Latinoamericanos en Espa?a: solidaridad o ignorancia
Si las mercanc¨ªas fuesen intercambiables por personas se dir¨ªa que existe entre Am¨¦rica Latina y Espa?a un intercambio desigual. Pero como de mujeres y hombres se trata, el desequilibrio verificable entre los espa?oles que viven en Am¨¦rica, y c¨®mo fueron recibidos, y los americanos que intentan residir en Espa?a, y c¨®mo se les rechaza, tiene otro nombre: ignominia.Seg¨²n datos oficiales -tan poco fiables como otros muchos que a diario nos ofrecen desde hace a?os-, existen unos tres millones de espa?oles diseminados por el mundo. De ellos, 1.700.000 viven en, Hispanoam¨¦rica (para emplear un t¨¦rmino grato a los o¨ªdos melanc¨®licos del lenguaje imperial). Hay 900.000 que residen en la Argentina de Videla; 100.000, en el Chile de Pinochet; 90.000, en el Uruguay de M¨¦ndez; 100.000, en M¨¦xico, y as¨ª podemos seguir. Por el contrario, en la desorientada Espa?a actual, por la ?gracia? de los dictadores antes nombrados y otros con similares atributos, tratan de residir alrededor de 60.000 latinoamericanos. La desproporci¨®n es de tal magnitud -suponiendo que s¨®lo se tratase de s¨ªmbolos num¨¦ricos- que el regateo y las malas ma?as empleados por los sucesores del franquismo para hacerles la vida poco menos que imposible hace que millones de espanoles se llenen de verg¨¹enza, especialmente ante la pasividad de que estamos haciendo muestra para impedir esto.
Parecer¨ªa que el problema de los latinoamericanos, por cercano, fuese menos importante que la defensa de nuestros emigrantes amenazados a su vez de expulsi¨®n, principalmente de Europa, tras haber contribuido en los ¨²ltimos quince a?os al desarrollo industrial de Francia, Alemania, Suiza y otros pa¨ªses. En este sentido, la reciente ley francesa (que Giscard defendi¨® patri¨®ticamente por televisi¨®n) que restringe la entrada y residencia de extranjeros en el pa¨ªs vecino, y las manifestaciones en su contra de los trabajadores franceses, son claros ejemplos, por una parte, de una Europa cerrada, represiva, ret¨®rica en su defensa de los derechos humanos y con una dosis creciente de racismo eurocentrista y, por otra de una solidaridad que rompe los argumentos econ¨®micos en contra de los inmigrantes.
Pero regresemos a Espa?a; hagamos un poco de historia legal. Existe a¨²n, por no haber sido derogada por otra de igual categor¨ªa, la ley promulgada en diciembre de 1969 y el reglamento correspondiente, que establece una equiparaci¨®n de los hispanoamericanos con los trabajadores espa?oles. Contra toda norma de derecho, esta ley ha sido arrinconada al desv¨¢n de los trastos. La suplant¨® una simple circular del Ministerio del Interior. Naturalmente, nadie puede negar que dicha ley fue promulgada para asistir y ayudar a los exiliados que fueron llegando a Espa?a -millares- con ocasi¨®n de la Revoluci¨®n cubana, y que sirvi¨® de amparo a los Per¨®n, P¨¦rez Jim¨¦nez, Trujillo, Batista y otros amigos del dictador. Por ese entonces no se pens¨® que miles de latinoamericanos que huyen ahora de las dictaduras podr¨ªan hacer uso, parad¨®jicamente, de esa ley. Por ello, cuando empieza a ocurrir, y aqu¨ª la paradoja se ampl¨ªa y la historia se contin¨²a, el Gobierno de la Espa?a democr¨¢tica archiva esa ley y la sustituye por infinitas ventanillas, contraindicaciones burocr¨¢ticas, ordenanzas ambiguas y posibilidades ciertas de expulsi¨®n.
