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Tribuna:El paro en Espa?a / 1
Tribuna
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Caracter¨ªsticas y causas del desempleo

Dos problemas dominan la cr¨ªtica coyuntura econ¨®mica espa?ola e internacional: el paro y la inflaci¨®n. El paro se cuenta por millones: la cota de los diecis¨¦is millones est¨¢ siendo alcanzada por los pa¨ªses de la OCDE. La inflaci¨®n amenaza de nuevo con sus dos d¨ªgitos a muchos pa¨ªses; en otros -como en el nuestro-, esa temida inflaci¨®n no es una amenaza, sino un hecho. Este a?o, sexto de la crisis, iniciada con la recesi¨®n inflacionista de 1974-75, promete m¨¢s paro y m¨¢s inflaci¨®n. Los pron¨®sticos de la OCDE, aireados en la reuni¨®n de ministros de la OCDE de esta semana, son claros: un crecimiento menor, con una desaceleraci¨®n en el segundo semestre de la tasa de desarrollo pr¨®xima a dos puntos sobre el segundo semestre de 1978, mientras que los precios registrar¨¢n la conducta contraria. Espa?a no ha revisado oficialmente los objetivos fijados a finales de 1978 por su pol¨ªtica econ¨®mica para 1979: 4,8%, tasa de crecimiento real del PIB; 10 %, tasa de inflaci¨®n, diciembre de 1979 sobre diciembre de 1978, medida por la elevaci¨®n de los precios de consumo. La marcha de los acontecimientos revela ya como imposibles de alcanzar estos objetivos, y al igual que han hecho otros pa¨ªses de la OCDE, habr¨¢ que ajustarlos con modestia y realismo. Todo ello significa convivir con m¨¢s paro -por el menor crecimiento- y soportar mayor inflaci¨®n. Esos dos males presentes y agravados de la inflaci¨®n y el paro deben conocerse en sus caracter¨ªsticas y en sus causas para tratar de remediarlos. A ese prop¨®sito responder¨¢ una serie de trabajos redactados por el Equipo de Coyuntura Econ¨®mica que dirige el profesor Fuentes Quintana, y del que forman parte el profesor Lagares Calvo y los economistas Julio Alcalde Inchausti, Jos¨¦ Garc¨ªa L¨®pez y Miguel Valle Garagorri. El primero de estos art¨ªculos trata de ofrecer al lector las principales caracter¨ªsticas y las causas fundamentales del paro en Espa?a, al que seguir¨¢ en la pr¨®xima semana un an¨¢lisis de las posibles estrategias para buscar su remedio. El repaso de los factores causantes de la inflaci¨®n y las condiciones necesarias para reducirla ser¨¢n los temas que se abordar¨¢n tras los dos estudios sobre el paro.

Hablar del paro exige empezar por definirlo para tratar despu¨¦s de estimarlo. Espa?a ha aceptado la definici¨®n de paro dada por la OIT en su conferencia internacional de 1954. Cuatro son las condiciones que deben cumplirse -seg¨²n esa definici¨®n- para declarar a una persona en situaci¨®n de parado: tener edad (catorce a?os en nuestro pa¨ªs) y aptitud para el trabajo, carecer de empleo, estar dispuesta a trabajar y buscar empleo remunerado.Para conocer el total de personas en esta situaci¨®n se utilizan en Espa?a dos sistemas diferentes. El primero sigue el m¨¦todo de encuesta, y consiste en preguntar a las familias sobre los miembros de la misma que cumplen con las condiciones que define el paro en la semana a que la encuesta se refiere, el sistema que Estados Unidos inici¨® en 1940 y que siguen hoy catorce pa¨ªses de Europa Occidental. La ¨²ltima encuesta de poblaci¨®n activa (EPA), realizada por el INE, corresponde al primer trimestre de 1979, y sit¨²an al paro en Espa?a en 1.139.700 personas. El segundo sistema para estimar el paro consiste en conocerlo a trav¨¦s de las personas inscritas en las oficinas de empleo del Ministerio de Trabajo. En abril de 1979, la cifra de paro a trav¨¦s del registro de parados ascend¨ªa a 1.006.209 personas.

