Absentismo / y 2
Dec¨ªa en un art¨ªculo anterior que el absentismo constituye, en sus diversas facetas, uno de los m¨¢s graves problemas de nuestra sociedad al enfrentarnos con la d¨¦cada de los ochenta. Y hab¨ªa hecho en ¨¦l algunas consideraciones acerca del absentismo laboral, al hilo de las inquietudes suscitadas en mi ¨¢nimo por las ideas de la conferencia de Amintore Fanfani en el Club Siglo XXI.Pero, como ¨¦l dec¨ªa, no es la laboral la ¨²nica ni, tal vez, la m¨¢s grave de las manifestaciones del absentismo en nuestra sociedad. Hay otras muchas manifestaciones que tienen, todas, su ra¨ªz en el sentido individualista y materialista de la filosof¨ªa de consumo dominante en nuestra civilizaci¨®n, con su secuela de creciente insolidaridad, y que se desarrolla cada d¨ªa con mayor facilidad por las deficiencias estructurales de la sociedad misma.
El absentismo est¨¢ alimentado por toda una posici¨®n filos¨®fica dominante, en que los valores morales, sociales e integradores son rebajados en relaci¨®n con las ventajas materiales, personales e insolidarias. En la ra¨ªz del fen¨®meno est¨¢, por tanto, la necesidad que tiene el mundo occidental de cambiar la evoluci¨®n de su sistema de valores, y a ello tendr¨ªan que confluir los pensadores, los pol¨ªticos, los artistas, los medios de difusi¨®n... Lo que no sabemos es si este mundo nuestro ser¨¢ capaz de hacerlo o, como vaticinaban hace ya muchos a?os los fil¨®sofos de la Historia, esta es una tendencia irreversible, una causa insuperable de decadencia de la civilizaci¨®n occidental incubada en su mismo desarrollo y esplendor, que fatalmente conducir¨¢ a su crisis definitiva, como ocurri¨® con otras civilizaciones. Pero un cristiano tiene que pensar, con Toynnbee, que ni las sociedades, ni la vida de los hombres est¨¢n dominadas por un fatalismo org¨¢nico, porque alienta en ellas el germen permanente de revitalizaci¨®n y cambio, que es la libertad. Y, por ello, pensamos que, con todas sus dificultades, el cambio de tendencia puede ser posible. Y hemos de poner en ello toda nuestra voluntad, toda nuestra capacidad de ilusi¨®n... y toda nuestra conciencia sobre la gravedad del problema.
Hay un absentismo, creciente en la sociedad, que llega hasta sus mismas ra¨ªces: lo vemos en la familia, con manifestaciones que van desde la despreocupaci¨®n de los padres por la educaci¨®n, formaci¨®n y conducta de los hijos, al desentendimiento de los hijos en relaci¨®n con la necesaria autoridad de los padres y con sus responsabilidades solidarias en el concepto comunitario de la familia como tal; as¨ª como en el abandono, que cada d¨ªa se da con m¨¢s frecuencia, de los hijos en relaci¨®n con los problemas y las necesidades familiares de los padres, cuando ¨¦stos se hacen mayores. La soledad y la marginaci¨®n de las personas mayores, uno de los m¨¢s graves problemas sociales y humanos de nuestro tiempo, no es sino una consecuencia del absentismo de los hijos y de la sociedad entera en relaci¨®n con las responsabilidades familiares y sociales para con los padres y los ancianos.
El absentismo se da, tambi¨¦n, en zonas m¨¢s amplias de la convivencia social, en las relaciones de vecindad (cada d¨ªa m¨¢s d¨¦biles y deshumanizadas), en las tareas c¨ªvicas, en la ausencia de respuesta adecuada a las llamadas para tareas comunitarias. Y como manifestaci¨®n extrema del absentismo social, nuestro mundo ha producido el ?pasota?. La persona que ?pasa? de todo o de casi todo est¨¢ expresando un grado m¨¢ximo de individualismo, de desentendimiento de los problemas de su tiempo, de absentismo, en suma, a una tarea de perfeccionamiento social. A diferencia del ?rebelde?, que quiere el cambio de lo que no est¨¢ bien, el ?pasota? prefiere desentenderse y es, a la Vez, la v¨ªctima y elemento extremo de aceleraci¨®n de un proceso de insolidaridad y desintegraci¨®n social.