Los exillados est¨¢n aqu¨ª. Los espa?oles sabemos bien por qu¨¦ se marcha la gente de su propio pa¨ªs. Pero sobre ellos se cierne la incertidumbre. El ministro del Interior acaba de hacer p¨²blica una especie de amnist¨ªa para quienes deseen refugiarse y legalizar su situaci¨®n. Pero todav¨ªa nohay estatuto de refugiado. De este modo, la amnist¨ªa para quienes tienen documentaci¨®n irregular (y aqu¨ª hay que recordar que muchos miles de los que huyen tienen los papeles en regla) se transforma en un dar la cara sin saber despu¨¦s qu¨¦ pasar¨¢. O, dicho de otra manera: sin saber si luego entrar¨¢n en los m¨¢rgenes de la definici¨®n de refugiado que emane de las Cortes.
El panorama no es propicio para el optimismo en lo que respecta al futuro, o a las definiciones, o la amplitud de las definiciones. Apenas el PSOE presenta un amplio y generoso proyecto de estatuto del refugiado, el se?or P¨¦rez Llorca lo acusa, y acusa en un tiro por elevaci¨®n a la colonia latinoamericana, de defensor de ?terroristas?. UCD, con un accionar que ya se hace inquietantemente habitual de rechazar en nombre de la Constituci¨®n lo que no le agrada o no le conviene, cierra as¨ª la posibilidad de discutir. Si a demiurgos nos ponemos, podemos adivinar que UCD quisiera una legislaci¨®n sobre refugiados que sirviera a refugiados que no han hecho nada para serio.
As¨ª las cosas, mientras los abogados expertos se?alan las m¨²ltipies fallas y trampas por omisi¨®n de esta amnist¨ªa que termina en septiembre, los exiliados siguen sin amparo, entendiendo que apenas se les ofrece que se registren. Una obligaci¨®n en defensa de los derechos humanos de acuerdo a la Convenci¨®n de Ginebra se transfigura en tr¨¢mite policial.
?Es que una vez m¨¢s hay que refrescar la memoria ucedista sobre el recibimiento que los exiliados espa?oles tuvieron en Am¨¦rica? ?Es que hay que recordar y recordar que Jos¨¦ Gaos, S¨¢nchez V¨¢zquez, S¨¢nchez Albornoz, Le¨®n Felipe, Falla, Larrea y tantos otros pudieron vivir y crear en Am¨¦rica, y crear para Espa?a, gracias a actitudes generosas como la del presidente C¨¢rdenas, de M¨¦xico, que por simple decreto reconoci¨® la residencia y los t¨ªtulos universitarios de los espa?oles? ?Qu¨¦ diferentes son nuestros gobernantes!
Es necesario explicar, por todos los canales posibles, la situaci¨®n de los exiliados latinoamericanos (sin olvidar que en la misma se hallan los ecuatoguineanos) a la sociedad espa?ola. Partidos pol¨ªticos, centrales sindicales, organismos de repercusi¨®n internacional, deben seguir el ejemplo de la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado (CEAR) y concienciar, concienci¨¢ndose, sobre este problema. Porque es cierto que la situaci¨®n econ¨®mica aqu¨ª no es buena, pero 60.000 latinoamericanos no derramar¨¢n la copa del paro. Hay que analizar, adem¨¢s, qu¨¦ tipo de inmigraci¨®n es, qu¨¦ relaci¨®n creativa y saludable se puede establecer entre ellos y Espa?a. Pero no nos dejemos enganar con el fantasma del paro. Una pregunta l¨®gica: ?qu¨¦ pasar¨ªa si los Gobiernos latinoamericanos, debido a las crisis econ¨®micas que tienen sin excepcI¨®n, decidieran enviar a casa los 1.700.000 espa?oles? Los cambiar¨ªa el Gobierno Su¨¢rez por los 60.000 americanos?
Hay que entender que la gente no viene para incordiar, sino para salvar su vida de la arbitrariedad represiva. Y no tienen que pedir el refugio como un favor, porque ¨¦ste es un antiguo derecho del sistema liberal. Y es en este punto donde quedan de lado las excusas: somos solidarios o no lo somos, y hay que definirse de qu¨¦ lado se est¨¢.
Los latinoamericanos no piden trato especial; s¨®lo que se los deje vivir en paz; que los P¨¦rez Llorca no les intenten juzgar por lo que hicieron o dejaron de hacer en sus pa¨ªses. A nosotros nos queda la acci¨®n solidaria; a las Cortes y al Gobierno, la fuerza de la ley para evitar la ignominia.
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