En cualquier caso, una tasa de paro superior al 8 % de la poblaci¨®n activa (1). Una tasa similar a la italiana, belga ocanadiense, inferiora la portuguesa y danesa y algo superior a la francesa, inglesa y norteamericana. Una tasa que ha alcanzado esos valores recientemente, pues antes de la crisis de 1974-1975 se situaba entre el 2 ¨® 3%. La crisis econ¨®mica se manifiesta en Espa?a, como en otras econom¨ªas occidentales, en un crecimiento importante de la tasa de paro, que ha cuadruplicado en poco tiempo sus primitivos valores.

Sin embargo, el n¨²mero total de parados, o la tasa de paro, no son datos suficientes para recoger con exactitud toda la problem¨¢tica del empleo, pues en toda sociedad existen tres y no dos campos distintos respecto del empleo: los parados y los ocupados, cuya suma integra la poblaci¨®n activa y el conjunto de los no activos, un colectivo importante formado por personas en muy diversa situaci¨®n: los estudiantes que contin¨²an sus estudios a partir de los 14 a?os, los jubilados, quienes carecen de aptitud para trabajar, las amas de casa. Pues bien, hay que tener en cuenta dos importantes caracter¨ªsticas adicionales a la tasa de paro para evaluar la situaci¨®n del empleo en Espa?a:

- La baja tasa de actividad, 35,5%, parecida a la de Italia o Irlanda, que, en buena parte, responde a similares y tradicionales limitaciones a la entrada de la mujer en el mercado de trabajo, causante b¨¢sico de ese bajo porcentaje de actividad db la poblaci¨®n.

- El progresivo empeoramiento de las tasas de paro y actividad, con un comportamiento similar al seguido por otros pa¨ªses industrializados desde el inicio de la crisis econ¨®mica, en 1974.

En estas coordenadas se sit¨²a, hoy por hoy, el problema del empleo en nuestra sociedad: alta tasa de paro y baja tasa de poblaci¨®n activa, con claras dificultades a corto plazo para modificar su tendencia. El p¨²blico tiene clara conciencia de la gravedad de estos datos y por ello coloca al desempleo en el primer puesto de su preocupaci¨®n econ¨®mica. Es vano, por tanto, volver sobre la necesidad de corregir este desequilibrio de nuestra econom¨ªa, pero no lo es, en ning¨²n caso, el profundizar:

a) En el estudio de las caracter¨ªsticas que definen al paro en Espa?a para conocer qui¨¦nes lo soportan y desde qu¨¦ situaciones, sus consecuencias, y

b) en el an¨¢lisis de las c ausas del paro, muy heterog¨¦neas y que, por lo mismo, reclaman remedios diversos para afrontar con eficacia su tratamiento.

Caracter¨ªsticas

?Con qu¨¦ caracter¨ªsticas se presenta hoy el paro en Espa?a? Responder a esa pregunta equivale a identificar qui¨¦nes son los parados y d¨®nde est¨¢n (en qu¨¦ actividades, en qu¨¦ regiones). Estos atributos del paro permiten valorar mejor su coste y sus consecuencias que el lac¨®nico y equ¨ªvoco mensaje que transmite su tasa nacional (8%). Pues bien, cuando se analiza la distribuci¨®n de esa tasa, respecto de sus principales atributos, se obtienen cuatro caracter¨ªsticas que destimonian la desigual presencia del paro en nuestra sociedad:

Desigualdad frente a los j¨®venes. El paro espa?ol es un paro fundamentalmente joven, de primer empleo. Un paro que discrimina adem¨¢s en raz¨®n directa del nivel de estudios. Para los j¨®venes, ascender por la escala de formaci¨®n equivale a perder probabilidades de ocupaci¨®n.

