Por qu¨¦ cambiar los nombres de las calles
La Corporaci¨®n municipal de Madrid est¨¢ a punto de tomar otra medida de trascendencia para nuestra ciudad. Veintisiete c¨¦ntricas calles, alusivas a uno de los bandos de la guerra civil. dejar¨¢n paso a sus anteriores y arraigadas denominaciones. El patrimonio hist¨®rico madrile?o va a recobrar as¨ª nombres tan profundamente arraigados como la Gran V¨ªa, Recoletos, Abascal, cuesta de San Vicente, Manuel Becerra y Santa Engracia, entre otros.Como en casos anteriores, diversas voces conservadoras se hacen o¨ªr contradictoriamente frente a la medida. Son los mismos sectores ?tradicionales? que, cuando en 1940 se entr¨® a saco en la toponimia madrile?a, aceptaron plenamente unos cambios que, para mayor escarnio, incumpl¨ªan abiertamente la legislaci¨®n vigente.
La nueva medida se toma en coherencia con el Programa de Acci¨®n Municipal, el cual hace patente su preocupaci¨®n primordial por aproximar la cultura al pueblo, sin dirigismos, consignas ni paternalismo.
Fruto de esta labor, y con un raqu¨ªtico presupuesto heredado de la Corporaci¨®n anterior, han sido las campa?as de teatro durante el verano, los conciertos populares de nuestra banda municipal en el extrarradio, la Feria del Libro de Oto?o en cinco barrios perif¨¦ricos, la reapertura -tras veintitr¨¦s a?os de inexplicable clausura- del Museo Municipal, con una notable exposici¨®n sobre Madrid, el incremento de instalaciones deportivas y la firma del convenio de explotaci¨®n del teatro Espa?ol, cuya obras han concluido ya, con el Ministerio de Cultura.
Es obvio se?alar que sin la colaboraci¨®n entusiasta de los funcionarios de esta delegaci¨®n municipal nada de esto habr¨ªa podido alcanzarse. Vaya, pues, por delante nuestro agradecimiento.
El cambio de calles, cuyo estudio ha llevado varios meses y buena parte de cuatro comisiones informativas, es, pues, una medida m¨¢s de naturaleza cultural, adoptada con rigor y sin precipitaciones. En su adopci¨®n han colaborado eficazmente miembros de los tres partidos representados en nuestro concejo.
Cabe se?alar que la medida se produce en coherencia con el esp¨ªritu de nuestra Constituci¨®n y, en concreto, Con su disposici¨®n derogatoria de las leyes fundamentales de la dictadura. Se inscribe, pues, en el proceso de concordia perseguido por nuestro r¨¦gimen democr¨¢tico y su leg¨ªtimo objetivo de superaci¨®n de anteriores discordias con la necesaria equiparaci¨®n entre todos los espa?oles.
Por otra parte, las nuevas denominaciones que se recobran son, en su casi totalidad, anteriores a la II Rep¨²blica. Tras el cambio permanecer¨¢n m¨¢s de un centenar de calles relacionadas con el r¨¦gimen autoritario anterior. De ellas, varias dedicadas al general Franco.
As¨ª, pues, ni hay fobias ni revanchismos, sino el deseo de lograr la reconciliaci¨®n entre espa?oles y de restablecer algo que nunca debi¨® ser alterado y que los madrile?os se han cuidado bien de mantener en sus usos y vocabulario.
Finalmente, hay que destacar la preocupaci¨®n patente del Ayuntamiento por reducir al m¨ªnimo las molestias y los costes de esta operaci¨®n. El n¨²mero de calles que recobran su nombre de anta?o es uno de los m¨¢s reducidos en comparaci¨®n con las dem¨¢s ciudades que han seguido democr¨¢ticamente este criterio. Asimismo, desde su aprobaci¨®n definitiva por el pleno, hasta su entrada en vigor, seis meses despu¨¦s, el acuerdo se adaptar¨¢ sin precipitaciones, dando tiempo a particulares, comerciantes y entidades de todo tipo a prever una serie de medidas para reducir al m¨ªnimo los gastos que se ocasionen.
La Corporaci¨®n democr¨¢tica cree que le avalan suficientes razones hist¨®ricas para adoptar esta resoluci¨®n.
El pa¨ªs desea palpar la democracia en sus instituciones. lugares de trabajo y, tambi¨¦n, en sus calles, aunque por doquier tropieza con un pasado que deseamos superar.
Vuelvan, pues, las aguas a sus cauces, las calles a sus antiguos y benem¨¦ritos nombres, y Espa?a, con el esfuerzo de todos, a la convivencia democr¨¢tica y en paz que, bajo ning¨²n concepto, se debe alterar.
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