Privilegio y poder
LA DECISION de ceder la mayor¨ªa del capital de SEAT a la sociedad italiana FIAT tal vez tenga sentido y sea coherente con la nueva pol¨ªtica de fabricaci¨®n de autom¨®viles en Espa?a. L¨¢stima que las escasas y confusas explicaciones oficiales acerca de esa estrategia industrial reci¨¦n inaugurada impidan un juicio inequ¨ªvoco al respecto. Sin embargo, lo que dif¨ªcilmente podr¨ªa resultar justificable, sea cual fuere el ¨¢ngulo elegido para considerar la cuesti¨®n, ser¨ªa la aceptaci¨®n por el Estado espa?ol de las condiciones impuestas por la FIAT para llevar adelante la operaci¨®n. La sociedad italiana no ha hecho, probablemente, mas que situar su oferta en el nivel m¨¢s elevado posible, a fin de reforzar su posici¨®n negociadora. Lo incomprensible ser¨ªa que la otra parte implicada en el trato diera su definitiva conformidad a las seis cl¨¢usulas del acuerdo, entre otras cosas porque su aprobaci¨®n probablemente exceda de las facultades del propio Gobierno.Los privilegios de la FIAT en Espa?a son ya una vieja y triste historia. La empresa turinesa se asent¨® en nuestro pa¨ªs a comienzos de la d¨¦cada de los cincuenta, cuando la industria internacional ignoraba por razones pol¨ªticas nuestro pa¨ªs y la ayuda americana no hab¨ªa dado otro fruto que ?Bienvenido, mister Marshall?. No se puede descartar que las viejas afinidades entre nuestras autoridades econ¨®micas y algunos cuadros directivos de la FIAT jugaran cierto papel en la creaci¨®n de la f¨¢brica de Martorell. En cualquier caso, la sociedad italiana nos hizo pagar un alto precio por su ayuda para romper el ?cerco econ¨®mico?. A la reserva del mercado nacional se a?adieron los pagos por royalties y asistencia t¨¦cnica. Los puestos de trabajo creados por esa naciente industria del autom¨®vil valieron su peso en oro, ya que las remesas al exterior por ambos renglones ha representado una cifra varias veces superior al capital desembolsado por FIAT para cubrir el 34% de SEAT, con independencia de sus beneficios como accionista. La sociedad italiana tuvo, adem¨¢s, otras compensaciones y ventajas. FIAT fue un licitador afortunado en las adquisiciones de Renfe y de otras empresas p¨²blicas, y tambi¨¦n recibi¨®, como accionista, su parte en los privilegios concedidos a Vespa. No faltaron tampoco excelentes oportunidades a sus directivos para hacer buenos negocios en el complejo mundo que rodea a la empresa automovil¨ªstica, y hasta con las concesiones de licencias para la explotaci¨®n de taxis. Todo tiene en este mundo recompensa, con excepci¨®n de la virtud; y el tr¨¢fico de influencias arrastr¨® en su movimiento hasta el n¨²cleo directivo del grupo a algunos de nuestros ilustres compatriotas.
No deja de ser sorprendente el estoicismo con que la FIAT ha contemplado el r¨¢pido descenso de la participaci¨®n de SEAT en el mercado espa?ol, su escaso inter¨¦s por renovar modelos e instalaciones claramente obsoletos, y su falta de colaboraci¨®n para apoyar en el mercado internacional la exportaci¨®n de algunas de sus l¨ªneas. Pero las seis condiciones que los italianos exigen, ahora, para la salvaci¨®n de SEAT, iluminan con bastante claridad su extra?a indiferencia en ese inmediato pasado.
La libertad de precios y el derecho a regular el empleo son dos condiciones que se sit¨²an en el terreno de lo discutible, o incluso de lo razonable, pero siempre que no constituyan excepciones para la empresa italiana, sino normas generales para toda la industria espa?ola. Pero las restantes cuatro cl¨¢usulas son ya, descarada e irremediablemente, la institucionalizaci¨®n del privilegio. La exigencia de cr¨¦ditos interiores sin el aval o la garant¨ªa de FIAT es cuando menos sorprendente. La petici¨®n de que SEAT sea declarada industria de inter¨¦s preferente para poder importar en condici¨®n de tal, y sin derechos arancelarios, los equipos ya obsoletos de la f¨¢brica de Tur¨ªn pertenece a la picaresca de esas comedias protagonizadas por Alberto Sordi o Gassman. Finalmente, la exigencia de una autorizaci¨®n gubernamental para que FIAT sea mayoritaria en SEAT no implica la supresi¨®n de los royalties a la casa matriz.
Las condiciones son, cuando menos, intolerables, e incluso insultantes. FIAT encuentra facilitada su posici¨®n por las enormes p¨¦rdidas de SEAT, por la preocupante situaci¨®n de paro y por la r¨ªgida negativa de las centrales sindicales a una negociaci¨®n razonable sobre la flexibilizaci¨®n de la plantilla. Pero ni el Gobierno, ni el INI, ni los dem¨¢s accionistas deber¨ªan perder la cabeza y ceder ante ese abusivo negociador. Incluso habr¨ªa que preguntarse si los inmensos beneficios que han extra¨ªdo FIAT y sus gentes de sus inversiones en Espa?a est¨¢n compensados por las ventajas que su presencia ha deparado a nuestra econom¨ªa. Otras preguntas se imponen, tambi¨¦n, acerca de esta negociaci¨®n, ?Acaso ha desaparecido la dignidad y la imaginaci¨®n del capital p¨²blico, todav¨ªa accionista mayoritario de SEAT? ?O es que es tal la confusi¨®n entre SEAT y FIAT que nadie est¨¢ defendiendo en este trato los intereses de nuestro pa¨ªs?
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