Fuego en la ciudad
Los 71 muertos y 106 heridos, balance oficial provisional del incendio del hotel Corona de Arag¨®n, deben ser, por desgracia, un tr¨¢gico argumento para que en este pa¨ªs se plantee con mayor rigor y seriedad todo lo relacionado con la protecci¨®n y seguridad civil. Descartada la hip¨®tesis de un acto provocado, los hechos de ayer en Zaragoza pasan a engrosar el dram¨¢tico carrusel que jalonan como puntos m¨¢s sobresalientes la tragedia del a?o pasado en ¨¦l camping de Los Alfaques o la del anterior en el aeropuerto de Tenerife por el choque de dos aviones Jumbo. Que sucedan hechos de esta naturaleza parece, en principio, m¨¢s propio de sistemas sociales econ¨®micos de orbitas tercermundistas que de pa¨ªses industrializados. Pero si el riesgo es en cualquier caso inevitable, por muchas medidas que se tomen no lo debe ser en ¨²ltima instancia la petici¨®n de responsabilidades.La legislaci¨®n espa?ola sobre normas de seguridad y prevenci¨®n de riesgos catastr¨®ficos en establecimientos p¨²blicos es un modelo de confusi¨®n, colisi¨®n de competencias y, como consecuencia, de incumplimiento generalizado. Resulta un tanto inconcebible que un pa¨ªs, para el que el turismo representa una de sus principales fuentes de riqueza y empleo, carezca de una legislaci¨®n m¨ªnima a nivel estatal y de car¨¢cter obligatorio para la prevenci¨®n de incendios.
Los ayuntamientos son los organismos competentes, sin necesidad de observar unos m¨ªnimos generales, para marcar este tipo de normas en sus ordenanzas municipales. La realidad de esta situaci¨®n conduce a que pr¨¢ctica mente s¨®lo los municipios de Madrid y Barcelona cuenten con unas disposiciones serias y se exija su cumplimiento con cierto rigor. No obstante, incluso las normas de estos dos ayuntamientos parecen un tanto anticuadas e insuficientes. En buen n¨²mero de casos son vagas recomendaciones y denotan la falta de utilizaci¨®n de criterios t¨¦cnicos sobre la calidad y caracter¨ªsticas de los materiales de construcci¨®n. Quiz¨¢ este caos legislativo, esa despreocupaci¨®n generalizada responde a actitudes m¨¢s profundas. La obsesiva preocupaci¨®n existente en pa¨ªses como Estados Unidos y Gran Breta?a, manifestada en una constante se?alizaci¨®n de salidas de urgencia, escaleras de incendio, etc¨¦tera, responde a una concepci¨®n de la vida social respetuosa y precavida, donde la improvisaci¨®n y el genio ceden su sitio a la aplicaci¨®n de la t¨¦cnica.
Es, en definitiva, la m¨¢nifestaci¨®n primera de respeto de una Administraci¨®n para los ciudadanos que les pagan y que pueden tranquilamente pernoctar en un hotel, sin necesidad de despertar a primeras horas de la ma?ana sobresaltados por el fuego, el humo y las llamas.
En resumen, esperamos y deseamos que estos graves sucesos llamen la atenci¨®n del Gobierno y de los nuevos ayuntamientos sobre las caracter¨ªsticas concretas y reales del administrar. De nada sirve, por lo dem¨¢s, instrumentar leyes si no se cumplen, si las corruptelas administrativas, la improvisaci¨®n, el chalaneo o el amiguismo cunden entre los responsables de aplicar la ley. De nada servir¨¢ que lluevan chorros de tinta lamentando la tragedia ni acudan las autoridades a expresar su condolencia a las v¨ªctimas si no se hace caer las responsabilidades de los fallos sobre quien verdaderamente sea responsable y si no se prev¨¦ en el futuro una ordenaci¨®n adecuada de la seguridad c¨ªvica. Espa?a es un pa¨ªs con la cultura y renta suficientes para instrumentar una organizaci¨®n de protecci¨®n civil a la altura de los tiempos.
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