Desigualdad por sexos. El paro tiene una gran incidencia en la poblac¨ª¨®n femenina muy diferente con la que se manifiesta sobre la poblaci¨®n masculina.

Desigualdad por actividades. El paro se reparte con diferencias ?inportantes tambi¨¦n entre los distintos sectores productivos, afectando m¨¢s intensamente a la construcci¨®n y a la industria en general que a la agricultura y a los servicios.

Desigualdad por regiones. El paro se configura como un fen¨®meno meridional, pues son las regiones del Sur las que acusan m¨¢s intensamente su presencia.

Tratemos de detallar esas caracter¨ªsticas de desigualdad con las que el paro se configura en Espa?a.

Paro juvenil

La encuesta de poblaci¨®n activa revela, respecto a la edad de los parados, que el 57% son j¨®venes menores de veinticinco a?os, y que el 37% son personas no clasificables sectorialmente, es decir, que, aparte de no haber tenido nunca un empleo, no se puede establecer su profesi¨®n. El paro espa?ol actual es, por tanto, un paro joven, caracter¨ªstica que no es exclusiva del paro de nuestro pa¨ªs, sino com¨²n a la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la OCDE.

Por otra parte, los menores de treinta a?os con estudios superiores soportan proporciones de paro superiores en m¨¢s de veinte veces a las que se observan entre los que cumplieron ya m¨¢s de treinta a?os. Esta discriminaci¨®n la revelan tambi¨¦n las cifras referentes al primer empleo. La proporci¨®n de parados en busca de su primera ocupaci¨®n adquiere niveles crecientes en la medida en la que se asciende en las titulaciones. Es cierto que el paro engrosa, fundamentalmente, sus cifras con los niveles m¨¢s bajos de instrucci¨®n, pero no lo es menos que las dificultades mayores de empleo se encuentran entre los titulados superiores.

El problema de la mujer

Dos datos configuran la problem¨¢tica del mercado laboral femenino: la alta tasa de paro y su baja participaci¨®n en la poblaci¨®n activa. Respecto al primer punto, el paro femenino es m¨¢s importante que el de los varones, pues su tasa alcanza casi el 10 % de su poblaci¨®n activa.

En cuanto a la segunda caracter¨ªstica, en Espa?a, trabajan fuera de su hogar muy pocas mujeres. En el primer trimestre de 1979, de cada cien mujeres espa?olas s¨®lo trabajaban veinticuatro, cifra en la que se incluyen las mujeres que colaboran en tareas productivas agr¨ªcolas y comerciales de las explotaciones familiares. Sobre esa cifra ha actuado fundamentalmente la crisis, puesto que la mano de obra femenina aparece como segunda reserva del mercado de trabajo, que se pone en funcionamiento tan s¨®lo en circunstancias excepcionales de expansi¨®n. En todo caso, la reserva de trabajo femenino y la posible exigencia de empleo por sus j¨®venes generaciones, con un mayor nivel de estudios, es un dato que debe pesar en el inmediato futuro..

Discriminaci¨®n por sectores productivos

El paro se reparte desigualmente tambi¨¦n entre los sectores productivos. Frente a una tasa de paro del 3,9% para el sector servicios, o del 3,6% para la agricultura, la construcci¨®n ofrece unos ¨ªndices muy superiores, que elevan hasta el 17% sus tasas, a las que sigue la industria, con un 5,4%. Estos son los sectores en los que la crisis econ¨®mica se manifiesta fundamentalmente a trav¨¦s de las cifras de paro.

