Obispos documentales
Te¨®logo
Me parece dif¨ªcil que podamos autoconvencernos los fieles cat¨®licos de tener a nuestro servicio unos obispos ?monumentales?. Y pienso que no ser¨ªa muy deseable (ni siquiera conveniente) tenerlos, Porque no favorecer¨ªa la fraternidad, el esp¨ªritu de igualdad que deber¨ªa prevalecer siempre entre todos los miembros de cualquier Iglesia cristiana.
Pero lo malo es que nuestros obispos, en vez de ?monumentales?, nos han salido ?documentales?.
Me refiero al documento que sobre Matrimonio y familia hizo p¨²blico la Conferencia Episcopal Espa?ola el 7 de julio del a?o en curso. (Es preciso notar que hubo doce obispos que votaron en contra del documento y cinco que votaron en blanco; los votos a favor fueron 48.)
El excelente cat¨®lico que es Alfonso Carlos Com¨ªn, en un art¨ªculo publicado en Mundo Obrero el 11 de julio, dec¨ªa que el documento es, para un cristiano, como un mazazo en la cabeza. Y a?ad¨ªa: ?Personalmente me siento aturdido por este texto que, correcciones vaticanas incluidas, en sentido regresivo, por lo que parece, nos retrotrae a los tiempos de la moral represiva, ciega y oscura de los confesonarios, generalmente lagers de tortura psicol¨®gica. ?
Mi primera reacci¨®n espont¨¢nea, al tener noticia del documento, fue menos dram¨¢tica. Probablemente, porque, siendo yo mucho m¨¢s viejo que Com¨ªn, mi cabeza est¨¢ ya acorazada a toda suerte de golpes.
Lo primero que se me vino a la mente fue un texto b¨ªblico del libro de los Proverbios (17,12): ?Mejor topar con una osa a quien le han quitado los cachorros que con un necio que dice chorradas.?
Es un texto que tengo en la memoria, porque me parece genial. De aqu¨ª que se me viniera a las mientes al tener noticia del documento.
Pero, cuidado, en seguida me puse a analizar esta primera reacci¨®n.
Yo no digo ni pienso que nuestros 48 obispos sean necios. Creo que no tengo derecho a pensarlo. Y no quiero pensarlo. (A lo mejor Dios lo piensa as¨ª, pero a m¨ª no me dice Dios lo que piensa. Como tampoco a los obispos se lo dice.)
Ni siquiera pienso que el documento sea una ?chorrada?. Pienso, y lo digo, que el documento, en lo tocante a la normativa ¨¦tica, es francamente malo. Pero lo de ?chorrada? ser¨ªa poco considerado y cort¨¦s.
En cambio, lo que sigue en pie de mi primera reacci¨®n espont¨¢nea es esto: ?Mejor topar con una osa a quien le han quitado los cachorros? que con el apartado cuarto del documento de nuestra Conferencia Episcopal. Esto s¨ª que se puede decir sin faltar a la cortes¨ªa ni vulnerar la comuni¨®n eclesial.
Quiero hablar como cat¨®lico y como te¨®logo (aunque modesto), pero no como ?cura?, pues me expreso a t¨ªtulo exclusivamente personal.
EL PAIS, en su editorial de 8 de julio, dedicada al documento, reconoce respetuosamente ?el derecho y el deber de la Iglesia cat¨®lica de mantenerse fiel a su ideolog¨ªa en este terreno?. Este no entrar en los problemas internos de la comunidad eclesial me parece la posici¨®n mejor para un diario no confesional. Lo que le preocupa, con toda raz¨®n, a EL PAIS es que una orientaci¨®n moral sobre las creencias de los fieles pueda venir dictada, confusa y pr¨¢cticamente, como una indicaci¨®n de actitudes como ciudadanos.
Mientras no quede del todo claro que un ciudadano (cat¨®lico o no cat¨®lico), aunque considere ¨¦ticamente negativos, seg¨²n su conciencia, el uso de anticonceptivos, el divorcio y todos los casos de aborto, puede ser favorable a leyes liberalizadoras en esas materias (cosa que es conforme a la doctrina de santo Tom¨¢s de Aquino, entre otros), resultar¨¢ que las actuaciones intraeclesiales de los obispos constituyen un obst¨¢culo para la realizaci¨®n de la democracia en el Estado.
Por tanto, mientras no quede clara esta plena libertad de los cat¨®licos en el ejercicio de sus funciones c¨ªvicas, fuera de toda injerencia autoritaria de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, la Iglesia cat¨®lica representar¨¢ de hecho en Espa?a un factor real antidemocr¨¢tico.
Y esto es una cosa muy grave no s¨®lo para el Estado y la sociedad espa?oles, sino, ante todo, para la Iglesia de Cristo (desde el punto de vista de la fe).
