Entre Scila y Caribdis
diputado por Guip¨²zcoa del PSE-PSOEEn el habla popular se ha acu?ado lo de ?quedar de guapo?, y a trav¨¦s de las intervenciones que en el debate ideol¨®gico se est¨¢n prodigando tengo la sensaci¨®n que el Partido Socialista es bell¨ªsimo.
Recientemente, un compa?ero de gran humanidad -en el doble sentido de la palabra-, al tiempo que afirmaba no importarle ser considerado moderado, asuritiendo as¨ª el tremendo insulto, por la otra concursaba a la majeza distinguiendo entre socialdem¨®cratas, que son quienes se quedan en los problemas concretos, y socialistas, los cuales a?aden al pragmatismo la utop¨ªa y un horizonte de liberac¨ª¨®n.
Como no pretendo concitar aplausos, sino suscitar cuestiones y, ante todo, talante desembarazado en su discusi¨®n, pienso que as¨ª como cada cual ha de tener el derecho de distinguir entre socialismo y socialdemocracia, tambi¨¦n yo lo tengo para exponer a quien favorece en primer lugar la referida diferenciaci¨®n.
Por una parte, a UCD, la cual intenta cubrir pudorosamente su entidad patrimonial, perteneciente a unos pocos, bajo la veladura de un ¨¢mbito plural en el que tambi¨¦n cupieran los denominados socialdem¨®cratas. El vestido es, por el momento, hoja de parra, mas pudiera tener mayores holguras si nuestro partido se empe?ara en mantener im¨¢genes recortadas.
Por otra parte, a los herederos de lo que hist¨®ricamente se viene denominando revoluci¨®n de octubre les correspondi¨® romper con el vocablo. Lenin, Trotski y sus corifeos, al tiempo que iniciaron la persecuci¨®n contra los disidentes, cambiaron la denominaci¨®n de su organizaci¨®n -Partido Socialdem¨®crata-, transform¨¢ndolo en Partido Comunista, y de ah¨ª arranc¨® un proceso que intent¨® separar a los buenos socialistas de los perversos socialdem¨®cratas, como de la paja al trigo, a fin de hacer con ¨¦ste un sabroso pan que fuera f¨¢cilmente asimilado. As¨ª ocurri¨® lo que se calific¨® como bolchevizaci¨®n de los partidos socialistas, intentado tambi¨¦n en nuestro pa¨ªs desde las juventudes, cuyo secretario general se llamaba Santiago Carrillo.
Afortunadamente, los partidos socialistas supieron resistir los embates, y ahora, al margen de las necesarias disquisiciones te¨®ricas sobre el deber ser, y apuntando m¨¢s a los resultados que a las intenciones, vemos las consecuencias de la bifurcaci¨®n de ambas corrientes, la de los comunistas y la de los socialistas o socialdem¨®cratas, cuya direcci¨®n ha conducido a los pa¨ªses que han tenido la ocasi¨®n de autogobernarse a trav¨¦s de su fecunda elecci¨®n, a las cotas de libertad y justicia jam¨¢s hasta ahora alcanzadas. No se trata de subrayar ninguna naci¨®n en concreto, pero se?alamos a Suecia por haberse referido a ella un compa?ero al manifestar que nuestras v¨ªas de transformaci¨®n social han de ser necesariamente distintas, en raz¨®n de otras circunstancias. Ya nos dar¨ªamos con un canto en los dientes si, mediante aquella andadura, lleg¨¢ramos r¨¢pidamente a la situaci¨®n n¨®rdica, mas temo que, por ahora, sea imposible, ya que si el socialismo ha de arribar por la din¨¢mica de varios factores -se?alados por los marxistas-, siendo principal el desarrollo de las fuerzas productivas -entre las que el trabajo es elemento esencial-, resulta que, con independencia del ¨ªndice de desempleo, la poblaci¨®n activa en Suecia alcanza la mitad de la total, mientras en estas latitudes no llega a la tercera parte.