Discriminaci¨®n por regiones

La cuarta discriminaci¨®n del paro en Espa?a es la regional. El paro aparece concentrado en Andaluc¨ªa (13,8%), Canarias (10,8%) y Extremadura (11,2%). Sin embargo, no puede ignorarse que la agudizaci¨®n de la crisis industrial y la del sector de la construcci¨®n est¨¢ ocasionando ya una aproximaci¨®n de las tasas de paro de las diversas regiones, en las que Madrid aparece con el l0,8%; Barcelona, con el 8,8%, y el Pa¨ªs Vasco, con el 8,5%, lugares en los cuales el ritmo de crecimiento del paro de 1976 a 1979 ha sido mucho m¨¢s intenso que en las regiones meridionales.

El paro en los cabezas de familia

Para completar las caracter¨ªsticas del paro en Espa?a, resulta indispensable referirse al que tiene una incidencia social m¨¢s grave, que es, sin duda, el paro de los cabezas de familia, situado entre los parados varones de m¨¢s de veinticinco a?os, pues este es el sector de poblaci¨®n que tiene sobre sus espaldas la econom¨ªa familiar. La encuesta de poblaci¨®n activa muestra un n¨²mero de parados en torno a 334.000, entre los varones de veinticinco a 55 a?os, en el primer trimestre de 1979. Un n¨²mero realmente elevado, pero similar al soportado por otros pa¨ªses industrializados. Conviene advertir, sin embargo, que en t¨¦rminos generales la situaci¨®n de estos parados tiene poco que ver con la que se encontraban los parados de la crisis de los a?os treinta. La mayor¨ªa de ellos -el 82% de los parados con empleo anterior, excluidos los agr¨ªcolas- disfruta de un seguro de desempleo que al menos les permite atender a las necesidades b¨¢sicas de su familia. No puede desconocerse tampoco que entre esta poblaci¨®n parada y subsidiada existe un porcentaje -sin duda de dif¨ªcil cuantificaci¨®n- de individuos que realizan trabajos ocasionales o continuados en contra de lo establecido para percibir el seguro de paro. Circunstancia que debe tenerse presente a la hora de estimar los costes sociales del paro y las personas sobre quienes recae.

Si nos atenemos a lo expuesto, se comprueba que son los j¨®venes y las mujeres los m¨¢s duramente incididos por la situaci¨®n de desempleo, y que, frente a ellos, los cabezas de familia disponen de mejor posici¨®n relativa y de mayor defensa.

Causas

Remediar el paro reclama conocer sus causas. Sus causas, se afirma, ya que no es una, sino muchas las que contribuyen a.engrosar sus cifras y a disminuir las de la poblaci¨®n activa con las que deben relacionarse para enjuiciar correctamente las alternativas que el empleo plantea en cualquier sociedad.

Una relaci¨®n de las causas m¨¢s importantes tendr¨ªa que contabilizar al menos las ocho siguientes:

La crisis econ¨®mica. El paro ha tenido una aparici¨®n s¨²bita y una causa inmediata. Una aparici¨®n s¨²bita tras los a?os 1974-75. Una causa inmediata, la recesi¨®n inflacionista que se inicia en esos a?os. Una crisis que se manifiesta en un hecho externo: la ca¨ªda de la tasa de desarrollo econ¨®mico. En Espa?a, entre los a?os 1975 y 1978, inscritos en la crisis econ¨®mica mundial, la tasa media de crecimiento del PIB fue del 2,1 %, frente al 6% anterior a la crisis. Una econom¨ªa que reduce de forma tan sustancial el crecimiento tiene que ofrecer necesariamente oportunidades menores de ocupaci¨®n. Cierto que esas menores oportunidades no se traducir¨¢n de forma inmediata sobre las cifras de paro. Y ello por dos motivos: de una parte, porque las empresas se resisten a perder a trabajadores incorporados a la empresa, entrenados y habituados a los trabajos que realizan. De otra, porque esa traducci¨®n no la hacen posible las disposiciones vigentes. El coste y las dificultades procesales y sociales del despido limitan ¨¦ste en proporciones muy importantes en Espa?a, cre¨¢ndose as¨ª un trabajo redundante en muchas empresas y sectores. Pese a esta rigidez en el trabajo, las menores cifras de producci¨®n posibles se traducir¨¢n necesariamente en menores cifras de ocupaci¨®n, con retraso, si se quiere, pasando en ¨²ltima instancia por el trauma de la desaparici¨®n de las propias empresas. No resulta f¨¢cil estimar con precisi¨®n el impacto de este efecto del menor desarrollo sobre la creaci¨®n de empleos en nuestro pa¨ªs. Sin embargo, no parecer¨ªa exagerado situar en 700.000 los empleos perdidos en los cuatro ¨²ltimos ejercicios, esto es, un promedio de 175.000 empleos por a?o.

