaborada por Carles Bertrand i Estivill. La complejidad y elaboraci¨®n de esta secci¨®n le confiere una cierta autonomia frente al resto, acerc¨¢ndola a esa posible ?creatividad olfativa? que se adivina consecuente a esta exposici¨®n. Tomamos con ello conciencia de las posibilidades art¨ªsticas de este campo de la sensibilidad, desde aqu¨ª rehabilitado. Sin embargo, acostumbrados como estamos a los pecados de la modernidad, bien pudi¨¦ramos temernos alg¨²n que otro ?nuevo arte abstracto?, como aquel que de la mano de Darrack conmocion¨® la gastronom¨ªa.
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