Los ciudadanos sovi¨¦ticos inician una campa?a contra la delincuencia en su pa¨ªs
?En algunas zonas de nuestra ciudad es peligroso salir a partir de la media tarde. Bandas de j¨®venes destruyen los ¨¢rboles y bancos de los parques. Los barrios de nueva construcci¨®n aparecen con las paredes embadurnadas por pintadas y dibujos. Se lanzan injurias a los paseantes, ataques f¨ªsicos a las familias y se producen violaciones. Robos en las escuelas y en algunos casos se termina en delito de sangre.? Los peri¨®dicos acogen casi a diario denuncias claras y concretas. Al joven perturbador del orden p¨²blico se le denomina en el lenguaje oficial de la URSS, huligan. Contra el huliganismo se piden medidas en breve plazo.Grozni, Termitan, Krasnodar, Gorky, Leningrado, Jarkov, Mosc¨², son las primeras de una lista interminable de ciudades en todas las rep¨²blicas donde se producen a diario sucesos protagonizados por j¨®venes borrachos, que no estudian ni trabajan, van armados con navajas o cadenas, roban coches, asaltan viviendas e imponen sus leyes con relativa impunidad. Existen leyes para castigar estas faltas de respeto a la sociedad, con privaci¨®n de libertad que puede alcanzar hasta los siete a?os, pero frecuentemente se aplica a estos vagabundos la indulgencia. Se recuerda ahora a Pedro el Grande cuando se quejaba: ?Para qu¨¦ hacer las leyes, si no se van a cumplir.?
Por un decreto promulgado en 1977 se reducen las penas para los delincuentes primerizos, en un intento de rebajar el n¨²mero de huliganes, y se reemplaza la privaci¨®n de libertad por reprobaci¨®n p¨²blica o simple multa. La milicia puede renunciar a instruir un proceso judicial si el delito est¨¢ previsto en el c¨®digo penal con castigo inferior a un a?o. Estas medidas liberales no son aceptadas con agrado por la poblaci¨®n, que, al contrario, exige un mayor rigor en la aplicaci¨®n de las leyes, ante el constante aumento de los delincuentes juveniles.
Por su parte, los organismos jur¨ªdicos reparten la culpabilidad sobre los j¨®venes delincuentes entre las familias, ?que les consienten y miman, compr¨¢ndoles prendas de vestir extranjeras, magnet¨®fonos y motocicletas?; los educadores, ?que no han sabido orientarles?; las empresas, ?que se preocupan poco de la educaci¨®n de sus obreros?, y la radio y la televisi¨®n, ?que hacen poca propaganda de las leyes?.
El sentimiento de inseguridad aumenta al mismo tiempo que crecen los actos de gamberrismo. Los motivos de este aumento no difieren mucho de las causas que producen la delincuencia juvenil en los pa¨ªses occidentales. La diferencia de sistemas sociales no tiene nada que ver en este problema. Las relaciones sociales y familiares son an¨¢logas en los sistemas capitalista y socialista. Los padres trabajan y los hijos est¨¢n practicamente solos todo el d¨ªa. La crisis de la juventud es mundial y es preciso admitir que la mayor¨ªa de los j¨®venes, en Mosc¨² o Washington, en San Francisco o Jabarosk, no creen en nada y carecen de un sistema de valores que les incite a mantener unos determinados criterios morales.
El argumento oficial de que en la sociedad sovi¨¦tica no hay causa socioecon¨®mica para la delincuencia se derrumba por la realidad de los hechos. Ante la carencia de datos no es f¨¢cil el an¨¢lisis, pero se sabe que del 70% al 80% de los delincuentes juveniles provienen de familias mal avenidas, que viven en ambientes de vulgaridad donde el alcoholismo de los padres suele servicio frecuente. El nivel cultural de los delincuentes es generalmente bajo; sus deseos, primitivos, y sus intereses, elementales. La ciudad, tambi¨¦n en los pa¨ªses del Este, produce mayor n¨²mero de delincuencia que las zonas rurales, donde existe un mayor equilibrio social.
Los ciudadanos sovi¨¦ticos piden en sus cartas medidas firmes y seguras y ?pasar de las palabras a los hechos?. Solicitan que el n¨²mero de milicianos, polic¨ªa de la ciudad, sea aumentado y que ning¨²n suceso, por peque?o que parezca, quede impune, con un control de los ¨®rganos jur¨ªdicos superiores sobre las resoluciones de los juzgados.
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