Factores demogr¨¢ficos

El paro y la ca¨ªda de la poblaci¨®n activa tienen en los factores demogr¨¢ficos una causa largamente preparada. Todo mercado de tra bajo expone a una oferta, alimentada por el crecimiento de la poblaci¨®n disponibles a una demanda que realizan los distintos empleadores en los diversos mercados. Pues bien, las variables demogr¨¢ficas han contribuido a dar un vigor extraordinario a la oferta de trabajo en Espa?a en el momento econ¨®micamente m¨¢s inoportuno. El crecimiento demogr¨¢fico espa?ol de las d¨¦cadas de los cincuenta y sesenta, derivado del incremento de la tasa de natalidad y de la reducci¨®n de la mortalidad infantil sit¨²a en cifra superior a 630.000 el n¨²mero de j¨®venes que cada a?o alcanzar¨¢n la edad de trabajar hasta 1985. Como el n¨²mero de fallecimientos es del orden de las 265.000 personas, el incremento anual de la poblaci¨®n en edad de trabajar se sit¨²a en unas 365.000 personas. Del porcentaje de esta poblaci¨®n que intente trabajar depender¨¢ la necesidad de nuevos empleos.

Supuesta una tasa de actividad del 50% para este grupo de poblaci¨®n, resultar¨ªan necesarios unos 180.000 puestos de trabajo por a?o, cifra que se ir¨¢ reduciendo lentamente a raz¨®n de 5.000 por a?o, a consecuencia de la menor natalidad registrada a partir de 1964, pero que podr¨ªa aumentar si, como es previsible, un mayor nivel de estudios y preparaci¨®n profesional en las mujeres de las nuevas generaciones favorece su demanda para incorporarse al trabajo fuera del hogar. Junto a la evoluci¨®n demogr¨¢fica comentada no debe olvidarse que la crisis internacional ha promovido el retorno de los emigrantes espa?oles, salidos al extranjero -Europa b¨¢sicamente- a raz¨®n de unos 85.000 por a?o entre 1964 y 1973.

Costes de trabajo

El incremento de los costes de trabajo que cierran el acceso a la ciudadela del empleo a los parados y act¨²an tambi¨¦n en contra del crecimiento de la poblaci¨®n activa. Un hecho que discurre paralelamente a la crisis econ¨®mica es el de la inflaci¨®n de los costes de trabajo que registran todas las econom¨ªas Hecho que disminuye la demanda de trabajo. El gran pol¨ªtico italiano recientemente fallecido Ugo la Malfa afirm¨® no hace mucho tiempo, con verdad, que: ?Hemos creado dos mundos diferentes dentro de la poblaci¨®n trabajadora. De una parte, est¨¢ el mundo de los que tienen trabajo, preocupado con el crecimiento de sus rentas, que intentan conseguirse por una agresiva pol¨ªtica de retribuciones. De otra parte, se halla la masa de los parados, situada al margen de la fortaleza de las rentas y a la que cada vez se' elevan m¨¢s los muros de acceso en la medida que de quienes est¨¢n dentro impiden, con la reclamaci¨®n urgente de crecientes retribuciones, su incorporaci¨®n a las tareas econ¨®micas. La pol¨ªtica de retribuciones y de seguridades crecientes a los trabajadores con empleo -los que est¨¢n dentro de la fortaleza- es algo completamente ajeno a la pol¨ªtica de ocupaci¨®n de quienes est¨¢n fuera. Ajeno y contrario.? Con frecuencia son muchos los ciudadanos que ignoran que los salarios reales han crecido en la mayor parte de los pa¨ªses despu¨¦s de la crisis econ¨®mica; estos crecimientos en los salarios reales han discurrido paralelamente -y no por casualidad- al aumento de las cifras de paro. Por otra parte, no es menos cierto que los crecimientos de los costes de la seguridad social aplicados sobre el trabajo y aun de otros impuestos que en definitiva recaen sobre las empresas dificultan el empleo adicionalmente.

