Una aut¨¦ntica pol¨ªtica tur¨ªstica debe renovar la imagen del pa¨ªs
La privilegiada posici¨®n de Espa?a en el mercado tur¨ªstico mundial est¨¢ suficientemente consolidada a corto plazo, pese a las importantes deficiencias de planteamiento que se han acumulado en los ¨²ltimos diez a?os. Tienen raz¨®n los responsables p¨²blicos y privados del sector cuando afirman que ning¨²n otro pa¨ªs mediterr¨¢neo est¨¢ en condiciones de ofertar una capacidad similar de absorci¨®n de grandes contingentes de visitantes. Es un dato cierto que s¨®lo la isla de Mallorca posee mayor n¨²mero de plazas hoteleras que toda Grecia, por citar un ejemplo de pa¨ªs competidor. Pero todo esto no debe hacer olvidar que Espa?a fue tambi¨¦n, hace m¨¢s o menos quince a?os, un potencial competidor y que una serie de circunstancias le auparon al liderazgo que actualmente ocupa.La experiencia espa?ola ha servido de modelo a muchos pa¨ªses, aunque es bien cierto que la mayor¨ªa de ellos no parecen haber dado con la f¨®rmula adecuada para alcanzar id¨¦nticos resultados. El turismo es en este pa¨ªs el principal aportador de divisas (5.000 millones de d¨®lares en 1978), y una de las actividades que genera mayor valor a?adido y hace posible la potenciaci¨®n de importantes subsectores industriales, adem¨¢s de su obvia incidencia en la construcci¨®n. Por todo ello, son muchos los pa¨ªses -desarrollados o no- que han intentado e intentan absorber siquiera parte del negocio tur¨ªstico, no ya s¨®lo por las repercusiones a nivel interno en sus econom¨ªas, sino tambi¨¦n como medio de contribuir al desequilibrio de sus cuentas exteriores, cada a?o m¨¢s gravadas por los pagos del petr¨®leo importado.
El ejemplo espa?ol
La mayor parte de los pa¨ªses que han decidido optar al mercado tur¨ªstico en los ¨²ltimos a?os han cometido una serie de errores, en cierta modo por seguir al pie de la letra la experiencia espa?ola, sin tener en cuenta las peculiares, y en cierto modo irrepetibles, circunstancias en que se produjo la conformaci¨®n de una industria tur¨ªstica en este pa¨ªs. El vertiginoso desarrollo de la capacidad hotelera y extrahotelera deriv¨® -en Espa?a- de dos factores esenciales: el bajo coste de la mano de obra en el momento del boom y, la existencia de un sector de la construcci¨®n con un cierto nivel de desarrollo tecnol¨®gico que hizo posible edificar a ritmos vertiginosos en aquellos primeros a?os. Ninguno de los intentos ha fructificado hasta el momento, pero a medio y largo plazo la situaci¨®n puede variar, porque en otros aspectos, m¨¢s all¨¢ de la simple capacidad, los competidores se han mostrado m¨¢s afortunados.
La industria tur¨ªstica espa?ola se encuentra en estos momentos en una delicada situaci¨®n ante el futuro, sobre todo como consecuencia de no haber racionalizado su desarrollo, excesivamente concebido bajo la dependencia de una temporada veraniega al completo y unos m¨¢rgenes de explotaci¨®n elevados que permitan la supervivencia durante los restantes meses de cada a?o. La llamada temporada alta, que no va m¨¢s all¨¢ del per¨ªodo entre el 10 de julio y el 20 de agosto, es, por lo general, la base -cuando no la exclusiva actividad- para el sector tur¨ªstico del pa¨ªs. Esta es una realidad que convendr¨ªa corregir paulatinamente, aun teniendo en cuenta la complejidad de factores que intervienen en ella, desde el clima a la r¨ªgida programaci¨®n de las vacaciones escolares en casi todos los pa¨ªses europeos.
La pol¨ªtica de captaci¨®n de turistas en este pa¨ªs se basa esencialmente en el sol y las playas. Es esa la imagen propiciada permanentemente por la Administraci¨®n y los promotores privados, con t¨ªmidas y espor¨¢dicas inclusiones de otros aspectos, en las campa?as llevadas a cabo en el extranjero. Imagen que, a qu¨¦ negarlo, ha rendido importantes frutos, pero que, al tiempo, limita extraordinariamente las posibilidades de desestacionalizar la afluencia tur¨ªstica, intentando repartirla durante los doce meses del a?o.
