Emigrar a Tarragona: de la construcci¨®n al paro
El creciente nivel de paro ha alcanzado tambi¨¦n a la pr¨®spera y mitificada Catalu?a. La regi¨®n que acogi¨® en los a?os sesenta y primeros de la actual d¨¦cada a incalculables contingentes de inmigrantes, procedentes de regiones menos favorecidas, apenas puede hoy garantizar unos niveles de empleo similares a los del resto del Estado. Una de las ciudades que mayor incremento de poblaci¨®n ha experimentado en los ¨²ltimos a?os, Tarragona, se enfrenta a importantes problemas de futuro a plazo inmediato. Problemas que sumar a los derivados de una infraestructura deficiente, incapaz de soportar que su poblaci¨®n se haya casi triplicado en los ¨²ltimos quince a?os. El ejemplo de Tarragona es especialmente ilustrativo, pero su historia es la de muchas otras ciudades catalanas, abocadas hoy a unas tasas de desempleo crecientes y dif¨ªcilmente solventables.
Esteban Conde, 43 a?os, lleg¨® hace poco m¨¢s de una d¨¦cada a Catalu?a. Vino, como tantos otros, a instancias de un familiar pr¨®ximo, emigrado previamente, para trabajar en las obras de la primera de las autopistas catalanas, la Montgat-Matar¨®. Vive, casi desde el principio, en uno de los barrios obreros que circundan Tarragona: Torreforta. ?Est¨¢bamos, sabe usted, hartos de casi todo. Somos de un peque?o pueblo de la provincia de Badajoz, usted conoce, donde hab¨ªa trabajo unas cuantas semanas al a?o y mucha miseria para el resto. Algunas veces ven¨ªan unos se?ores al pueblo, a por gente para trabajar en Catalu?a, pero s¨®lo quer¨ªan los solteros y yo ya ten¨ªa dos chavales con mi se?ora. As¨ª que como yo quer¨ªa marchar, intentamos ahorrar unas pesetillas para el viaje, porque yo quer¨ªa ir a la costa, a ver si me colocaba en la construcci¨®n. Hab¨ªa o¨ªdo que un compa?ero de la mili se hab¨ªa establecido bien y hasta ten¨ªa una cuadrilla para hacer chapuzas. Entonces vino un primo, m¨ªo no, de mi se?ora, que hab¨ªa marchado hac¨ªa dos a?os a Barcelona, y me dijo que en la autopista te colocabas, as¨ª que me decid¨ª y saqu¨¦ los ahorros para el viaje y los imprevistos y march¨¦ a Catalu?a. ?A la construcci¨®n, a Catalu?a
La historia de Esteban es la de muchos extreme?os, andaluces o murcianos. El boom de la construcci¨®n y las obras p¨²blicas de aquellos tiempos del Estado -eficacia, mediada la d¨¦cada de los sesenta, provoc¨® una de las mayores traslaciones de mano de obra del campo a las urbes, de unas regiones a otras. ?Al principio fue duro aquello, sabe usted. Nos met¨ªamos varios hombres en un barrac¨®n peque?o, junto a las obras de la autopista, muy cerca de Vendrell. Yo no me acuerdo de lo que me pagaban, pero lo ahorraba todo, ni un chato, ni ninguna otra cosa de esas que hacen los hombres cuando se ven solos, usted ya sabe, as¨ª que nos ¨ªbamos moviendo con el barrac¨®n a cuestas mientras que hac¨ªamos la autopista. Trabaj¨¢bamos tambi¨¦n por la noche, porque un se?or ministro ten¨ªa que venir a inaugurarla y faltaba mucho por hacer. Pero no crea que nos pagaban mucho m¨¢s, all¨ª est¨¢bamos todos de eventuales.?
El vertiginoso desarrollo de las empresas constructoras de la zona tarraconense se produjo, a caballo entre el despegue tur¨ªstico y la proliferaci¨®n de obras p¨²blicas. En pocos a?os, se construyeron en la provincia dos autopistas: la del Mediterr¨¢neo (Barcelona-Tarragona-Valencia) y la del Ebro (L¨¦rida-Vendrell-Barcelona). La carencia de mano de obra llev¨® a numerosos empresarios a organizar expediciones clandestinas desde las regiones m¨¢s deprimidas, sin ning¨²n tipo de control, garant¨ªa o fiabilidad para los trabajadores. Muchos de ellos se vieron de repente en Tarragona, sin trabajo, al concluir las obras de la autopista. ?Cuando ya est¨¢bamos muy cerca de Tarragona, cont¨¦ lo que ten¨ªa en la cartilla y mand¨¦ venir a mi se?ora y los chavales. Nos pusimos a vivir en una barraca peque?a, en el r¨ªo, pagamos 12.000 pesetas de traspaso, me acuerdo de eso, pero a mi se?ora le atacaba la humedad al pecho y nos realquilamos con otras dos familias en una de La Bonavista. Fueron malos a?os, porque yo ve¨ªa que la autopista se terminaba y que iban despidiendo a todos. Estuvimos varias veces a punto de volver al pueblo, pero aguantamos ... ?
