El centenario del PSOE
EL PSOE conmemora, en el d¨ªa de hoy, el centenario de su nacimiento. El 2 de mayo de 1879 veinticinco personas -diecis¨¦is tip¨®grafos, tres m¨¦dicos y un doctor en Ciencias, entre ellas- se reunieron clandestinamente en una taberna madrile?a, con las cautelas que la legislaci¨®n represiva de la Restauraci¨®n impon¨ªa, a fin de ?formar un partido que se denominar¨ªa Socialista Obrero?. El programa provisional, aprobado en julio de ese mismo a?o, en cuya elaboraci¨®n participaron Pablo Iglesias y Jaime Vera, servir¨ªa de base para las deliberaciones del I Congreso, celebrado legalmente en Barcelona, en 1888, de forma casi simult¨¢nea a la fundaci¨®n de la Uni¨®n General de Trabajadores, con asistencia de delegados de veinte agrupaciones que, hab¨ªan podido ilustrarse, desde dos a?os antes, con la lectura de El Socialista.Asistimicis, as¨ª pues, al cien aniversario del parlido espa?ol que posee la m¨¢s larga historiade todas las formaciones pol¨ªticas hoy existentes en Espa?a. La dial¨¦ctica entre la continuidad de esa vieja tradici¨®n asociativa y la discontinuidad del presente respecto al pasado mueve, sin duda, bueri.a parte de las contradicciones y pugnas que han hecho del partido de los socialistas espa?oles un organismo vivo, aun a costa de perder esa eficacia taylorista que los dirigentes pol¨ªticos a veces desear¨ªan tomar prestada de la gran industria o de la milicia.
La juventud del PSOE estuvo marcada por la oposici¨®n a las alianzas con los partidos republicanos, expresada como la ?guerra constante y ruda? a las formaciones pol¨ªticas burguesas, por el enfrentamiento radical con las posiciones anarquistas, por la insistencia en el desarrollo de la organizaci¨®n y por una manifiesta indigencia te¨®rica. La escasa penetraci¨®n del PSOE en Catalu?a se vio de alguna manera compensada por su influencia sobre los mineros y'metal¨²rgicos de Asturias y el Pa¨ªs Vasco. El crecimiento de los socialistas fue lento y s¨®lo en 1910, cuando aceptaron un pacto electoral con los republicanos, consiguieron enviar un diputado al Congreso.
La alianza con los republicanos abri¨® al PSOE nuevas perspectivas. Tras el estallido de la gran guerra, su influencia en la pol¨ªtica nacional y su penetraci¨®n en el mundo sinclical aumentaron. La frustrada huelga general de 1917 marca el momento culminante de este per¨ªodo, durante el cual la estrategia del PSOE no fue la conquista del poder sino abrir el camino a un desarrollo capitalista dentro de un marco de instituciones pol¨ªticas democr¨¢ticas, que permitiera el fortalecimiento del partido y del sindicato socialistas y la organizaci¨®n de los trabajadores.
La d¨¦cada de los veinte es escenario de la escisi¨®n comunista, de la decadencia y de la muerte, en 1925, de Pablo Iglesias (cuya mitificada figura hab¨ªa dominado de forma preponderante en el PSOE y cuya biograf¨ªa, virtudes y defectos marcaron casi cuatro d¨¦cadas de historia socialista), del ascenso de una segunda generaci¨®n de l¨ªderes, de la incorporaci¨®n de los intelectuales al equipo dirigente y de la etapa de colaboraci¨®n vergonzante con Primo de Rivera, defendida por Largo Caballero y criticada por Prieto. El Pacto de San Sebasti¨¢n, la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica y la alianza parlamentaria y gubernamental con los republicanos convirtieron al PSOE en una gran fuerza pol¨ªtica nacional, comprometida con la modernizaci¨®n de la sociedad y de la cultura, las reformas en la distribuci¨®n de la tierra, la organizaci¨®n de la Administraci¨®n y el sistema educativo y la participaci¨®n de los trabajadores en la gobernaci¨®n del Estado. A partir del triunfo electoral de Lerroux y de Gil Roblesen el oto?o de 1933, los vientos de la radicalizaci¨®n, nacidos no s¨®lo de la contrarreforma del bienio negro sino tambi¨¦n del ascenso del fascismo en Europa y de la destrucci¨®n de los partidos socialdem¨®cratas alem¨¢n y austriaco, lanzaron al PSOE al holocausto de la Revoluci¨®n de Octubre e impidieron que Indalecio Prieto, tras la victoria en febrero de 1936 de un frente popular pol¨ªticamente hegemonizado por los republicanos, asumiera la jefatura del Gobierno.
Tras el levantamiento militar de julio de 1936, dos l¨ªderes socialistas, que representaban diferentes tendencias dentro de su partido, tuvieron a su cargo, con las mediatizaciones e hipotecas que una guerra civil trae consigo, la direcci¨®n del Estado. Primero, Francisco Largo Caballero y despu¨¦s Juan Negr¨ªn, representaron, junto a Manuel Aza?a, presidente de la Rep¨²blica, la continuidad de las instituciones a lo largo de tres a?os de conflicto fraticida.
El exilio socialista fue una larga etapa de conflictos y enfrentamientos entre las diversas tendencias del partido. Alejada la organizaci¨®n regular del PSOE, desde finales de la d¨¦cada de los cuarenta, de un papel protagonista en la resistencia antifranquista, el Congreso de Suresnes, en 1972, posibilit¨® la sustituci¨®n del grupo dirigente del exilio por l¨ªderes que un¨ªan a su juventud el conocimiento de las transformaciones ocurridas en la sociedad espa?ola durante cuarenta a?os y la ausencia de los rencores hist¨®ricos. El PSOE, revitalizado por la capacidad pol¨ªtica y de liderazgo de Felipe Gonz¨¢lez, reafirm¨® sus v¨ªnculos de continuidad con el pasado en el XXVII Congreso y mostr¨®, en las elecciones legislativas de 1977 y de 1979 y en los comicios municipales hace un mes, que las siglas del partido de Pablo Iglesias, de Largo Caballero, de Besteiro y de Prieto siguen mereciendo la confianza de un. amplio sector de la poblaci¨®n espa?ola, pese a las profundas transformaciones sufridas por la estructura social de nuestro pa¨ªs, especialmente en las clases trabajadoras, y al car¨¢cter acentuadamente interclasista de la propia organizaci¨®n.
Faltan poco m¨¢s de dos semanas para que el PSOE inaugure su XXVIII Congreso, examine sus actuaciones desde la celebraci¨®n del anterior en diciembre de 1976, y establezca, sin ambig¨¹edades que s¨®lo le perjudican, las coordenadas de su estrategia, las pautas de su organizaci¨®n, la confirmaci¨®n o redefinici¨®n de su ideolog¨ªa y la articulaci¨®n de sus programas para los pr¨®ximos tres a?os. Ser¨¢ el momento de analizar las cuestiones que conciernen a su futuro, en vez de a su pasado, del que, cuando menos, el PSOE de 1979 podr¨ªa extraer la ense?anza de que la libre expresi¨®n de las tendencias en su seno, obligatoriamente vinculadas a personalidades y a corrientes ideol¨®gicas, puede ser su gran fuerza de atracci¨®n que le diferencie de otros partidos.
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