Spivakov y J?rvi, con la Orquesta Nacional
Ya hemos escuchado otras veces en Madrid a Wladimir Spivakov; esta vez pudimos comprobar, una vez m¨¢s, que se trata de un impresionante violinista, de uno de los grandes violinistas del momento. Su t¨¦cnica es impecable, su afinaci¨®n perfecta, su sonido es grande (acaso demasiado, pues aun cuando toca piano mantiene el color forte, y, el oyente recibe la sensaci¨®n de fuerte), muy en la l¨ªnea rusa, un poco a lo Oistrakh, brillante, potente, denso, con mucho cuerpo.Sin embargo, en Spivakov est¨¢ muy por delante el instrumentista que el m¨²sico. Su criterio del concierto de Beethoven es correcto siempre, pero parte de una est¨¦tica enormemente decimon¨®nica, de un gran lirismo en el que el solista se recrea pausadamente, dando ¨¦nfasis a lo ornamental. Un Beethoven, en definitiva, m¨¢s cercano al de las romanzas que al de las sinfon¨ªas, de gran beIleza -as¨ª lo apreci¨® el p¨²blico-, pero de poca tensi¨®n interior. L¨®gicamente, lo mejor fue la cadencia del primer tiempo, magistralmente tocada. Neeme Jarvi acompa?¨® con pesantez (su gusto, tan ruso, por los bajos de la cuerda, unido a la lentitud de los tiempos ofrecian un gran peligro en este sentido) eficacia.
Como segunda parte, la quinta de Nielsen, el gran posrom¨¢ntico dan¨¦s. La Quinta representa un intento de llevar a la sinfon¨ªa por caminos nuevos, basados fundamentalmente en una estructura general de la obra (lo cual ser¨ªa ampliamente desarrollado por la m¨²sica posterior). Nielsen desemboca en f¨®rmulas que. en definitiva, son muy antiguas: empleo de ostinati, de pedales, escritura de tipo contrapunt¨ªstico -dos fugas incluidas-, superposici¨®n de planos sonoros muy independientes, etc¨¦tera. El resultado es interesante, producto muy de una ¨¦poca, eficaz en la creaci¨®n de cl¨ªmax (poco aprovechados por el director), pero basado en materiales demasiado poco interesantes, el gran defecto de buena parte del postromanticismo. Lo cierto es que la modernidad de la sinfon¨ªa es relativa, cuando en 1922 Scriabin llevaba siete a?os bajo tierra, y la Consagraci¨®n de la primavera ten¨ªa nueve a?os.
En cualquier caso, los intentos de resurrecci¨®n -no los de revalorizaci¨®n- de que es objeto Nielsen me parecen frustrados de antemano, est¨¢ demasiado lejos de nosotros, pero tampoco lo suficiente como para poder volver la vista hacia ¨¦l. Neeme J?rvi la dirigi¨® con eficacia, y consigui¨® que la orquesta sonara bien, a pesar de la gran dificultad de la obra. Hay que destacar la intervenci¨®n del clarinete Jos¨¦ Tom¨¢s, y la aut¨¦ntica creaci¨®n de Regol¨ª que estuvo magistral, cumpliendo al pie de la letra la indicaci¨®n del autor cuando pide ?Como si quisiera detener la progresi¨®n orquestal?.
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