Y el absentismo invade cada d¨ªa con mayor fuerza las ¨¢reas pol¨ªticas. Dir¨ªamos que en los reg¨ªmenes dictatoriales se traduce en la mansa aceptaci¨®n del sistema, en el fomento de un ?paternalismo? que le pide todo al Estado y permite a la mayor¨ªa de los individuos abstenerse de compromisos y responsabilidades sociales. Y en los reg¨ªmenes democr¨¢ticos, se manifiesta en la sustituci¨®n de la ?democracia? por la ?partitocracia? y en los crecientes porcentajes de abstenci¨®n en las consultas electorales. En Espa?a tenemos constancia de la evoluci¨®n de un fen¨®meno que se est¨¢ manifestando tambi¨¦n con mayor o menor intensidad en otros pa¨ªses.
Tambi¨¦n, como cuando trat¨¢bamos del absentismo laboral, no basta con dejar constancia del fen¨®meno. No basta, por ejemplo, con escandalizarse o preocuparse cuando el pueblo no acude a una consulta electoral o a un refrendo democr¨¢tico. Hay que intentar conocer las causas y poner los remedios.
Adem¨¢s de los que, con car¨¢cter general, hemos dicho para explicar el fen¨®meno ?absentista?, hay que decir, al referirse a los sistemas democr¨¢ticos, que, como reconoc¨ªa persona de tanta experiencia en el tema como Fanfani, las democracias se est¨¢n dejando cada vez m¨¢s llevar por la tendencia a sustituir la ?participaci¨®n? popular por la estrategia y el aparato del partido. Son las estructuras de los partidos, cada vez m¨¢s r¨ªgidas, m¨¢s conservadoras y menos permeables a la influencia y la participaci¨®n de las bases las que est¨¢n transformando las ?democracias? en ?partitocracias?; y el pueblo, que no puede encerrarse en la estructura de un partido y se siente ?manejado? por ella, acaba desentendi¨¦ndose, absteni¨¦ndose.
Me parece que fueron docenas de veces las que Fanfani utiliz¨® la palabra ?participaci¨®n? como remedio al fen¨®meno del absentismo. Participaci¨®n en el proceso productivo, en la sociedad, en la pol¨ªtica. Oy¨¦ndole, uno ten¨ªa la clara sensaci¨®n de que el viejo dem¨®crata hab¨ªa comprobado a trav¨¦s de una larga experiencia que ?democracia? y ?participaci¨®n? no son t¨¦rminos necesariamente correlativos, aunque deber¨ªan serio; y que cada vez m¨¢s las ?democracias? (y la nuestra no es una excepci¨®n) se degradan al transformarse en ?partitocracias?, en las cuales la participaci¨®n s¨®lo se produce espor¨¢dica y minoritariamente.
El partido puede manejar sus hombres y sus cuadros, repartir e imponer sus candidatos seg¨²n convenga a su estrategia partidista... Puede olvidarse de las bases electorales hasta el momento de la consulta... Puede desvirtuar el esp¨ªritu de sus campa?as y desviarse del sentir com¨²n o predominante de su electorado para llegar a acuerdos y compromisos con otras estructuras partidistas a fin de conseguir o conservar la mayor participaci¨®n posible en el poder... Los procesos electorales pueden articularse de forma que debiliten en vez de favorecer el conocimiento y contacto previo y posterior de electores y candidatos... Los Parlamentos pueden convertirse en escenarios para la representaci¨®n p¨²blica de lo que se ha convenido entre bastidores o en otros lugares antes del debate... El consenso y el compromiso, necesarios a la vida pol¨ªtica, pueden no llegar como fruto de un contraste p¨²blico de pareceres y de opiniones, sino como condiciones previas para evitar ese contraste... Todo esto puede hacerse y se hace cada vez m¨¢s en las democracias... Pero el pueblo no es indiferente y acaba desentendi¨¦ndose y no acudiendo cuando se le convoca, a pesar de los gigantescos esfuerzos y los dispendios cada vez m¨¢s cuantiosos de las campa?as electorales.
Si se quiere luchar contra el absentismo pol¨ªtico hay dos palabras claves: autenticidad y participaci¨®n. Autenticidad y participaci¨®n en los propios partidos, en los sistemas electorales, en el debate y la toma de decisiones pol¨ªticas a todos los niveles... Si el pueblo acaba entendiendo que eso de la pol¨ªtica es cosa de los partidos y de las dos docenas de personas que manejan los partidos, el ?absentismo? de los ciudadanos acabar¨¢ priv¨¢ndola de su arraigo popular, de su vitalidad y de su fuerza... Y la pol¨ªtica no podr¨¢, en consecuencia, resolver los problemas. Por ello tiene tanta trascendencia el absentismo pol¨ªtico. Y la necesidad de evitarlo.
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