La magdalena seca
?Pobre Proust! Sobre su vida enfermiza y enclaustrada, sobre su magdalena m¨¢gica, su cerveza fr¨ªa y su cuestionario, cae ahora este autor, aburrido y plano, y este actor truculento y caricaturesco sin pretenderlo -entre Groucho Marx y Charlot- y la destrozan. Es, dice el escritor Solly Wolodarsky, un ?documento esc¨¦nico?: y a medida que acumula datos, an¨¦cdotas, rasgos caracter¨ªsticos, se le va el personaje m¨¢s y m¨¢s. Es una aventura que sucede mucho en el teatro, y, en la literatura en general: por querer decir demasiado, por la ansiedad de que no se escape nada, puede no decirse nada y puede escaparse todo.Aqu¨ª, en este escenario, no est¨¢ el ambiente ahogado y asfixiante del Boulevard Haussman; ni est¨¢ la frivolidad del grupo social al que radiografiaba. Aqu¨ª no est¨¢ la intimidad de Proust, su ambig¨¹edad sexual, la religaci¨®n con su madre, la lucha con las palabras, el maternalismo de Celeste Albaret. Y, sin embargo est¨¢ todo: se habla de todo, se cuenta todo, se insiste en todo.
El prisionero del Boulevard Haussmann, documento esc¨¦nico de Solly Wolodarsky, sobre una idea de Juan Farias
Direcci¨®n de Miguel de Lucena. Actores: Mar¨ªa Jes¨²s Lara, Mart¨ªn Ferrer, Ana Shievers. Escenograf¨ªa, Vaw; ambientaci¨®n y vestuario, Isabel G. Tapia. Estreno: Teatro Lara, 8-III-79.
El sistema de orden esc¨¦nico que ha utilizado es el de la fragmentaci¨®n, el de breves escenas en las que el personaje dialoga con siete mujeres, que interpretan s¨®lo dos actrices: ninguna de las dos -Mar¨ªa Jes¨²s Lara y Aria Shievers- tienen la calidad necesaria para multiplicarse, para dar la sensaci¨®n buscada. Con este sistema, la acci¨®n es inconexa, la obra no tiene esqueleto y se queda fofa, desproporcionada. Tampoco los di¨¢logos ayudan: son una verborrea literatoide, filosofoide, en la que de cuando en cuando aparecen, como perlas, frases o p¨¢rrafos de Proust: fuera de su contexto, son perlas opacas.
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