Los artesanos reivindican la calle como un lugar de trabajo y de encuentro
?La campa?a montada desde el sector de los peque?os y grandes comerciantes y gentes imbuidas de un extra?o sentido de lo que es el orden ciudadano parece dirigida a dar importancia a un tema que realmente no lo tiene, para lo cual han utilizado unos argumentos que deber¨ªan aplicarse en otros campos de mayor importancia social.? Carmen Porras, de profesi¨®n artesana, con muchos a?os de venta callejera a sus espaldas, intenta centrar los datos de una pol¨¦mica ininterrumpida desde hace varios meses.?Al margen de los problemas legales y t¨¦cnicos que se plantean, y que estamos de acuerdo en que se aborden, para nosotros el problema de fondo, la decisi¨®n que deber¨¢n tomar los partidos de izquierda, es si quieren una ciudad alegre, con vida en sus calles, o una ciudad aburrida, ordenada en el sentido m¨¢s gris de la palabra. Nos tememos que la izquierda est¨¦ cayendo en los viejos tics de la derecha de confundir orden con uniformismo y tranquilidad con aburrimiento.? Carmen va desgranando sus ideas mientras come en un restaurante cercano a Princesa, la zona elegida desde hace tiempo para dar salida a sus mu?ecos de trapo. Como todos los que realizan su trabajo en la calle, conoce cu¨¢les son los restaurantes donde se come bien y barato. Guardando el puesto se han quedado otros compa?eros de oficio, amigos desde hace tiempo, que a su vez venden cuadritos, pulseras, pendientes, cojines, etc¨¦tera. Unos hechos por ellos mismos y otros comprados previamente en almacenes al por mayor.
Carmen, Benito, Pili y todos los dem¨¢s est¨¢n en contra de la decisi¨®n municipal de crear peque?os reductos de venta en cada distrito, porque llevar el control hasta ese extremo significa acabar con la venta ambulante. Con lo que s¨ª est¨¢n conformes es con que se venda previa licencia municipal y pagando los impuestos que les correspondan, como cualquier otro comerciante. A este respecto se acogen a la Constituci¨®n, cuando proclama el derecho al libre empleo, m¨¢xime en una sociedad que ha reconocido la econom¨ªa de libre mercado como uno de sus pilares sociales.
?Tambi¨¦n es posible que esas personas que se quejan porque dicen que estorbamos a los peatones est¨¦n amargadas porque sus respectivos trabajos no les ilusionan y les sienta mal que los hippies se ganen la vida sentados en el suelo y sin tener que fichar a horas fijas. En cualquier caso?, contin¨²a, ?nadie ha protestado por las cafeter¨ªas, que en las mismas zonas que nosotros invaden mucho m¨¢s espacio con sus mesas al aire libre, y ah¨ª est¨¢ la Gran V¨ªa, o incluso la plaza Mayor.?
Presentar algunos de los inconvenientes de la venta ambulante como si s¨®lo fueran originados por ella y no fueran aplicables a mucha mayor escala a otras actividades es un m¨¦todo abusivamente empleado por sus detractores. Angel Verdasco, concejal de UCD y secretario general de la C¨¢mara Oficial de Comercio e Industria de Madrid, afirm¨® en un pleno municipal que el 90% de los vendedores eran extranjeros, que constitu¨ªan competencia desleal y que degradaban el ambiente est¨¦tico propio de una sociedad occidental y civilizada.
?Algunas acusaciones tienen una parte de verdad, pero el se?or Verdasco se ha guardado muy bien de hacer comparaciones. Los desvelos por los derechos de los ciudadanos deb¨ªan alcanzar tambi¨¦n las pr¨¢cticas de los comerciantes oficiales, Los objetos de bisuter¨ªa que se compran al por mayor se aumentan demasiado de precio. Las plumas multicolores, peque?as, se pueden adquirir en almacenes a diez pesetas la unidad, aunque haya que comprar un n¨²mero fuerte, y despu¨¦s de engarzadas y transformadas en prendedores o pendientes se venden hasta por doscientas pesetas, pero resulta que los grandes almacenes hacen lo mismo y a gran escala. En una tienda bastante conocida, situada en la glorieta de Quevedo, se venden mu?ecos y marionetas a cuatrocientas pesetas, que nos han comprado a nosotros a 125. Y un gran almac¨¦n adquiere con frecuencia bisuter¨ªa de plata que luego ofrece a su p¨²blico a precios multiplicados, por poner dos ejemplos.?
Es cierto que desde hace tres a?os se ha notado un aumento de extranjeros, sobre todo argentinos, chilenos, uruguayos y ¨¢rabes. Casi la totalidad no tienen permiso de residencia ni trabajos fijos, y viven con el miedo a no meterse en l¨ªos, lo que les ha impedido formar parte de una comisi¨®n que los vendedores quisieron formar para llevar su postura al Ayuntamiento. Hay pocos artesanos entre ellos, y por lo general venden productos que se traen de sus pa¨ªses (los primeros) o que compran al por mayor.
?Pero hay que distinguir entre los artesanos?, puntualizan, ?que hacen sus productos casi totalmente a mano, y los que son s¨®lo intermediarios. Los primeros son j¨®venes que reivindican su derecho a buscar una salida individual y aut¨®noma para ganarse la vida, que lo hacen en serio y que ganan dinero para vivir tranquilamente. Esta eclosi¨®n de automarginados de formas convencionales de vida surge al mismo tiempo o inmediatamente antes que los grupos de j¨®venes que tocan m¨²sica al aire libre, de los grupos no oficiales de teatro y de todos aquellos que quieren que la calle no sea s¨®lo un lugar de tr¨¢nsito para ir de una ocupaci¨®n a otra.?
Por otra parte, aunque la venta callejera ha conocido siempre altibajos, y los momentos de carreras con la polic¨ªa municipal detr¨¢s se alternan con tiempos de tranquilidad desde hace varios a?os, la campa?a actual en contra comenz¨® a partir de febrero y se ha intensificado despu¨¦s de las elecciones municipales, en lo que podr¨ªa ser un intento de desgastar a la izquierda en temas de muy dif¨ªcil soluci¨®n, sin que sean los m¨¢s importantes.
?Quisi¨¦ramos saber por qu¨¦ la venta ambulante de artesan¨ªa y bisuter¨ªa se considera como algo que hay que vigilar y que parece constituir un peligro p¨²blico.?
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