Hip¨®tesis sobre una sociedad autoritaria
Argentina, Chile y Uruguay, tres pa¨ªses latinoamericanos que en el conjunto del subcontinente exhib¨ªan un grado relativamente superior de desarrollo productivo y organicidad pol¨ªtica, cayeron durante la d¨¦cada de 1970 en un proceso degradatorio, que los ha llevado desde la crisis econ¨®mica al deterioro institucional y a la dictadura militar. Reducido s¨®lo a dichos t¨¦rminos, sin embargo, ese fen¨®meno paralelo se confundir¨ªa con el proceso de casi todos los pa¨ªses subdesarrollados establecidos en alg¨²n momento como naci¨®n en Am¨¦rica Latina y otras regiones.Tal correlaci¨®n entre crisis y dictadura posee un nuevo rasgo en estos casos, que los distingue y les otorga un valor de generalizaci¨®n, extensible quiz¨¢ a sociedades industriales m¨¢s estables, como una infecci¨®n que podr¨ªa extenderse desde el traspatio a las salas de la casa. En aquellos tres pa¨ªses del Cono Sur los militares han asumido el poder pol¨ªtico (en forma violenta) y mantienen el cuadro anterior de infraestructura econ¨®mica y productiva, pero utilizan ese poder y esa infraestructura para construir -con el objetivo de perduraci¨®n indefinida- una sociedad de tipo autoritario desconocida hasta ahora en Am¨¦rica Latina, que no es tampoco, debe advertirse, un trasplante m¨¢s o menos modernizado de los viejos fascismos europeos.
Los rasgos comunes
Las caracter¨ªsticas de esta emergente sociedad autoritaria enfatizan aspectos preferidos por la mentalidad castrense: la eficacia, la planificaci¨®n, el gobierno mediante tecnolog¨ªas de punta (especialmente, la inform¨¢tica) y el encuadre compulsivo de los sectores que por origen no pertenezcan al grupo de poder. Una comparaci¨®n entre los reg¨ªmenes argentino, uruguayo y chileno, por ejemplo, permite anotar ciertas similitudes que podr¨ªan conducir a una descripci¨®n generalizadora:
- El grupo de poder es de exclusiva composici¨®n militar y los civiles son utilizados, en el Gobierno como asesores, planificadores o fachada institucional, pero todo ello dentro de un contravalor riguroso, que convierte en ef¨ªmero su paso por los cargos p¨²blicos y anula todo crecimiento de su valor pol¨ªtico individual.
- Se postula como doctrina econ¨®mica el capitalismo de libre empresa en cuanto a las relaciones de la econom¨ªa nacional con los mercados exteriores, pero se restringe el funcionamiento pleno del mismo sistema para el mercado interno y. el empresariado nacional, con una preferencia oscilante en el sector primario o el secundario (industria y agricultura), seg¨²n imposiciones for¨¢neas.
A diferencia de lo que ocurr¨ªa en los fascismos cl¨¢sicos, al grupo de poder parece no interesarle la movilizaci¨®n a su favor de la sociedad nacional, sino su inserci¨®n forzada dentro del modelo. Las organizaciones por las que normalmente se expresa o expande la sociedad civil -partidos, sindicatos, aparato educacional, aparato cultural- son dr¨¢sticamente desmanteladas, y su sustituci¨®n por otras que sirvan mejor al r¨¦gimen es lenta, o inexistente.
- La despoblaci¨®n del pa¨ªs -cuya proyecci¨®n negativa sobre el desarrollo y la modernizaci¨®n se advertir¨¢ a medio o lejano plazo, pero es indudable- tampoco preocupa al r¨¦gimen y, como simplifica el problema de la distribuci¨®n de un ingreso decreciente, es inclusive estimulada mediante el destierro pol¨ªtico o econ¨®mico.
- La tesis del ?desarrollo en seguridad? va aplic¨¢ndose paulatinamente a todos los aspectos de la sociedad y es, a la vez, pretexto, causa y resultado de la omnipresencia militar en todos los niveles.
- La represi¨®n est¨¢ coordinada en forma regional, mediante las t¨¦cnicas m¨¢s modernas; grupos operativos policiales y militares funcionan sin trabas entre los pa¨ªses que participan del modelo. El trasiego de presos pol¨ªticos y el uso compartido de datos de inteligencia son rasgos notorios de tal coordinaci¨®n.
- El grupo de poder no se limita al usufructo y a la perduraci¨®n por inercia, como en las dictaduras militares cl¨¢sicas, sino que planifica una modificaci¨®n total de la sociedad, en etapas ya dise?adas.