Este crecimiento de los costes de trabajo que ha originado esa ciudadela a la que se refieren las palabras de La Malfa tiene como constructores . a todos los ciudadanos que jam¨¢s renuncian al mayor aumento posible de sus retribuciones nominales con independencia de sus efectos sobre los precios y la ocupaci¨®n. Y tiene como fuerza que encauza esas aspiraciones a los sindicatos, forzados a aceptar esa gravitaci¨®n de las masas hacia las elevaciones salariales obtenidas por toda clase de presiones. Esta estrategia sindical es un mal ampliamente extendido en las sociedades contempor¨¢neas.

Sylos Labini ha afirmado que existen dos estrategias sindicales diferentes: una estrategia de reivindicaciones salariales, que concentra en ¨¦stas, en la reducci¨®n de las horas trabajadas y los sistemas de promoci¨®n en la empresa, todos los esfuerzos, y otra -la pol¨ªtica de reformas- que, sin abandonar las reivindicaciones salariales, concede al menos una importancia igual a las condiciones de trabajo, a los problemas de la vivienda. de los transportes, de los hospitales y de otros bienes p¨²blicos y, desde un punto de vista m¨¢s amplio, al tema de las reformas y a la participaci¨®n de los trabajadores en las decisiones de inversi¨®n y en las grandes orientaciones de pol¨ªtica econ¨®mica. La pr¨¢ctica sindical dominante sigue la primera estrategia, casi con exclusividad en muchos pa¨ªses. Estrategia que origina en muchas ocasiones ventajas sectoriales o ?corporativas? y a favor de los obreros ocupados en las grandes empresas que pueden pagar salarios altos y crecientes en virtud de la productividad obtenida o del poder del mercado. Esas mismas empresas, para huir de la factura de los mayores salarios, no es infrecuente que contraten con otras peque?as parte de su producci¨®n, con lo cual consiguen ingresos mayores, pero sin que en ellas se perciban retribuciones del mismo nivel. Esta experiencia parece sugerir, concluye Sylos Labini, en la necesidad de variar una estrategia sindical que tanto perjudica a los desocupados, de cuya situaci¨®n nadie se hace responsable, y que tampoco beneficia a los intereses generales de la clase trabajadora. Debe de afirmarse, sin embargo, que mientras estas estrategias sindicales no adquieran conciencia de que la moderaci¨®n de los costes del trabajo forma parte de una pol¨ªtica de empleo, el paro aumentar¨¢.

Impacto tecnol¨®gico

El proceso tecnol¨®gico constituye un factor decisivo para el acrecentamiento de la productividad media del sistema y, por tanto, para el crecimiento de la renta, del consumo y de la acumulaci¨®n de equipo capital; pero presenta la contrapartida de expulsar,empleo. La mayor capacidad de producci¨®n de las m¨¢quinas, la realizaci¨®n de operaciones que eliminan trabajo humano y la revoluci¨®n que ha supuesto la inform¨¢tica, al reducir costosos trabajos administrativos, lleva aparejado, necesariamente, menor n¨²mero de horas-hombre empleadas. En definitiva, menor demanda de empleo.

