La pistola del diputado
Uno puede tener un sentido po¨¦tico y optimista, de la Historia y a pesar de todo solicitar licencia de armas. No lo digo s¨®lo por los diputados. Seg¨²n se ha puesto la ¨¦gloga ciudadana, hoy tampoco es una contradicci¨®n que el doctor Pangloss vaya armado con un nueve largo, porque la felicidad moderna se constituye con una mezcla de inocencia y buena punter¨ªa. Hay que ser mansos de coraz¨®n y r¨¢pidos en desenfundar, de modo que algunos bienaventurados del serm¨®n de la monta?a acarician la culata del rev¨®lver mientras se peinan la raya reflej¨¢ndose en el espejo del lago de Genesareth. Lo mejor es echarse a un lado y dejar libre el campo de tiro.La cosa encaja dentro de! la po¨¦tica catastr¨®fica. Una noticia del peri¨®dico dice que los diputados tienen derecho a l¨ªcencia de armas y que desde las elecciones democr¨¢ticas del 15 de junio de 1977 la han solicitado 46 parlamentarios. Se cree que la tradici¨®n. de dejar la pistola a la puerta de las Cortes no es observada por algunos padres de la patria, que llevan. el p¨¢jaro de fuego en el bolsillo hasta el esca?o. Puede que sea verdad. Uno nunca ha visto junto a la vitrina del orden del d¨ªa un perchero lleno de cananas, pero en el bar del Congreso tampoco hay un cartel que prohiba disparar sobre el pianista ni en los pasillos de la casa suena la canci¨®n Oh, Susana entre tintineos de whisky.
Un diputado armado en el hemiciclo s¨®lo tiene una belleza estructuralista, la elegancia de una secreta simetr¨ªa bilateral. De pronto se eleva en el podio un c¨¢ndido orador con gafitas de carey color vainilla y formula una plegaria legal muy pacifista, progresista, ternurista acerca de la bondad de los ciudadanos. Mientras todo el mundo cre¨ªa que en el bolsillo interior de la chaqueta s¨®lo llevaba un bol¨ªgrafo de oro, regalo de una mujer que le quiere m¨¢s que ayer, pero menos que ma?ana, la oraci¨®n encajaba como ejercicio de fuego fatuo dirigido al coraz¨®n. Pero ahora que se sabe a qu¨¦ puede obedecer ese bulto tan denso en el sobaco, la inspiraci¨®n amorosa del diputado coge su justo contrapeso. Cuando se sueltan florecillas de San Francisco en plan legal y se tiene una bala en la rec¨¢mara sientes en las v¨ªsceras un latido de estructuralismo que es el reflejo exacto de la convivencia.
La simetr¨ªa es la ¨²nica obra de arte que se permiten los genes. Despu¨¦s sube al estrado otro orador violento y te describe el cuadro de la historia en estado de derribo. Se ven correr las ratas por los escombros y los gusanos pastando en tu naturaleza ca¨ªda. La desgracia siempre tiene una gran inspiraci¨®n, y el diputado consume el turno excitado por las ruinas humeantes de la sociedad. Pero resulta que este pesimista, en el cinto del pantal¨®n s¨®lo lleva colgada una agenda donde est¨¢ apuntada la cita para el al muerzo en Jokey y el aviso a la secretaria para que saque el pasaje del crucero a la isla de Corf¨².
El pueblo concede a los diputados su confianza y la direcci¨®n general del ramo les regala la posibilidad de llevar pistola. Ellos s¨®lo hacen uso de la palabra, nunca de esa otra lengua de fuego. Todos son unos pac¨ªficos manazas que no sabr¨ªan qu¨¦ hacer con ese argumento de hierro en la mano. La mayor¨ªa incluso se comporta como un ni?o en las cacer¨ªas. Pero desde que la noticia ha saltado a los peri¨®dicos y concibes la idea de un diputado armado perorando, la po¨¦tica democr¨¢tica ha tomado un sentido.
La pr¨¢ctica ciudadana aconseja llevar, siempre mil pesetas en la cartera para pagar el impuesto al atracador. La polic¨ªa recomienda que no te pongas chulo frente a un recaudador que te exige la cuota con una navaja. La violencia requiere siempre una pericia. Ignoro lo que pueda hacer un diputado con la pistola m¨¢s all¨¢ del simple estructuralismo. Disparar al aire o hacer el rid¨ªculo tirando al plato. Es mejor que lleve un par de billetes en el bolsillo por si alg¨²n votante frustrado le pide que le devuelva su dinero.
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