El mercado tur¨ªstico es, como cualquier otro, influenciable por una pol¨ªtica comercial mejor o peor planteada. Una serie de circunstancias pusieron a Espa?a de moda hace poco m¨¢s de una d¨¦cada y la han mantenido en esa posici¨®n; pero antes de que la estrella decline conviene renovar la imagen como ¨²nico medio de evitarlo. Y, en ese sentido, la ¨²nica v¨ªa que se intuye es la de ir m¨¢s all¨¢ de los t¨®picos tradicionales a la hora de intentar promocionar la idea de que Espa?a es el pa¨ªs id¨®neo para pasar unas vacaciones. La f¨®rmula elegida bien pudiera ser la de intentar mostrar que este pa¨ªs est¨¢ en condiciones de ofrecer algo m¨¢s que sol y playas contaminadas. De igual modo que en un determinado momento se alcanz¨® la conclusi¨®n de que la proverbial simpat¨ªa de los espa?oles y su hospitalidad no eran suficientes para compensar la falta de alojamientos e Instalaciones, no se puede ignorar que el concepto de ocio se encuentra sometido a revisi¨®n en todo el Occidente industrializado.
Durante d¨¦cadas, hablar de una pol¨ªtica tur¨ªstica se ha interpretado como sin¨®nimo de destinar una partida presupuestaria a un organismo determinado de la Administraci¨®n, encargado fundamentalmente de la organizaci¨®n y realizaci¨®n de labores promocionales en el extranjero. O, a lo sumo, tutelar y, en su caso, reprimir los desmanes de la industria hotelera en general. Esto, con ser importante, no es, ni mucho menos, todo lo que corresponde hacer en el marco tur¨ªstico, si de verdad se quiere mantener el liderazgo actual. Es, sin embargo, lo que se sigue haciendo, si exceptuamos la reciente actuaci¨®n de la secretar¨ªa de Estado correspondiente, propiciando la unificaci¨®n de los hoteleros del pa¨ªs, como medio de negociar en mejores condiciones con los grandes mayoristas del mercado. Otro tema es que la industria, los empresarios, no hayan sido capaces de utilizar ese instrumento con la madurez suficiente y se hayan lanzado a comprometer sus posibilidades futuras, aplicando incrementos desorbitados de precios.
Responsabilidad colectiva
Una aut¨¦ntica pol¨ªtica tur¨ªstica supone mucho m¨¢s. Los factores que inciden directamente en el fen¨®meno tur¨ªstico son muy variados y se incluyen en las competencias de la mayor parte de los organismos de la Administraci¨®n y, por descontado, ata?en al sector que se fundamenta directamente en ¨¦l. Formular una pol¨ªtica tur¨ªstica excede de las posibilidades de este o aquel ministerio y tiene que ver con todos y cada uno de ellos. Tan descabellado resulta que el de Obras P¨²blicas deba resolver repentinamente el abastecimiento de agua a Benidorm -por citar un ejemplo reciente-, porque nadie se ha preocupado de preverlo, como que Industria permita la instalaci¨®n de una planta petroqu¨ªmica junto a un n¨²cleo de vacaciones en plena fase de promoci¨®n. Lo mismo se podr¨ªa decir de los transportes, la ordenaci¨®n del paisaje, el abastecimiento alimenticio, la cobertura energ¨¦tica y todo el conjunto de servicios necesarios que derivan de incrementar cada a?o entre treinta y cuarenta millones de personas la poblaci¨®n habitual del pa¨ªs. Resulta obvio que nada de todo eso puede lograrse de un d¨ªa para otro, ni mucho menos improvisarse; pero tampoco es l¨®gico considerar permanentemente al turismo como la vaca sagrada de la econom¨ªa espa?ola, a la que ni siquiera es preciso cuidar y alimentar. Si se desea mantener la actual posici¨®n de privilegio, urge ser consecuentes con ello, antes de que sea demasiado tarde. Algunos pa¨ªses que nos precedieron en disfrutar de tan saneada industria pudieran servir de ejemplo respecto a lo que cuesta recuperar una imagen perdida. Pero lo que debe ser m¨¢s importante a tener en cuenta es la evidencia de que este pa¨ªs no puede prescindir bajo ning¨²n concepto de lo que representa el turismo a sus actuales niveles. Y en ello se incluye como parte sustancial que si el servilismo tercermundista es inaceptable e indignante para nosotros, el intento permanente de exprimir al turista puede ser nefasto. Un pa¨ªs tan imbuido de su grandeur como Francia acaba de desarrollar una campa?a a favor de la amabilidad con los visitantes. Ser¨ªa conveniente evitar que aqu¨ª hubiera que hacer lo mismo, pero no refiri¨¦ndonos s¨®lo a la simpat¨ªa personal, sino a todo el conjunto de lo que se ofrece cuando se intenta promocionar tur¨ªsticamente a Espa?a.
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