En l¨ªneas anteriores he insinuado la coincidencia entre socialdemocracia y socialismo, neg¨¢ndome a la maniquea contradicci¨®n que puede favorecer a quienes -desde orillas opuestas- impugnan la reflexi¨®n y el quehacer del socialismo democr¨¢tico. Ahora la afirmo. No se trata de quedarse en el pragmatismo, sino precisamente avanzar, desde las posibilidades de lo cotidiano, a un horizonte de liberaci¨®n; pero entonces no inventemos fantasmas que alancear, pues la socialdemocracia actual ofrece un puente creador entre los fines y los m¨¦todos, incluso la m¨¢s moderada de todas ellas, la alemana, que tambi¨¦n forma parte rigurosa del movimiento socialista internacional. El SPD, en su marco de orientaci¨®n '85, expresa que: ?El orden social contempor¨¢neo se caracteriza, en todos los pa¨ªses del mundo, por la contradicci¨®n entre las posibilidades econ¨®micas, sociales, pol¨ªticas e intelectuales de que dispone el hombre, y lo que con ellas hace. Hist¨®ricamente, la idea del socialismo naci¨® de la toma de conc¨ªencia de esta contradicci¨®n. De la posibilidad de superarla extrae la esperanza de que la libertad, la justicia y la solidaridad sean en la vida social algo m¨¢s que una utop¨ªa. Nuestra pol¨ªtica desea superar la determinaci¨®n ajena de la persona y someter, en la medida de lo posible, las condiciones sociales de vida a la libre autodeterminaci¨®n de los hombres que conviven en la sociedad.?
El dilema socialdemocracia o marxismo es, te¨®ricamente, incorrecto, y pol¨ªticamente, inadecuado. En cuanto a lo primero, por no ser posible equiparar un m¨¦todo de conocimiento con una acci¨®n pol¨ªtica que precisamente legitima ese m¨¦todo -junto a otras aportaciones- como importante contribuci¨®n a la reflexi¨®n sobre la realidad social en orden a su transformaci¨®n. En relaci¨®n a lo segundo, faltan elementos clarificadores en ambos t¨¦rminos de la alternativa, por existir diversas variantes socialdem¨®cratas (sueca, alemana, austriaca, brit¨¢nica), como se dan antag¨®nicas concepciones del marxismo (el sector CERES franc¨¦s, el sovi¨¦tico, chino y alban¨¦s), y si para grupos importantes el marxismo de los socialistas democr¨¢ticos no tiene nada que ver con el de los totalitarios, hay que contar con la permanente discusi¨®n pol¨ªtica a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n -casi siempre en manos conservadoras- y con su simplificaci¨®n en per¨ªodo electoral, en el que la derecha, con torcidera intenci¨®n, trata de confundir a capas socialmente vinculadas a perspectivas de izquierda m¨¢s pol¨ªticamente inciertas.
Alguna consecuencia de ello la hemos padecido. Nuestro XXVIII Congreso estuvo sobrecargado ideol¨®gicamente, como no podr¨ªa ser menos al cabo de cuarenta a?os de forzoso silencio y pugnaz persecuci¨®n.
M¨¢s tarde, afrontamos las ¨²ltimas elecciones generales con un programa adecuado a las necesidades del pa¨ªs y al nivel de sensibilidad transformadora de la mayor¨ªa, pero, en los ¨²ltimos rnomentos, se desvi¨® la tendencia como consecuencia, en parte, de la propaganda masiva de UCD -encabezada por el presidente Su¨¢rez-, que trat¨® de exponer con acentos catastrofistas las diferencias entre dicho programa electoral y el congresual, acentuando la inmediatez de una sociedad colectivista, tal y como pod¨ªa derivarse de los aspectos ret¨®ricos de ¨¦ste. La importante abstenci¨®n -en relaci¨®n con las primeras legislativasnos perjudic¨® y estoy convencido que se produjo por la incidencia gubernamental en un sector de la opini¨®n que aspiraba cautamente a convenientes cambios, que estaba dispuesto a asumir el proyecto socialista -tal y como lo expusimos por todos los rincones del pa¨ªs-, pero que se comport¨® medrosamente ante unas perspectivas de futuro que nuestros contrincantes, con trazos gruesos, manifestaron sobre la base de la contradicci¨®n entre ambos programas. Esa opini¨®n de centro-izquierda no apoy¨® a la derecha, pero al inhibirse, confirm¨® su precario predominio.
De lo anterior deducir¨ªa, como ense?anza ejemplif¨ªcadora, que la alternativa no es la ficticiamente mantenida por los que se autodenominan radicales del partido -socialdemocracia o marxismo-, la cual, por otra parte, es una reiteraci¨®n del permanente debate sobre el sexo de los ¨¢ngeles, sino la que se establece entre una organizaci¨®n pura y dura, autocomplaci¨¦ndose en su hermoso ombligo, y otra, que sabe -y transforma esta sabidur¨ªa en plural militancia-que s¨®lo desde los ¨¢mbitos del poder -y apoy¨¢ndose en la permanente insistencia popular en el cuadro constitucional- se pueden realizar los cambios sociales, exigidos por quienes comprenden su necesidad y necesitados por los que a¨²n no poseen clara conciencia de ello.
