Frascuelo sali¨® a jug¨¢rsela con las banderillas
Plaza de Las Ventas. Decimoctava corrida de feria. Tres toros de Cortijoliva (primero, tercero y quinto), muy desiguales de presencia, mansos y descastados, y tres de Manuel S¨¢nchez Cobaleda, con trap¨ªo, magn¨ªficamente armados, mansos y deslucidos. El Puno, media atravesad¨ªsima y rueda de peones (silencio). Estocada corta atravesada y tres descabellos (silencio). Frascuelo, estocada corta contraria, descabello, rueda de peones, aviso, y otro descabello (silencio). Estocada atravesada, rueda de peones pinchazo y dos descabellos (vuelta al ruedo con alguna protesta). Juan Mart¨ªnez, media baj¨ªsima delantera y descabello (silencio). Estocada corta desprendida y rueda de peones (algunas palmas).Un toro de Antonio P¨¦rez para el rejoneador Curro Bedoya (aplausos y saludos).
Presidi¨® bien el comisario Castro.
Frascuelo utiliz¨® las banderillas de la plaza, que son las reglamentarias, en el quinto toro. Conviene consignar el d¨ªa (30 de mayo de 1979) para efem¨¦rides futuras, pues eso no lo hace nadie. Todos los matadores-banderilleros se traen para su exclusivo uso unos garapullos fabricados a la medida. Les falta la vitola que diga ?especiales para don Angel o (Ion Luis Francisco?, como en los puros, pero todo se andar¨¢.
Son garapullos tres o cuatro veces m¨¢s anchos que los reglamentarios, y no por capricho, sino porque con tal di¨¢metro no queda muy clara su colocaci¨®n en el toro. Las banderillas hechas al gusto del consumidor pueden caer desprendidas o bajas, y no pasa nada, pues la abundancia de perendengues disimula muy bien el fallo. Adem¨¢s, son m¨¢s cortas, con lo cual aquello de tener que levantar los brazos, clavar de arriba abajo, asomarse al balc¨®n, etc¨¦tera, es menos.
Se entiende, pues, que los terueles, paquirris, espl¨¢s y resto de matadores-banderilleros de esta ¨¦poca no utilicen el rehilete que mandan c¨¢nones y les compense gastarse una pastita en otros para manejo personal. Ya no se entiende tanto que las presidencias, de Las Ventas como de las restantes plazas, lo autoricen. Pero est¨¢bamos con Frascuelo, quien parec¨ªa sanamente picado con el ¨¦xito rotundo de Luis Francisco Espl¨¢ la tarde anterior. Y dijo: all¨¢ voy, y fue, y por poco le cuesta la vida. Con los palos limpios de requilorios se ha dicho, pero tambi¨¦n con la sobriedad del banderillero serio y ortodoxo, que elimina todo aquello que no sea ganar la cara de poder a poder y reunir ante los mism¨ªsimos pitones. Hubo as¨ª un magn¨ªfico par, al que si algo le falt¨® fue juntar las zapatillas como es debido. Luego otro con cite en los medios -el toro saliendo en tablas- y aguantando hasta el segundo mismo de la cogida. Cuando Frascuelo marc¨® la salida ya no hab¨ªa salvaci¨®n: al tiempo que clavaba, el toro le agarraba y le pegaba una cabezada bestial. Sali¨® Frascuelo despedido por encima de la fiera volte¨® en el aire y cay¨® de espaldas. Ese batacazo se lo pega cualquier otro y lo tienen que recoger con pala (por ejemplo, servidor). Pero el diestro. fibra de criptonita qu¨ªmicamente pura, puso la cabeza bajo el pitorro del botijo y sali¨® a banderillear otra vez tan fresco con un par de dentro a fuera, que si qued¨® bajo y delantero tuvo gran exposici¨®n.
Y ya, embalado por la senda del sacrificio (?o llevar¨¢s luto por m¨ª? ?m¨¢s corn¨¢s da el hambre?. etc¨¦tera), inici¨® la faena con un pase cambiado de rodillas para seguir en los medios, dispuesto a todo. El que no estaba dispuesto, en cambio era el toro, que tiraba a mulo, y a la torer¨ªa del espada respond¨ªa con los parones y las negativas habituales en los de su condici¨®n. No fue una sorpresa, porque as¨ª sali¨® toda la corrida. Daba lo mismo cortijolivas que cobaledas, todos ten¨ªan el sello de la mansedumbre, y aquellos, por a?adidura, de la media casta.
Ni uno de los seis dio juego. El primero, escurrido, feo y cortijoliva, hasta se tumbaba a ver la corrida. El Puno de pie, citando, y el cortijoliva sentado, fum¨¢ndose un habano. Todo un espect¨¢culo. Al segundo, buen mozo, incierto, prob¨®n y cobaleda, Frascuelo lo machete¨® en previsi¨®n de mayores males. Juan Mart¨ªnez se inhibi¨® de la lidia del tercero -colorao, serio, astifino, manso perdido y cortijoliva-, y tambi¨¦n utiliz¨® el macheteo, pues el enemigo, lejos de atacar, reculaba. Un toro muy serio, de gran trap¨ªo, bien armado, vuelto, astifino y cobaleda era el cuarto, que manse¨®, y los peones jugaron a descomponerlo en una brega disparatada. Le tir¨® a El Puno un derrote espeluznante a la cara y cuando ¨¦ste, muy valiente y voluntarioso, insist¨ªa en sus intentos de sacarle partido, volv¨ªa a responder con el ga?af¨®n. Grandote (seiscientos kilos arriba), colorao, cornicorto, astigordo, romo y cortijoliva el quinto, su peripecia ya est¨¢ comentada. El sexto, con trap¨ªo, serio, armado y cobaleda, cumpli¨® un poquito mejor que los otros con el caballo y en la muleta se quedaba corto. Por si fuera poco, le salt¨® una banderilla del lomo y al derrotar sobre ella, se le clav¨® en un ojo. ?Horror y qu¨¦ grima daba! Tuerto el animal, ya no hab¨ªa nada que hacer, salvo despenarlo.
Y con ¨¦stas y un bizcocho acab¨® la corrida, que hab¨ªa empezado con el rejoneador Curro Bedoya, el cual s¨®lo estuvo discretito con un ap¨¦ escurrido, aparatosamente despuntado y cojo. Un trist¨®n fin de isidrada fue el de ayer. Anda que si a Frascuelo no le da por tomar las banderillas de verdad y jug¨¢rsela, ¨ªbamos de ala. Porque no habr¨ªa nada que contar.
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