La rigidez de los mercados de trabajo en Espa?a tiene un componente oeneral sobre el cual los datos reclaman la atenci¨®n inmediata de quien los observa. Las dificultades de entrada en el mercado de trabajo derivan en gran parte de la pol¨ªtica de educaci¨®n y formac¨ª¨®n profesionales seguida en los ¨²ltimos a?os en completo divorcio con las necesidades del mundo empresarial. Se han formado unos profesionales en cantidad superior a cualquier previsi¨® racional de demanda y empleo ingenieros, abogados, m¨¦dicos, economistas, y, simult¨¢neamente, existe una carencia de carpinteros, electricistas, enfermeras o fontaneros. Este desajuste que las incidencias de la vida diaria muestran a todos los ciudadanos es costos¨ªsimo en t¨¦rminos de paro, en particular cuando se comprueba que los empleadores no est¨¢n dispuestos a pagar el coste de la capacitaci¨®n del joven reci¨¦n salido del centro de formaci¨®n, y no puede olvidarse, seg¨²n estudios oficiales, que la f¨®rmula m¨¢s acertada para desempe?ar un 80 % de los puestos del mercado de trabajo es mediante la combinaci¨®n de un aprendizaje escolar y el conocimiento ligado a la experiencia -en el propio puesto de trabaj¨®.

Legidad¨®n laboral

A esa rigidez del mercado de trabajo contribuyen tambi¨¦n la legislaci¨®n laboral y su aplicaci¨®n pr¨¢ctica, que han desempe?ado un destacado papel al predisponer al empresario a no acudir al mercado externo a la empresa para ampliar el n¨²mero de sus trabajadores. Ha procurado, por el contrario, en contrar soluci¨®n a sus necesidades dentro de su propia plantilla, utilizando las horas extraordinarias, las primas, o, en ¨²ltimo caso, subarrendando operaciones antes de contratar nuevos trabajadores, que, dado el marco laboral y la aplicaci¨®n del mismo, gravitan, pr¨¢cticamente, sobre sus costes fijos. Tras las cifras de paro se en cuentran tambi¨¦n fen¨®menos sociol¨®gicos de importancia notable asociados a dos hechos: el paro del trabajo femenino y el ¨¦xodo rural, tras del que existen algo m¨¢s que motivaciones econ¨®micas y que se ha continuado realizando incluso con oportunidades negativas de empleo. Nota com¨²n de estas corrientes hacia el mercado de trabajo es su limitada y dudosa preparaci¨®n, que fuerza a pensar en la formaci¨®n profesional como elemento clave que module y oriente estos movimientos de la poblaci¨®n activa.

Una ¨²ltima causa del paro, ma nifestaci¨®n de la crisis econ¨®mica actual, es la que origina la reestructuraci¨®n industrial de los sectores sumidos en una profunda e irreversible p¨¦rdida de mercados, lo que origina un exceso de capacidad productiva. Reducir estos excesos de capacidad en sectores como la siderurgia, la construcci¨®n naval, los bienes de equipo o el sector textil resulta necesario, pero no por ello deja de crear problemas importantes de ocupaci¨®n.

Presente y futuro espa?ol

La suma de las causas enunciadas destaca las profundas ra¨ªces que el paro tiene en las sociedades actuales y, desde luego, en la nuestra, al mismo tiempo que obliga a tenerlas a todas en cuenta si es que quiere dise?arse una estrategia razonable y eficiente de cara no tanto a los problemas del paro de hoy, sino a los del empleo de hoy y de ma?ana a que estas cifras de paro obligan a mirar.