El relato de Esteban es, como el de muchos otros, el fiel reflejo de los ¨²ltimos quince a?os de historia de Tarragona. Una peque?a capital de provincia, habitada por unas pocas decenas de miles de personas, mayoritariamente acomodadas y dedicadas al comercio y la explotaci¨®n agr¨ªcola de los contornos. Una sociedad cerrada y provinciana, acomplejada por la cercan¨ªa de Barcelona (a s¨®lo 98 kil¨®metros), que asisti¨® sorprendida y hasta escandalizada a la llegada de los primeros turistas, acentuando su introversi¨®n ante los primeros indicios de avalancha migratoria. Incapaz de absorber nuevas construcciones en su reducido y arcaico casco urbano, Tarragona se vio de pronto rodeada de improvisados barrios perif¨¦ricos, donde las burdas barracas alternaban con vergonzantes construcciones. Barriadas carentes de casi todo, con calles sin asfaltar, sin servicios comunes, sin escuelas; Torreforta, Bonavista, La Salud, La Esperanza, San Pedro y San Pablo...
De la autopista a la refiner¨ªa
?Yo hubiera querido mandar a los chavales a la escuela, pero no hab¨ªa. Un d¨ªa a la semana ven¨ªa la catequesis, pero se preocupaban m¨¢s de comerles el coco con cosas de curas que de ense?arles letras, que era lo que nosotros hubi¨¦ramos querido que aprendieran. Tampoco ten¨ªamos m¨¦dico, ni agua corriente. Por eso, cuando pude colocarme en la refiner¨ªa, nos liamos la manta a la cabeza y dimos la entrada para un piso en la Torreforta, a base de que mi se?ora fuera a hacer unas cosas en la ciudad y la mayor entrara a servir con trece a?os en una casa de Reus.?
La construcci¨®n de la refiner¨ªa de petr¨®leos en Pobla de Mafumet, a ocho kil¨®metros de Tarragona, supuso la consolidaci¨®n de un proceso en cierto modo at¨ªpico de desarrollo acelerado. Desde el inicio de la d¨¦cada de los sesenta, Tarragona hab¨ªa visto crecer en su ¨¢rea circundante importantes n¨²cleos tur¨ªsticos (Salou, Cambrils, Torredembarra, Altafulla, Comarruga), construir dos importantes autopistas, una central nuclear (Vandell¨®s I) y un importante pol¨ªgono industrial centrado casi exclusivamente en la industria qu¨ªmica y sus derivados. Su peque?os puerto, antes dedicado a la exportaci¨®n de productos agr¨ªcolas y a la pesca, se ampli¨® dos veces y pas¨® a ser el segundo de Espa?a en general y el l¨ªder en algunos tr¨¢ficos. Su poblaci¨®n se triplic¨® en solo diez a?os. Pero su desarrollo creaba problemas de todo tipo. Desde el desbordamiento de su infraestructura, hasta la aparici¨®n acelerada de movimientos especulativos de todo signo. La demanda de puestos de trabajo fue, durante esos a?os, muy inferior a la oferta. La necesidad de construirlo casi todo demandaba constantemente nuevas incorporaciones de mano de obra, escasamente cualificada. Esteban lo recuerda perfectamente. ?Cuando est¨¢bamos haciendo la refiner¨ªa tuvieron que traer hasta argelinos, porque no hab¨ªa personal disponible. Todas las obras de la ciudad y la costa pon¨ªan carteles pidiendo gente. Yo hice venir a muchos amigos y familiares del pueblo. Si hubiera sabido lo de despu¨¦s ... ?
Luego, la nuclear
Lo que vino es f¨¢cil de adivinar. El desarrollo industrial generaba pocos puestos de trabajo y, en su mayor¨ªa, de alta cualificaci¨®n. Las empresas qu¨ªmicas y petroqu¨ªmicas -mayoritarias en la zona- son intensivas en capital, pero no en puestos de trabajo. Su grado de modernizaci¨®n es muy alto. El ejemplo m¨¢s ilustrativo puede ser la moderna refiner¨ªa de Enpetrol (grupo INI), en cuya construcci¨®n participaron hasta 7.000 trabajadores, pero que no cuenta actualmente con m¨¢s de setecientos puestos de trabajo en su plantilla. ?Yo intent¨¦ colocarme en la refiner¨ªa de guarda, pero lo pedimos demasiados y no tuve suerte. Por eso tuve que recorrer varias obras en la costa, de eventual, hasta que la cosa se puso fea y me ofrecieron ir a Asc¨®, a las obras de la nuclear. Lo malo es que los chavales ya trabajan por aqu¨ª y no pudimos trasladarnos todos. As¨ª que he pasado dos a?os yendo y viniendo, viviendo otra vez en barracones y todo eso, como al principio. ?