Los obispos, en su documento, deber¨ªan, a mi juicio, haber dejado esto muy claro. Me parece que no lo han hecho suficientemente. A prop¨®sito del divorcio s¨ª reconocen que no siempre debe el legislador elevar a categor¨ªa legal toda exigencia ¨¦tica. Est¨¢ bien la advertencia, pero la afirmaci¨®n se queda bastante arrinconada. El clima general del documento responde poco a ella.
Pero hay algo m¨¢s que yo quisiera a?adir, como cat¨®lico y te¨®logo.
No hay nada en la fe ni en la buena teolog¨ªa que nos impida pensar que el documento de los obispos no acierta con la ?verdad objetiva? (?) ni en lo que dice de la contracepci¨®n o de las relaciones prematrimoniales, ni en lo del divorcio, ni en lo que afirma acerca del aborto, en los t¨¦rminos en que lo hace.
Es m¨¢s. Los buenos moralistas contempor¨¢neos (te¨®logos o fil¨®sofos) est¨¢n bastante de acuerdo en considerar que la estructura de la ley moral no es reductible a la de un c¨®digo de ?recetas? r¨ªgidas, sino que se trata de un conjunto de ?pistas? (de ?direcciones de valor?), en las que la conciencia ha de buscar la soluci¨®n ¨¦ticamente mejor (o menos mala) a problemas y situaciones a veces muy complejos.
Desde el punto de vista de esta concepci¨®n de la moral (a la que se aproxima mucho la doctrina del concilio Vaticano II en el n. 16 de la enc¨ªclica Gaudium et spes), el apartado cuarto del documento episcopal est¨¢, a mi juicio, fundamentalmente desorientado, porque responde a la concepci¨®n de una moral de proposiciones r¨ªgida y definitivamente codificadas. Y esa noci¨®n de ley moral es probabil¨ªsimamente falsa.
Ya he explicado otras veces, tambi¨¦n en este peri¨®dico, la plena libertad de conciencia y de opci¨®n moral que conservan los cat¨®licos frente a ense?anzas morales no infalibles y posiblemente equivocadas de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica.
Pero lo grave es que muchos fieles, despu¨¦s de siglos de un ejercicio inquisitorial y autoritario del jerarquismo en la Iglesia cat¨®lica, han perdido esa justa libertad interior.
Para muchos de ¨¦stos s¨ª que el documento de los obispos puede ser un mazazo.
A los que, con dificultades, iban libr¨¢ndose de una moral que, para ellos, resultaba inexorablemente ciega y oscura (y lo iban consiguiendo sin renunciar por ello a la dignidad de la conciencia), el documento los vuelve a arrojar (o lo intenta) a las angustias del lager.
?Qu¨¦ consiguen con esto los obispos? ?Acercar a la gente al ejercicio del bien en la libertad paulina del Esp¨ªritu o mantenerlos en aquella mezquina ?rueda de la existencia? que cantaba el esc¨¦ptico Campoamor: ?Pecar, hacer penitencia, luego volver a empezar??
En mi juventud, para obtener el doctorado en filosof¨ªa en la Universidad Gregoriana de Roma, hice una tesis sobre la doctrina de la ley natural en Luis de Molina y otros te¨®logos jesuitas de la segunda mitad del siglo XVI.
Molina ten¨ªa una idea clara de que en las exigencias de la ley moral se da una multiplicidad de niveles. Hay cosas -dec¨ªa- muy fundamentales, que dif¨ªcilmente se pueden ignorar de buena fe, Pero otras son mucho menos claras y pueden resultar inasequibles incluso para gente sincera y no desprovista de sentido moral. Molina situaba en este nivel las relaciones prematrimoniales. El documento de nuestros obispos, en sensibilidad y apertura ¨¦ticas, queda muy por debajo de estos te¨®logos del siglo XVI.
En un plano de pedagog¨ªa moral, ?qu¨¦ consiguen los obispos con sus dogmatizaciones tajantes?
Evidentemente, unas relaciones prematrimoniales (incluso si nunca pudiesen ser objetivamente l¨ªcitas, cosa cuestionable) pueden vivirse concretamente realizando en ellas altos valores personales y ¨¦ticos o pueden vivirse de un modo humana y moralmente desastroso. Conden¨¢ndolas sin m¨¢s, los obispos en nada ayudan a que, quienes de hecho van a vivir relaciones de ese tipo, lo hagan de un modo ¨¦ticamente valioso (al menos relativa y concretamente) y no de un modo enteramente negativo.
Esto no es m¨¢s que un ejemplo.
Creo que el tenor del apartado cuarto del documento episcopal le priva de todo valor ?pedag¨®gico?. Por lo menos me lo temo. Es un documento que ?promulga? una ley abstracta, probablemente bastante equivocada. Pero no ?ense?a? a la gente a vivir, concreta y pr¨¢cticamente, de un modo ¨¦tica y cristianamente Positivo.
Tal es mi impresi¨®n. Y es una pena. Para m¨ª, como cat¨®lico, particularmente lamentable. Peor que toparse con una osa a la que le han quitado los cachorros.
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