Porque, en efecto, las caracter¨ªsticas con las que el paro se presenta hoy en Espa?a, es indudable que le han convertido en un hecho econ¨®mico importante. Una importancia que debe colocar m¨¢s el acento sobre la gravedad del futuro que sobre las dificultades del presente. El paro actual ha alcanzado, es cierto, cifras elevadas, pero su trascendencia social inmediata se ha amortiguado por fuerzas diferentes que no cabe ignorar. En su mitad, al menos, el paro espa?ol es un paro joven, que se manifiesta en las dificultades del primer empleo. El alargamiento en la incorporaci¨®n al trabajo de las j¨®venes generaciones es un hecho generado por la crisis que cumple en Espa?a su cuarto a?o. Se trata, por tanto, de un hecho que pesa sobre la sociedad desde no hace mucho tiempo y que, con coste y dificultades crecientes, la sociedad satisface a trav¨¦s de la renta familiar total. Sabemos muy poco de los mecanismos de defensa familiar ante una situaci¨®n cr¨ªtica como ¨¦sta y de las distintas posibilidades que puede ofrecer el mercado de trabajo, pero, en todo caso, parece claro que esa situaci¨®n es muy diferente, m¨¢s defendible y menos grave a corto plazo, que el paro que afecta a los cabezas de familia. Para ¨¦stos -que sin duda constituyen el sector de parados con m¨¢s grave incidencia econ¨®mica- se cuenta con una cobertura amplia del seguro de desempleo, muchas veces complementada con otros ingresos por trabajos ocasionales. En tercer lugar, no debe olvidarse que el paro no ha afectado a¨²n con igual gravedad a todos los sectores econ¨®micos. Los servicios y la agricultura -dos fuentes fundamentales del empleo en Espa?a presentan tasas de paro mucho m¨¢s bajas que la construcci¨®n y la industria. La importancia que esos dos sectores con menos paro tienen en muchas regiones espa?olas reduce -hoy por hoy- la resonancia social del paro. Todas estas circunstancias explican que, pese al superior valor num¨¦rico del paro actual respecto al registrado a comienzos de la d¨¦cada de 1930, sus consecuencias econ¨®micas sean totalmente distintas e incomparables.

Sin embargo, esta valoraci¨®n actual de la trascendencia econ¨®mica del paro no puede hacer olvidar sus dimensiones y sus perspectivas futuras. El mensaje que transmiten las cifras de paro debe relacionarse con el que se desprende de la ca¨ªda en la tasa de actividad desde el comienzo de la crisis econ¨®mica. Nuestra econom¨ªa no est¨¢ creando hoy, sino destruyendo, empleos en un momento en el cual avanzan hacia el mercado de trabajo poderosas y crecidas cohortes de poblaci¨®n joven, que superan ampliamente a las que se retiran y reclaman la creaci¨®n de empleos netos para no seguir engrosando las ya crecidas cifras de paro. Este problema del empleo y la ocupaci¨®n del futuro, es el que debe encauzar las preocupaciones, las decisiones y la colaboraci¨®n de todas las instancias de la sociedad para ofrecer una respuesta constructiva y eficiente. Una respuesta a la que nadie -ning¨²n grupo social, ning¨²n ciudadano- es ajeno, pues, como demuestra el simple repaso antes realizado de las causas del paro, es el esfuerzo compartido de Iodos el que debe estar presente para encontrarlas remedio.

(1) La tasa de paro es el porcentaje de poblaci¨®n activa que se declara desempleada y manifiesta que est¨¢ buscando empleo.

Tasa de actividad es el porcentaje de la poblaci¨®n total que se declara ocupada o que se encuentra en situaci¨®n de paro.

La discrepancia entre la cifra de parados consignada en EPA y el registro de paro del Ministerio de Trabajo se debe, fundametalmente, a los diversos sistemas con los que se obtienen. Dicha discrepancia ha disminuido en los ¨²ltimos a?os, al elevarse la cifra de los parados registrados, elevaci¨®n fundamentalmente producida por la obligatoriedad de la inseripcion para percibir el Seguro de Desempleo y para acogerse a las ayudas de trabajo comunitario.

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