La construcci¨®n de la central de Ase¨®, a unos 75 kil¨®metros de Tarragona, sobre el r¨ªo Ebro, fue, en su d¨ªa, una soluci¨®n para muchos. El inicio de sus obras coincidi¨® justamente con la gran depresi¨®n tur¨ªstica, con la saturaci¨®n de construcciones y con la entrada en la edad activa de muchos hijos de emigrantes. Hoy, el ciclo se ha cerrado. ?A finales de a?o me despedir¨¢n de Asc¨®, ya me han avisado, y ya me dir¨¢ usted qu¨¦ hago. Uno de mis chavales estaba en la construcci¨®n y tambi¨¦n ha pasado al paro. Si ¨¦l, que tiene diecisiete a?os, no encuentra trabajo, ya me dir¨¢ usted yo. Las dos mayores se han casado y uno de los yernos est¨¢ en el puerto, pero aquello tambi¨¦n est¨¢ mal. Me dar¨¢n el paro dieciocho meses; pero despu¨¦s, ?qu¨¦??
La incertidumbre de Esteban es hoy la de muchos. La actual poblaci¨®n de Tarragona rebasa los 120.000 habitantes. Un 60% son
Emigrar a Tarragona: de la construcci¨®n al paro
inmigrantes y muchos de ellos han recorrido un camino similar. El tri¨¢ngulo Vendrell-Valls-Reus, con su centro natural en Tarragona, ofrece muy pocas perspectivas de absorber a esa masa escasamente cualificada y peri¨®dicamente lanzada al desempleo por los dos sectores que mayor captaci¨®n de mano de obra han generado en los ¨²ltimos a?os: construcci¨®n y turismo. La temporada de vacaciones apenas alcanza en la zona los tres meses veraniegos. La mayor parte de plazas en oferta son extrahoteleras y, en cualquier caso, son ya excesivas. Las otras zonas de la provincia, sobre todo el Baix Ebre, se encuentran muy deprimidas. Barcelona y su entorno ya no son v¨¢lvulas de escape; all¨ª tambi¨¦n se suman casi todos los problemas.Pese a todo, Tarragona sigue teniendo conciencia de riqueza. ?Mire usted: en todas partes me dan esperanzas, me piden que vuelva dentro de unas semanas, se quedan con mis datos, me hablan de proyectos. ? Lo mismo dicen los responsables municipales y provinciales, tanto a nivel oficial como de partidos y sindicatos. Dow Chemical, una de las empresas pioneras de la zona, ha anunciado su inmediata ampliaci¨®n. Es muy probable la autorizaci¨®n de un nuevo grupo para la central nuclear de Vandell¨®s. La salud de las empresas de la provincia es buena en comparaci¨®n con las del resto del pa¨ªs. Seg¨²n datos oficiales, el ritmo mensual de oferta de puestos de trabajo ha llegado a alcanzar los 3.000 en los ¨²ltimos meses. Pero el fantasma sigue. S¨®lo se alarga el plazo. El empleo estacional es s¨®lo un parche y engendra el grave peligro de incrementar la avalancha de nuevas inmigraciones.
La historia de Esteban, la de muchos, tiene demasiado de provisional, de incierto, y, sobre todo, genera un desencanto progresivo, que, a la larga, condiciona excesivamente lo cotidiano de una ciudad que, en el fondo, sigue anclada en mucho de lo que fue y contempla esc¨¦pticamente su proceso de desarrollo y sus consecuencias.
Y es que Esteban Conde, 43 a?os, diez m¨¢s que cuando lleg¨® a Catalu?a, ni siquiera se plantea el regreso. Cuatro de sus seis hijos han nacido aqu¨ª, hablan ya el catal¨¢n y comparten escasamente el cada vez m¨¢s reducido entusiasmo de los padres por la obligada visita anual al pueblo. ?Nos hemos venido y, parado o no, nos quedamos. A m¨ª me gusta esto y, por mucho que se diga, nunca nos han tratado demasiado mal. A mi se?ora le molestaba al principio que los chicos hablaran catal¨¢n, pero ya se ha acostumbrado. F¨ªjese que hace unas semanas hasta fuimos a votar eso del Estatut, para que ese se?or tan mayor que hay en Barcelona pueda cumplir lo que dijo de arreglar los problemas y que haya trabajo para todos, como cuando vinimos. Ponga que nos gusta y que nos quedamos. ?
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