La Contrahecha, pasi¨®n y rumbas flamencas
Al entrar en Los Canasteros, blanca cueva flamenca alindada con ama?os de cobre, vi a un ciego en una mesa delantera y pens¨¦ de corrida en Max Frisch. As¨ª las cosas, y mientras presencio la reaparici¨®n de La Contrahecha en Madrid, pongamos que me llamo Svoboda.Supongo entonces que esta bailaora a quien he venido a ver pertenece al tipo de mujeres sure?as que los hombres, cuando emplean un nombre cari?oso, califican preferentemente de contrahechas. A decir verdad, La Contrahecha no sabe que le hayan llamado de otra manera para subrayar su belleza. Tipos muy distintos de hombre la han calificado de contrahecha; por separado unos de otros, eso s¨ª. Algo tiene que haber de irremediable en todo este bautismo feroz. Probablemente se refieren a la arrogancia, pero tambi¨¦n a la fuerza, a la lentitud y pereza, a la ternura juguetona, a la graciosa perfidia de una loba andaluza de ojos ardientes, que de pronto puede ser muy maligna y violenta, a capricho; a veces, una pedig¨¹e?a conmovedora que aparenta torpeza por amor de un aplauso disfrazado de terr¨®n de az¨²car, de modo que el espectador, por encima de su asombro cegato de madrugada, acaba entusiasm¨¢ndose ante ese prodigio de innocuidad, y luego, sin que est¨¦ claro el motivo lobuno de tal transformaci¨®n, ante una loba sensual a la que no puede tenerse a raya, a la que no refrena un terr¨®n de az¨²car ni tampoco un aplauso, que no comprende ning¨²n juego m¨¢s que el de su desnuda cintura, a la que nadie logra detener cuando va y canta: ?A m¨ª me agarraste as¨ª, / queri¨¦ndome atravesar. / ?Se lo voy a decir / a pap¨¢!...?
Surrealismo
El Taleg¨®n pasa al ataque con una copla surrealista: ?Al chino, como era chino / y no sab¨ªa de letras, / le dieron una carreta. / Se le atasc¨® en el camino. / ?Vaya un chino sinverg¨¹enza!? Diego, barba crecida y rizados cabellos, est¨¢ tocando la guitarra con iron¨ªa y elegancia. Ella, La Contrahecha, rojo vestido y rosa roja, habla de la hermosura del sue?o y de la gran tristeza al despertar. Dice tambi¨¦n que muchas gracias, de todo coraz¨®n, que hoy est¨¢ muy nerviosa y que eso se tiene que notar, porque ella es muy sentida, muy emocional, muy... Hay un borracho que todo lo interrumpe con recuerdos de M¨¦xico. La Contrahecha, acaso fiel lectora de Mandiargues, canta con leve y lujuriosa voz: ?En la marea de mis caderas, / t¨² mu¨¦vete.?
Todo ha sido brev¨ªsimo: como un rel¨¢mpago oto?al. La Contrahecha se mezcla en este instante con el p¨²blico, l¨¢nguidamente, para aplaudir cuanto prolonga desde el escenario el cuadro flamenco habitual de Los Canasteros. Para recordar sus tiempos de tablao. O para hallar el contrahaz de su raudo esplendor en esta noche.
Babelia
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