Ulster-Pa¨ªs Vasco: actitudes dispares
En todas partes ha llamado la atenci¨®n la forma en que la primera ministra brit¨¢nica Margaret Thatcher ha reaccionado ante la hecatombe del ?lunes de sangre? que tan terriblemente han hecho memorable los terroristas del IRA: el viaje al Ulster, la visita a las v¨ªctimas hospitalizadas, la reuni¨®n con las autoridades locales y la presencia entre las tropas que ocupan las posiciones m¨¢s expuestas, en cuya ocasi¨®n la mujer que preside el Gobierno de Londres juzg¨® oportuno revestir el atuendo de paracaidista con el que figura en la fotograf¨ªa.Habr¨ªa que forzar mucho las cosas para llegar a demostrar -si es que se consigue hacerlo, que lo dudo mucho- que hay una identidad, ni siquiera un parecido estrecho, entre la situaci¨®n del Ulster y la del Pa¨ªs Vasco. Y no se me pasa por la Cabeza la idea de sugerir al presidente Su¨¢rez que cometa la extravagancia de presentarse vestido con el nuevo uniforme de la Polic¨ªa Nacional en uno de los acuartelamientos que esta ¨²ltima tiene en cualquiera de las provincias vascas peninsulares. Ni las circunstancias hist¨®ricas, geogr¨¢ficas y pol¨ªticas son las mismas ni son id¨¦nticas la sensibilidad brit¨¢nica y la de los espa?oles, en general, y los vascos, en particular.
Pese a todo ello, no puede uno menos de comprobar la inmensa distancia que separa la actitud decidida y gallarda de la primera ministra brit¨¢nica, con su r¨¢pida y firme reacci¨®n ante los estremecedores acontecimientos del 27 de agosto, perfectamente adaptada a la mentalidad de su pueblo, de la persistente ausencia de su hom¨®logo espa?ol -tan viajero para otras cosas- de los escenarios del terrorismo, en general, y de los del Pa¨ªs Vasco, en particular. Hasta el punto de que se pregunta,uno si, con m¨¢s decisi¨®n y gallard¨ªa, con reacciones m¨¢s r¨¢pidas y m¨¢s firmes, por parte de quien encarna en Espa?a el poder legal y democr¨¢ticamente constituido, no se habr¨ªa lo grado amortiguar considerablemente (ya que no hacer desaparecer del todo, cosa pr¨¢cticamente imposible) el clima de intimidaci¨®n, la sensaci¨®n de impotencia y la propensi¨®n al desaliento, que tantos estragos hacen en tierra vasca y que contribuyen tan poderosamente a disgustar y desesperanzar a tantos ciudadanos de otras ¨¢reas de Espa?a.
?La decisi¨®n de la se?ora Thatcher?, dice el corresponsal en Londres del diario madrile?o EL PAIS, ?no hace sino confirmar su instinto pol¨ªtico y su determinaci¨®n de coger los toros por los cuernos en los momentos de crisis.? ?No hay duda?, a?ade, ?de que esta visita aumentar¨¢ considerablemente su capital pol¨ªtico.? Y sigue uno pregunt¨¢ndose: ?Es que a Su¨¢rez le falta ?instinto pol¨ªtico?, o es que le sobra ?capital pol¨ªtico?? Y como uno cree ver bastante claramente que ni lo primero le falta ni lo segundo le sobra, no sabe ya uno qu¨¦ pensar, y contin¨²a pregunt¨¢ndose qu¨¦ otra cosa puede faltarle, o qu¨¦ otra cosa puede sobrarle. En tod¨® caso, lo indudable es que a demasiados millares de ciudadanos vascos les sobran hoy desconcierto y temor, y les falta confianza en el futuro. Quien piense que, en tales ocasiones, va a poder hacer los esfuerzos que son imprescindibles para levantar el pa¨ªs e inyectarle los brios de que actualmente carece, es bien optimista.
Pero las comparaciones no deben reducirse, si hemos de ser justos, a la actitud personal de los jefes de los Gobiernos. El corresponsal en Londres de un gran diario parisiense nos dice, en otra cr¨®nica, que ?la medida del ¨¦xito del viaje de la se?ora Thatcher nos la da la calurosa acogida que le dispensaron las muchedumbres agolpadas en el centro comercial de Belfast y, sobre todo,las declaraciones del diputado Jerry Fitt, l¨ªder del cat¨®lico SDLP (Partido Laborista Social-Democr¨¢tico), al t¨¦rmino de la reuni¨®n que tuvo lugar en el palacio municipal de la capital del Ulster?. El comportamiento de este dirigente de una oposici¨®n que, en la Irlanda del Norte, es no solamente ideol¨®gica, sino adem¨¢s ¨¦tnica y religiosa, constituye una lecci¨®n, de la que muchos hombres p¨²blicos de nuestros pagos tienen no poco que aprender. Y aqu¨ª surge otra interrogaci¨®n: ?No set¨¢ esto debido a que, si -como es de sospechar- cada pueblo tiene el Gobierno que merece, cada Gobierno tiene tambi¨¦n la oposici¨®n que merece? O, mejor dicho, la que merecen, a la vez, el Gobierno y el propio pueblo...
Y, mientras tanto, ni lo del Ulster parece que se arregla, ni lo de aqu¨ª lleva trazas de arreglarse pronto.
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