El sill¨®n maldito
El primer Gobierno democr¨¢tico de Adolfo Su¨¢rez incluy¨® entre sus departamento -por vez primera en la historia del pa¨ªs- un Ministerio de Cultura. Primero fue de Cultura y Bienestar, ciertamente, pero el sustantivo optimista desapareci¨® pronto: no parec¨ªa estar el horno para demasiados bollos triunfales. La democracia cogi¨® Espa?a en una situaci¨®n cultural lamentable.En un pa¨ªs con infraestructuras educativas inadecuadas, con niveles de investigaci¨®n de subdesarrollo, con una situaci¨®n de bibliotecas inferior a la de muchos pa¨ªses del tercer mundo, la crisis econ¨®mica apremiante deja poco tiempo para pensar en la cultura. y mucho menos para realizarla.
La crisis de la cultura es omnipresente: en la literatura, en el rnundo editorial. en el cine el teatro. La fiesta est¨¢ en crisis, el deporte es un avispero, los medios de comunicaci¨®n del Estado configuran un espantap¨¢jaros inasumible -por encima, la diginidad de sus trabajadores, fuera de dudas- y la televisi¨®n constituve el enemigo p¨²blico n¨²mero uno de la cultura espa?ola. Ahora ha pasado a la Secretar¨ªa de Estado para Informaci¨®n. Los museos echan las ¨²ltimas boqueadas y el Estado es incapaz de controlar y salvaguardar el patrimonio art¨ªstico de veinte siglos de historia, sometido a expolios tan frecuentes como irrisorios.
En estas condiciones. la primera reflexi¨®n ante el repentino cambio del titular del departamento de Cultura es. haciendo abstracci¨®n de las personas y de sus realizaciones, pensar que en estas condiciones mal se puede hacer cultura en Espa?a. Es evidente que un ministro del Gobierno es, sobre todo, un hombre pol¨ªtico, que hace pol¨ªtica: pero nada hay que da?e m¨¢s a la cultura que su politizaci¨®n. Hasta ahora. los dos primeros ministros de Cultura de la democracia han quedado fundamentalmente in¨¦ditos, pues, aun estimando algunas de sus realizaciones -que han sido m¨¢s proyectos que realidades completas-, no han tenido tiempo de hacer cultura. Pues, a diferencia de la pol¨ªtica, que admite y hasta requiere el pilotage a vue, la cultura es una tarea de largo alcance, de siembra lenta, donde los planes deben ser profundamente meditados y paciente y largamente aplicados. Ni el equipo de P¨ªo Cabanillas ni el de Manuel Clavero han tenido tiempo de contrastar sus intenciones con la realidad. Y lo mejor que podr¨ªa desearse al se?or De la Cierva es que, al menos, le concedan esta posibilidad.
Clavero ha ca¨ªdo por la pol¨ªtica, no por la cultura, entre otras cosas porque la cultura no interesa demasiado en el seno del Gobierno. Tambi¨¦n fue la pol¨ªtica la que le llev¨® al ministerio. Se pueden criticar, o estimar, todos los aspectos de la pol¨ªtica del presidente Su¨¢rez, pero, hasta ahora, es en el terreno de la cultura donde los errores han sido, no s¨®lo inmensos, sino totales. Adolfo Su¨¢rez ha carecido de pol¨ªtica cultural, y ese sill¨®n maldito no ha servido hasta ahora m¨¢s que de coartada y de medio de hacer la pol¨ªtica otra: la partidista.
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