La vieja definici¨®n de las fuerzas armadas como ?brazo de la burgues¨ªa? era ya de aplicaci¨®n dudosa cuando se trataba de pa¨ªses dependientes, donde las burgues¨ªas son d¨¦biles o meros grupos gestores de los intereses monop¨®licos externos, pero en la nueva sociedad autoritaria ambos t¨¦rminos de aquella frase tradicional han cambiado esencialmente: las sedicentes burgues¨ªas nacionales se comprimen en oligarqu¨ªas, perdiendo en horizontalidad lo que ganan en concentraci¨®n del ingreso; los militares se han desligado de su posible car¨¢cter instrumental interno y funcionan ya como grupo de poder por s¨ª mismos, con objetivos propios y no como gendarmes, en todo caso, de intereses nacionales.
La sociedad civil, marginada
En su actual tentativa, los militares del Cono Sur tienen a su favor la relativa facilidad con que aplastaron la respuesta al golpismo. Los factores de poder tradicionales en la sociedad civil demoliberal (los partidos, la burgues¨ªa detentadora de los medios de producci¨®n, la burocracia que administraba a favor de ambos sectores) han sido desplazados hacia la periferia de los centros de poder y se les ha condenado a desaparecer en sus estructuras anteriores, a menos que se transformen en grupos auxiliares o decorativos. Los partidos han visto caducada su Punci¨®n de proporcionar la ideolog¨ªa de gobierno y la orientaci¨®n de las pol¨ªticas del pa¨ªs; las burgues¨ªas, dispersas y arruinadas como tales, sobreviven en todo caso como n¨²cleos olig¨¢rquicos, con una doble supeditaci¨®n al poder castrense y a ese nuevo cuadro mundial de empresas trasnacionales que, por otra parte, torna confusas hasta aquellas acostumbradas caracterizaciones de los imperialismos con bandera. Ni partidos ni burgues¨ªas, por ¨²ltimo, son admitidos en su antiguo papel de agentes o interlocutores, de los monopolios externos. Tambi¨¦n esa funci¨®n est¨¢ asumida por el ?partido militar?, involucrado en la direcci¨®n de la econom¨ªa y, por tanto, beneficiario principal del crecimiento econ¨®mico y de las prebendas del Estado.
Los nuevos interlocutores
Podr¨ªa decirse que los nuevos interlocutores ya no atienden siquiera a otros elementos tambi¨¦n cl¨¢sicos en la relaci¨®n entre la metr¨®poli (en este caso, Estados Unidos) y los pa¨ªses dependientes, que -hasta la Administraci¨®n Nixon, por lo menos- eran la Casa Blanca, el Departamento de Estado o ciertas empresas de la inversi¨®n privada. Por encima del presidente Carter y su Gabinete, encogi¨¦ndose de hombros ante las d¨¦biles sanciones del Congreso, las dictaduras del Cono Sur dialogan pragm¨¢ticamente a niveles m¨¢s efectivos que los de la politiquer¨ªa estadounidense o de gastados dinosaurios de la inversi¨®n directa, como la United Fruit. Sus negociaciones son ahora con las trasnacionales o con los ¨®rganos financieros cumbres. Mientras el se?or Carter presionaba al general Videla por los derechos humanos, cortaba determinados cr¨¦ditos al general Pinochet y suspend¨ªa la venta de armas al general Geisel, Argentina y Chile recib¨ªan m¨¢s pr¨¦stamos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo que todo el resto de los pa¨ªses latinoamericanos, y Brasil pon¨ªa en marcha, mediante contratos con empresas de la Rep¨²blica Federal de Alemania, el m¨¢s vasto proyecto de energ¨ªa nuclear emprendido en el Tercer Mundo. El di¨¢logo de los nuevos militares es con las trasnacionales y con el Pent¨¢gono, lo cual cubre, de hecho, tanto las necesidades de sus planes de crecimiento econ¨®mico como de su log¨ªstica.
