La otra cara de la nada
?... Pudiera citarse a Guillermo de Occam, quien, perseguido por los hombres del Papa, tuvo que refugiarse en la corte de Luis de Baviera, a quien dijo: "Defi¨¦ndeme con la espada y yo te defender¨¦ con la pluma."? No es f¨¢cil saber si Felipe Gonz¨¢lez se ha comprometido a defender con la espada la vida de Alfonso Palomares, pero no cabe la menor duda de que el m¨®vil fundamental del autor de este texto sorprendente ha sido defender a Felipe Gonz¨¢lez con la pluma. Prop¨®sito muy leg¨ªtimo, sin duda. M¨¢s a¨²n, parecer¨ªa tranquilizador que esta tarea la asumiera un periodista como Palomares, que deber¨ªa ser menos susceptible al v¨¦rtigo que parece invadir a las principales figuras del socialismo espa?ol cuando se adentran en los oscuros campos de la teor¨ªa. (Recu¨¦rdense, como elementos para un posible anecdotario, la alegre desenvoltura con la que Felipe Gonz¨¢lez descart¨® toda pretensi¨®n cient¨ªfica del marxismo; las enigm¨¢ticas y sospechosas referencias de Tierno a la correspondencia de Marx cuando se ve precisado de una cita de autoridad; la piadosa creencia de G¨®mez Llorente en el materialismo dial¨¦ctico como ?interpretaci¨®n rigurosa de la naturaleza y de la evoluci¨®n del esp¨ªritu?, o la no menos singular confianza de Bustelo en que el materialismo hist¨®rico nos permita ?comprender la historia de la humanidad y su sentido?.)Pero he aqu¨ª que hemos venido al mundo para sufrir, y ning¨²n sufrimiento habr¨¢ de sernos evitado. El texto de Palomares resulta ser, de entrada, una silva lujuriante de audaces met¨¢foras e im¨¢genes coloristas. En las primeras p¨¢ginas ya encontramos a Francisco Bustelo practic¨¢ndole la respiraci¨®n boca a boca al PSOE con el fin de insuflarle ox¨ªgeno marxista (p. 12), o bien profiriendo ?gorgoritos demag¨®gicos? (p. 17). Es posible que tan duras expresiones hagan pensar al lector que tiene entre sus manos un panfleto, e incluso puede suceder que se insin¨²e en su mente la posibilidad de abandonar la lectura. Este ser¨ªa, no obstante, un grave error, pues estos primeros alardes son s¨®lo una t¨ªmida muestra de lo que el autor reserva a sus lectores m¨¢s fieles.
Alfonso S
Palomares.El socialismo y la pol¨¦mica marxista. Barcelona, Bruguera-Zeta, 1979.
Carencia de unidad argumental
El problema tiene varios aspectos. En primer lugar, Palomares se ha propuesto la ambiciosa tarea de dar una legitimaci¨®n te¨®rica (o, cuando menos, literaria) a las opiniones pol¨ªticas p¨²blicas de Felipe Gonz¨¢lez. Ahora bien, siendo hombre de lecturas variopintas y de ¨¢gil imaginaci¨®n, no ha cre¨ªdo necesario esbozar un proyecto estrat¨¦gico de marcha hacia el socialismo en el que las tesis de los socialistas ?moderados? encajen de forma coherente. Ha optado m¨¢s bien por crear un rico tapiz, salpicado por las citas y nombres m¨¢s dispares, en el que ha introducido por la fuerza (y en momentos no siempre previsibles) las tesis en cuesti¨®n. El resultado es que el libro carece de la m¨¢s m¨ªnima unidad argumental, y que su ¨²nica coherencia se deriva de una rotunda voluntad de servicio y de un apasionado deseo de dar la batalla a los radicales.En segundo lugar, Palomares no parece estar familiarizado con la literatura marxista (como quiz¨¢ prueban sus amargas quejas contra quienes han convertido el marxismo en un campo para especialistas). Pero, naturalmente, el marxismo, en la medida en que no se queda en pura ideolog¨ªa, exige alg¨²n estudio y conocimiento. As¨ª, cuando Palomares se refiere a los manuscritos marxianos de 1857-59 como ?el? Grundrisse no s¨®lo demuestra que ignora las reglas de formaci¨®n del plural en alem¨¢n (lo cual, al fin y al cabo, nos sucede a muchas otras personas), sino tambi¨¦n que no ha llegado jam¨¢s a ver el texto en cuesti¨®n a una distancia prudencial. Dos peque?as muestras m¨¢s: Palomares considera que Gramsci fue uno de los vulgarizadores de la terminolog¨ªa marxista (como se sabe, la principal obra de Gramsci, Los cuadernos, fue redactada en prisi¨®n, por lo que en ella se acude sistem¨¢ticamente al uso de circunloquios y sin¨®nimos, huyendo de la terminolog¨ªa marxista acu?ada); Palomares tambi¨¦n piensa que sin la lectura de los manuscritos del 44 no es posible comprender la obra de Marx (lo que permite sospechar que no s¨®lo no ha le¨ªdo jam¨¢s a Althusser, sino tampoco el trabajoso f¨¢rrago de los manuscritos).
De los dos aspectos anteriores se deduce f¨¢cilmente el tercero: tratando de probar a toda costa la justeza de las tesis del ala ?moderada? del PSOE, y no teniendo la menor informaci¨®n ¨²til sobre lo que se debate (informaci¨®n in¨²til s¨ª parece tener, y en demas¨ªa), el autor se ve obliado a confiar en que la turbulencia verbal oficie el arduo papel del razonamiento. V¨¦ase una ¨²ltima muestra de su escritura torrencial: ?Convertir a Marx en Biblia ¨²nica y eterna es embalsarmarlo en el sancta sanct¨®rum de la sinagoga de un monote¨ªsmo ideol¨®gico escler¨®tico y esterilizante ? (p.11).
Lo que no es posible comprender tras recorrer estas p¨¢ginas alucinantes es la raz¨®n que ha llevado al PSOE a presentar en p¨²blico las opiniones de sus diferentes alas a trav¨¦s de escritos a todas luces impresentables. Quien haya tenido la paciencia de leer las 59 Tesis, la ponencia del PSC o la ponencia cr¨ªtica de M¨¢laga no ignorar¨¢ que en el PSOE existen personas con capacidad de an¨¢lisis y de elaboraci¨®n estrat¨¦gica que no necesitan acudir a conceptos tan peregrinos como el de ?marxismo anal¨®gico? o el de ?democracia gobernante?. ?Ser¨ªa mucho pedir que comiencen a hacer presencia p¨²blica frente a la opini¨®n los militantes socialistas que poseen una formaci¨®n decorosa en el terreno pol¨ªtico y en el te¨®rico? El Congreso Extraordinario del PSOE podr¨ªa servir, al menos, para que cesara este desfile de horrores ante los asombrados ojos del pa¨ªs.
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