El triunfo de Su¨¢rez
LAS ELECCIONES del 1 de marzo han revalidado a UCD como el primer partido del espectro pol¨ªtico espa?ol. Es cierto que apenas ha mejorado su posici¨®n en el Congreso y que el porcentaje de los sufragios ucedistas respecto al censo total es s¨®lo del 23%. Sin embargo, tambi¨¦n resulta una realidad incontrovertible que entre todos los partidos UCD es el indiscutible ganador.Tanto los socialistas como la derecha conservadora han dado como explicaci¨®n casi ¨²nica de la victoria de UCD la abusiva utilizaci¨®n por el Gobierno de los resortes del Aparato del Estado. La insistencia del PSOE en este argumento es, sin embargo, m¨¢s comprensible que el ¨¦nfasis colocado en el mismo, por Coalici¨®n Democr¨¢tica: algunos l¨ªderes de ¨¦sta consagraron buena parte de sus esfuerzos durante el oto?o de 1978 a forzar a la Corona para que designara un Gobierno supuestamente ?neutral? que hiciera ese mismo trabajo en su provecho. Naturalmente que el partido en el Gobierno se ha aprovechado de las sustanciosas ventajas que le proporcionaba el control del aparato del Estado, tanto mayores cuanto que vivimos en un pa¨ªs con corta experiencia democr¨¢tica, televisi¨®n mangoneada y ayuntamientos no democr¨¢ticos, Sin embargo, tambi¨¦n es cierto que los grandes partidos de la Oposici¨®n no han sido los convidados de piedra en el banquete de la campa?a electoral. Han manejado cientos de millones en publicidad, se han asomado a la peque?a pantalla en condiciones de paridad con UCD (y de superioridad respecto a las opciones minoritarias) y han celebrado m¨ªtines y actos con entera libertad.
Y el Gobierno, adem¨¢s de privilegios, hab¨ªa cosechado tambi¨¦n desventajas con su ocupaci¨®n del poder. El desgaste inherente a las responsabilidades del manejo del Estado en un per¨ªodo de acelerado cambio pol¨ªtico, crisis econ¨®mica y deterioro del orden p¨²blico perjudicaba claramente sus posibilidades electorales. El nerviosismo y la inquietud que sacudieron a los medios oficiales durante la ¨²ltima semana de campa?a demuestran que UCD tem¨ªa perder las elecciones y que el PSOE pod¨ªa ganarlas. Y en honor del se?or Su¨¢rez hay que decir que las artima?as que despleg¨® a ¨²ltima hora para deteriorar la imagen de respetabilidad de la que se hab¨ªan recubierto sus rivales a lo largo de la campa?a son normales y previsibles en una contienda electoral, y est¨¢n a a?os luz del pucherazo o de las pr¨¢cticas antidemocr¨¢ticas. Nunca sabremos las razones que movieron a los indecisos, en cuyas manos estaba el resultado, a dar la estampida hacia el campamento de UCD. No se puede descartar que fuera la desconfianza hacia el PSOE, m¨¢s que la confianza en el Gobierno, lo que le diera a ¨¦ste la victoria. Pero esta conjetura pertenece, por derecho propio, a un pr¨®ximo comentario editorial sobre la suerte que ha deparado a los socialistas la convocatoria electoral.
La victoria de UCD se halla unida, en cualquier caso, al ¨¦xito personal de Su¨¢rez. As¨ª como en las elecciones de junio de 1977 los hombres del Movimiento y del sindicalismo vertical necesitaron la ayuda de los dirigentes de la antigua oposici¨®n democr¨¢tica, en los comicios de marzo no ha existido ocasi¨®n ni pretexto para hablar de ?azules?, liberales, socialdem¨®cratas o democristianos. Todos son, ya, los hombres del presidente. Su victoria en las urnas constituye, en ese sentido, el paso del Rubic¨®n de UCD, la victoria de ¨¦sta, y tambi¨¦n la amenaza. Sobran las experiencias para saber que la soledad del Poder y la ausencia de l¨ªmites a la voluntad individual son los nidos donde se cr¨ªan la arbitrariedad y la prepotencia.
Adem¨¢s, la situaci¨®n poselectoral no ha hecho sino reforzar hasta el blindaje la posici¨®n de Su¨¢rez. La incondicional y precipitada entrega de los votos de Coalici¨®n Democr¨¢tica para la investidura, con independencia de las amargas moralejas que puedan extraerse de esta f¨¢bula en la que el se?or Fraga ha puesto el trabajo y los votos, para ser luego enviado al Aventino, sit¨²an al presidente en una situaci¨®n inexpugnable. El mecanismo del voto de censura constructivo hace que, durante cuatro anos, s¨®lo la improbable e incluso inveros¨ªmil coalici¨®n de 176 diputados para nombrar a un nuevo presidente pueda amenazar al se?or Su¨¢rez. Y, m¨¢s all¨¢ de esta an¨¦cdota, se perfila la formaci¨®n de un potent¨ªsimo frente de toda la derecha espa?ola, Si, como es probable, los l¨ªderes supervivientes de Coalici¨®n Democr¨¢tica acatan el liderazgo de Su¨¢rez, el campo unificado de UCD y CD contar¨ªa con un potencial de m¨¢s de siete millones de votos que, gracias al efecto multiplicador de los correctivos electorales a la proporcionalidad, le garantizar¨ªa una desahogad¨ªsima mayor¨ªa en el Congreso.
A partir de ese momento, Su¨¢rez, convertido en indiscutible gracias a las fuerzas, centr¨ªpetas que el propio interesado ha sabido poner en movimiento con extraordinaria sagacidad, s¨®lo estar¨ªa amenazado, fuera de sus dominios, por el crecimiento electoral de la ultraderecha, reforzada en el futuro por los dirigentes y electores de Alianza Popular que se sientan traicionados, junto con Fraga, y por el desaf¨ªo socialista. La posibilidad de que los competidores de Su¨¢rez dentro de su propio partido, agazapados en la sombra, pongan en movimiento fuerzas lo suficientemente poderosas como para conseguir desplazarlo a medio o largo plazo, no debe descartarse de plano. Ahora bien, tendr¨ªan que ser muchos los errores del presidente y enorme la astucia, perseverancia y habilidad de sus s¨²bditos rebeldes para que esa posibilidad llegara a encamar.
La formaci¨®n del pr¨®ximo Gabinete y los repartos de influencias en la periferia del Poder van a servir de indicador de los prop¨®sitos presidenciales. Si decide distribuir responsabilidades reales entre lo que pudi¨¦ramos denominar ?representantes sociol¨®gicos? de las corrientes de UCD, dar¨ªa una prueba de su respeto por el, pluralismo y de su voluntad de construir un partido pol¨ªtico y no una clientela personal. Si refuerza el ya considerable poder de eso que popularmente se llama la ?empresa?, y que la forman el reducido c¨ªrculo de un par de ministros amigos suyos, ser¨ªa un s¨ªntoma de que los pr¨®ximos cuatro a?os pueden ser un revival, dulcificado en la forma y moderado en el contenido, de las viejas estampas.
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