Y para esto es fundamental no s¨®lo el contenido de nuestras pro puestas, sino la forma de viabilizarlas, a fin de ser asumidas por todos los estratos asalariados y el vario espectro de las clases trabajadoras.
Tras cuarenta a?os de dictadura eh los que se han roto tradiciones filol¨®gicas de connotaci¨®n pol¨ªtica, y han emergido nuevos sectores asalariados de dif¨ªcil competencia cultural, debernos dedicar m¨¢s atenci¨®n a los problemas sern¨¢nticos, para destacar que la utilizaci¨®n continua y excluyente del t¨¦rmino marxista, como referente ideol¨®gico del partido, es desacertada en cuanto adem¨¢s de no corresponder al pluralismo socialista incurre en el riesgo de vincularlo a rechazables experiencias autoritarias que lo utilizan. Asimismo el t¨¦rmino socialdemocracia, si bien es cierto que no pertenec¨ªa al convencionalismo formal del lenguaje socialista espa?ol de la anteguerra, no es menos verdad su asunci¨®n por un amplio sector de la ciudadan¨ªa -ligada a los nuevos oficios y t¨¦cnicas aparecidas en los ¨²ltimos veinte a?os-, el cual bautiza sus reclamaciones de libertades consolidadas y progresos igualitarios como aspiraciones socialdem¨®cratas.
Seamos rigurosos con el tiempo que vivimos y con los deseos de estos asalariados, insert¨¢ndoles -de modo adecuado a sus peculiares vivencias- en el contexto socio-pol¨ªtico que el PSOE debe representar. De lo contrario se ir¨ªan a otra parte.
Y para los inmersos en un talante del socialismo que califican de cl¨¢sico y qu¨¦ algunos pueden tildar de antiguo hemos de decir que tambi¨¦n en la preguerra nuestro partido supo encarnar plurales sensibilidades.
Para algunos dirigentes del PSOE el socialismo representaba la trascendencia del liberalismo, lo que significaba no marginarlo, sino asumirlo, por cuanto en el orden pol¨ªtico se constitu¨ªa en fundamento de libertades. As¨ª, Indalecio Prieto pudo decir: ?Soy socialista a fuer de l¨ªberal? y, del mismo modo, no ya sobre el plano del quehacer, sino del entender intelectual, la herencia ¨¦tica de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza se verti¨® en el hondo caudal que hace ya un siglo brot¨® de la Asociaci¨®n del Arte de Imprimir; y hombres como Fernando de los R¨ªos y Juli¨¢n Besteiro complementaron la acci¨®n partidaria, globaliz¨¢ndola, desde una perspectiva humanista.
El socialismo gradualista de Prieto, De los R¨ªos y Besteiro; la adecuaci¨®n de las medidas a los imperativos de la realidad social para llegar a los fines propuestos; la democracia econ¨®mica, ?no puede tambi¨¦n, leg¨ªtimamente, de no insuperable, para vincularse en su devenir con la democracia social y la democracia econ¨®mica, ?no puede tambi¨¦n, leg¨ªtimamente, denominarse socialdemocracia? La afirmativa es mi respuesta.
S¨®lo un partido socialista capaz de comprometer los intereses e ideas sectoriales de los diversos componentes de la clase asalariada y de las capas medias en una coordinaci¨®n de la que surjan, con lenguaje jugoso e imaginativo, ideas-fuerza asumidas por las plurales subclases de trabajadores, ser¨¢ capaz de conseguir la mayor¨ªa social para el cambio social.
Algunos dir¨¢n que dilatar las fronteras del socialismo democr¨¢tico pudiera acarrear la p¨¦rdida de fuerza por la lindante con el Partido Comunista. No lo creo, en absoluto, porque los hombres y mujeres que nos apoyan tienen la pasi¨®n de la libertad, y el comunismo uncido-a sus or¨ªgenes no puede desprenderse de la sospecha convertida en lamentable certidumbre en los pa¨ªses en que impera sin posible alternativa, o en la memoria de sus frustradas tentativas, como en el vecino Portugal.
Entre la derecha y el leninismo -sea terminol¨®gicam ente aludido o eludido- el socialismo espa?ol ha de plantar su recia estatura. Scila y Caribdis no han de ser dos rocas que escrutan, despiadadamente, la singladura de la fr¨¢gil nave en el estrecho, sino meras e indecisas contempladoras de la impetuosa y amplia corriente que ha de transformar, ilusionadoramente, nuestra sociedad en crisis.
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