Una noche en el circo
Lope de Vega llam¨® a su comedia La dama boba ?comedia boba?. Lo es. Migual Narros, que la ha dirigido para el TEC, la ha embobecido m¨¢s todav¨ªa. Es, sin duda, una de las defensas posibles de este texto. Por el escenario pasea -y salta, grita, tira sillas, danza, se agita- un mundo de imb¨¦ciles. No cuesta gran trabajo imaginar que la zona cortesana de la sociedad que reflej¨® Lope fuera as¨ª; ¨¦l era despectivo, cr¨ªtico y humorista. Hab¨ªa algo m¨¢s en su comedia que se percibe menos aqu¨ª: la descripci¨®n de un grupo de sinverg¨¹enzas c¨ªnicos, la conversi¨®n del amor en dinero, de la honra en pudibundez.Queda, en cambio, el conservadurismo de su autor, aunque algo limado por la bondad y generosidad con que se suele tratar a los cl¨¢sicos. La idea de que la mujer culta y estudiosa es un personaje nefasto en una buena familia, la de que el amor da una especie de ciencia infusa que ilumina al necio, no son s¨®lo suyas, aunque ¨¦l las defendiera con br¨ªo. Pertenecen a la gran literatura desde sus or¨ªgenes hasta casi nuestros d¨ªas; dir¨ªamos, con lenguaje de hoy, que pertenecen a la gran confabulaci¨®n machista.
La dama boba, de Lope de Vega,
versi¨®n del Teatro Estable Castellano. Int¨¦rpretes: Jos¨¦ Mar¨ªa Escuer, Juli¨¢n Argudo, Amaya Curieses, Glor¨ªa Mar¨ªn, Esperanza Roy, Bego?a Valle. Escenograf¨ªa: Andrea d'Odorico. Direcci¨®n: Miguel Narros.Teatro Espronceda 34, estreno oficial 28-11-1979.
Narros ha ?trasteado? -seg¨²n su palabra- la obra hasta convertirla en circo. Nada que objetar. Es una zaragata. Son los ?tontos? del circo, los ?augustos?, los que est¨¢n en escena. No paran un momento. Suben y bajan escaleras empinadas, se empujan y arrojan al suelo, practican sus enga?ifas absolutamente bobas e ingenuas; se pintarrajea hasta la exageraci¨®n. Se deshumanizan los caracteres, se convierten todos en caricatura. Tanta movilidad durante un par de horas llega a fatigar, aunque quiz¨¢ menos de lo que lo har¨ªa una versi¨®n anal¨ªtica y psicol¨®gica, una penetraci¨®n en el juego nada sutil inventado por Lope. Se ve un intento desesperado por conseguir que lo inventado en el principio del siglo XVII pueda divertir a finales del XX, utilizando los recursos del ?juguete c¨®mico?, del ?astrac¨¢n? de principios de siglo. Tampoco hay nada que objetar a que este g¨¦nero de Lope sea tratado como si se tratara de Mu?oz Seca. Es una manera de verlo. Es el nombre m¨ªtico y m¨¢gico de Lope el que dignifica el intento. Y el prestigio -justo- del TEC.
La interpretaci¨®n, como es l¨®gico, va por ese camino. Esperanza Roy tiene hecho muche g¨¦nero menor, mucha revista como para que le escapase este personaje: lo amarra con fuerza y no deja escapar ning¨²n recurso, Como Amalia Curieses, hacien do la ?lista,? -que es mucho m¨¢s idiota- Vicente Gisbert, el falso enamorado que va por el dinero, interpreta m¨¢s a la manera cl¨¢sica; Jos¨¦ Francisco Vidal, que completa el cuarteto, entra de lleno en el mundo de la parodia y de la caricatura que se le ha marcado. Hay un cuarteto paralelo, como en todas las obras de Lope, que tendr¨ªa en el original la misi¨®n de caricaturar la acci¨®n principal, con la zafiedad del villano, del criado: Bego?a Valle lo lleva a ese extremo, como Marciano Buend¨ªa; Alberto de Miguel y Gloria Mar¨ªn quedan m¨¢s rezagados. El breve coro de ?cultos? acent¨²a la ridiculez de su sabidur¨ªa. Jos¨¦ Mar¨ªa Escuer se queda p¨¢lido en el personaje del padre: es m¨¢s bien el personaje el que empalidece ante la agitaci¨®n y el traj¨ªn de los dem¨¢s.
La escenograf¨ªa de Andrea d'Odorico, los trajes de Narros, tienen la calidad est¨¦tica de, siempre en estos creadores. La canci¨®n de Bernaola es divertida, inspirada; el resto de la m¨²sica se cubre con Boccherini -evocaci¨®n de la noche madrile?a.
Se inaugura as¨ª un nuevo teatro, Espronceda 34 -nombre y n¨²mero de la calle donde est¨¢; probablemente como sistema mnemot¨¦cnico para que nadie olvide un lugar fuera del circuito habitual de teatros y cines- La sala es sencilla, tal vez demasiado aprovechada -las filas de butacas demasiado pr¨®ximas unas a otras-. El escenario es alto y ancho; se nos dice que est¨¢ concebido de forma m¨®vil para poder representar de otras maneras que a la italiana. Al final de la representaci¨®n, en la inauguraci¨®n oficial, el empresario Manzaneque pronunci¨® unas palabras en las que se quej¨® amargamente de la prensa, que dedica m¨¢s espacio al Mundial de F¨²tbol que a su teatro; de los bancos que no le quisieron dar dinero, de algunas instancias, que suponemos la Administraci¨®n p¨²blica, que tampoco debi¨® ayudarle. Curiosa ¨¦poca en la que los empresarios, que lo ¨²nico que tienen que poner es dinero, no lo tienen para su empresa y culpan a los dem¨¢s de no d¨¢rselo. En cualquier caso, su esfuerzo es meritorio.
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