Dicho todo lo anterior, no debe pensarse, por supuesto, que la nueva sociedad autoritaria esbozada en esta hip¨®tesis ha nacido por generaci¨®n espont¨¢nea, o por la inspiraci¨®n aut¨®noma de generales ambiciosos, inmorales y l¨²cidos. Un cuarto de siglo de entrenamiento profesional y geopol¨ªtico por Estados Unidos ha convertido a estos militares latinoamericanos en un verdadero grupo social aparte, en un estrato de clase con carater¨ªsticas propias (pese a que alguna ingenua interpretaci¨®n pol¨ªtica, de buena fe, pretende a¨²n ver a las fuerzas armadas como una mera cross section de la sociedad, como un microcosmos con id¨¦nticas contradicciones de clase), destinado -como peculiar tropa mercenaria de primera clase- a la ocupaci¨®n de sus propios pa¨ªses en beneficio final de intereses exteriores. Aprovechadores eficientes del desgaste y corrupci¨®n de los dirigentes pol¨ªticos de la sociedad civil, los militares han acudido a sustituirlos, dentro de un proyecto elaborado desde fuera. La sociedad autoritaria emergente en el Cono Sur debe agregarse, procura establecer un modelo perdurable con nuevas estructuras institucionales (donde los militares sean para siempre el estrato de poder), pero atribuye igual perdurabilidad a su funcionamiento dentro del sistema capitalista, lo cual equivale a que Am¨¦rica Latina prolongue y afiance su car¨¢cter dependiente, sea cual fuere el modelo pol¨ªtico-social que adopten sus pa¨ªses (con excepci¨®n, naturalmente, de una Cuba socialista colocada fuera del sistema occidental). As¨ª, la sociedad autoritaria de la hip¨®tesis, una vez admitida sus diferencias con los reg¨ªmenes militares del pasado, sigue inscrita en la intenci¨®n metropolitana de contralor del hemisferio para proteger -ya sin desembarcos de marines ni intimidaciones diplom¨¢ticas del neocolonialismo- el funcionamiento del sistema capitalista global.
El retorno imposible
Parte esencial de esta hip¨®tesis supone adem¨¢s que las aperturas hacia una ?democracia restringida? anunciadas paralelamente por las dictaduras de Argentina, Chile y Uruguay no indican un agotamiento y fracaso del modelo, sino que, por el contrario, representan una planificada segunda etapa del proyecto autoritario. Muchos prev¨¦n ya que esta tr¨¢gica experiencia en curso dejar¨¢ irremediablemente distorsionado el anterior -sistema pol¨ªtico demoliberal, y que ya no es posible- postular como salida un mero regreso a las condiciones preautoritarias. El soci¨®logo chileno Andr¨¦s Domingues Vial, por ejemplo, al reconocer que el golpe militar de 1973 contra Allende liquid¨® en su pa¨ªs ?un modelo de Estado integrador que iba captanto a los diferentes sectores y clases sociales, y recuperando el conflicto nacional en forma sistem¨¢tica?, afirma que la sociedad autoritaria implantada en Chile ha llevado ?a nuevas formas de dominaci¨®n y nuevos modelos de acumulaci¨®n, que incluso tiene consecuencias en la formaci¨®n de la estructura de clases sociales?.
Parecer¨ªa, pues, que el rescate de los pa¨ªses del Cono Sur para la democracia y el progreso no podr¨¢ hacerse con el simple retorno a f¨®rmulas institucionales antiguas, sino mediante un an¨¢lisis total y realista de las condiciones creadas por el nefasto ensayo militar, y mediante formas nuevas y audaces de organizaci¨®n socioecon¨®mica que impidan la repetici¨®n de situaciones, y que, sin duda, deber¨¢n tener en cuenta el socialismo de Estado, al menos.
La situaci¨®n europea
La hip¨®tesis puede redondearse con apuntar que la aparici¨®n y desarrollo de las nuevas sociedades autoritarias latinoamericanas han coincidido, en la d¨¦cada de 1970, con el resurgimiento de una tendencia similarmente autoritaria en las sociedades abiertas de Europa occidental. ?Qu¨¦ relaci¨®n existe entre ambas situaciones? La creciente coordinaci¨®n de las polic¨ªas europeas mediante el intercambio de t¨¦cnicas y aun de contingentes, el uso com¨²n de centrales de computaci¨®n, como bancos de datos (que van m¨¢s all¨¢ de la acci¨®n antiterrorista y afectan ya la privacidad y libertad ideol¨®gica de millones de personas), el contralor represivo y el encasillamiento social degradante de la mano de obra inmigratoria y (no menos importante) la tentativa de la Socialdemocracia y de la Democracia Cristiana -con un sentido de preservaci¨®n del sistema de producci¨®n y distribuci¨®n capitalista en los pa¨ªses perif¨¦ricos- para intervenir en los procesos del Tercer Mundo dentro de un plan global, sugieren que tambi¨¦n en Europa algunos est¨¢n de acuerdo -con un modelo autoritario de carater¨ªsticas regionales.
Se est¨¢ l¨®gicamente ante un proceso cuyo deliberado gradualismo y vastedad impiden, por ahora, una codificaci¨®n e interpretaci¨®n definitivas. La ¨²nica certidumbre es que el fen¨®meno no consiste ¨²nicamente en los lejanos casos del Cono Sur, sino que asume, lenta, pero seguramente, proporciones mundiales.
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