Por qu¨¦ sigo siendo cat¨®lico
Yo sigo siendo cat¨®lico. ?Por qu¨¦? No es f¨¢cil responder a esta pregunta en medio de una agobiante pol¨¦mica en la que se dir¨ªa que ya no hay lugar para escribir. Tras un proceso injusto y poco limpio, las altas instancias de la Iglesia me han retirado por decreto el t¨ªtulo de ?te¨®logo cat¨®lico?. Tras veinte a?os de docencia intentan expulsarme de mi facultad de Teolog¨ªa Cat¨®lica y desplazarme a la periferia de mi Iglesia cat¨®lica, con unos medios poco elegantes y precisamente cuando acabo de celebrar mis bodas de plata sacerdotales. Es posible en tales condiciones de vejaci¨®n y amenaza formular declaraciones de lealtad y hacer profesiones de fe??Por qu¨¦ sigo siendo cat¨®lico en semejante situaci¨®n? En realidad, no soy yo solo quien se hace tal pregunta. Por millares de cartas, telegramas y conferencias telef¨®nicas s¨¦ que tambi¨¦n se la hacen incontables cat¨®licos del mundo entero, invadidos por la tristeza, la ira y la desesperanza. Muchos se preguntan si ser¨¢ que, en la Iglesia cat¨®lica, la rueda de la historia va a retroceder a los tiempos anteriores a Juan XXIII y al Concilio. ?Ser¨¢ posible que sucumban al triunfalismo reprobado por el Concilio la nueva apertura y disposici¨®n para el di¨¢logo al nuevo talante humano y cristiano? ?Llegar¨¢n las instancias romanas a suprimir de nuevo la libertad de la teolog¨ªa y atemorizar a los te¨®logos cr¨ªticos e imponerles su disciplina recurriendo a la violencia espiritual? ?Se limitar¨¢n los obispos a recibir las ¨®rdenes de arriba y a imponer a la base las directrices romanas? ?Es posible que, pese a las bellas palabras y gestos ecum¨¦nicos, ciertos actos y actitudes contrarias al ecumenismo vuelvan a hacer de la Iglesia en la sociedad moderna una ?fortaleza? (cardenal Ottaviani) hostil, inh¨®spita y est¨¦ril?
La verdad es que, a ra¨ªz de los ¨²ltimos acontecimientos, algunos han abandonado ya formalmente la Iglesia y muchos otros han optado definitivamente por una emigraci¨®n interna. Y lo m¨¢s lamentable en toda esta pol¨ªtica eclesi¨¢stica es que muchas personas, con resignado silencio, seguir¨¢n abandonando la Iglesia. Por otra parte, los que, en su condici¨®n de p¨¢rrocos, vicarios o profesores de religi¨®n, tienen que hacer digerir a la base lo que les impone la jerarqu¨ªa, es decir, los que buscan a tientas argumentos para hacer inteligibles las decisiones de Roma a unos hombres que preguntan con agudo sentido cr¨ªtico, ¨¦sos precisamente son los que querr¨ªan saber c¨®mo se responde a la pregunta: ?Por qu¨¦ seguir siendo cat¨®lico?
Una pregunta personal
Debo decir de entrada que lo que me mueve a formular esta pregunta no es el gusto por los problemas te¨®ricos, sino la necesidad de defenderme. En efecto, la duda sobre mi catolicidad no es m¨ªa, sino de ciertas instancias y ciertos jerarcas. ?Por qu¨¦, pues, sigo siendo cat¨®lico? La respuesta, tanto para m¨ª como para muchos otros, es que no quiero dejarme arrebatar algo que forma parte de mi vida. Nac¨ª en el seno de la Iglesia cat¨®lica: incorporado por el bautismo a la inmensa comunidad de todos los que creen en Jesucristo, vinculado por nacimiento a una familia cat¨®lica que amo entra?ablemente, a una comunidad cat¨®lica de Suiza a la que vuelvo con placer en cualquier oportunidad; en una palabra, nac¨ª en un solar cat¨®lico que no me gustar¨ªa perder ni abandonar, y esto como te¨®logo.
Desde muy joven conozco Roma y el papado m¨¢s a fondo que muchos te¨®logos cat¨®licos, y no albergo -pese a lo que se ha dicho en contra- ning¨²n ?afecto antirromano? (H. U. Von Balthasar). ?Cu¨¢ntas veces habr¨¦ de decir y escribir todav¨ªa que no estoy contra el papado ni contra el papa actual, sino que he defendido siempre, ante los de dentro y frente a los de fuera, un ministerio de Pedro -purificado de rasgos absolutistas- acorde con los datos b¨ªblicos. Siempre me he pronunciado en favor de un aut¨¦ntico primado pastoral en el sentido de responsabilidad espiritual, direcci¨®n interna y solicitud activa por el bien de la Iglesia universal, un primado que pueda ser para todos los cristianos una prestigiosa instancia de mediaci¨®n y arbitraje. Un primado no de dominio, sino de servicio abnegado, ejercido responsablemente ante el Se?or de la Iglesia y vivido con humildad fraternal. Un primado no inspirado en el esp¨ªritu de un seudorreligioso imperialismo romano, como el que conoc¨ª de cerca en mis siete anos de estudios durante el pontificado de P¨ªo XII, sino en el esp¨ªritu de Jesucristo, como el que representan para m¨ª las figuras de Gregorio Magno o Juan XXIII, a quien tuve ocasi¨®n de observar muy de cerca en mi condici¨®n de te¨®logo conciliar: papas que no esperaban sumisi¨®n servil, devoci¨®n acr¨ªtica o adoraci¨®n sentimental, sino colaboraci¨®n leal, cr¨ªtica constructiva y oraci¨®n constante; colaboradores de nuestra alegr¨ªa y no se?ores de nuestra fe, para decirlo con palabras del Ap¨®stol.
Desde muy joven viv¨ª la universalidad de la Iglesia cat¨®lica y en ella pude aprender y recibir muchas cosas de innumerables hombres y amigos de todo el mundo. Desde entonces me resulta m¨¢s claro que la Iglesia cat¨®lica no se identifica sin m¨¢s con la jerarqu¨ªa ni con la burocracia romana.
Luego me esperaba Tubinga, la protestante Tubinga con su facultad cat¨®lica. Aqu¨ª soy profesor desde 1960, y me he integrado cada vez m¨¢s en esta facultad, que desde su fundaci¨®n cuenta con una resonante historia no s¨®lo de ¨¦xitos, sino tambi¨¦n de conflictos. Numerosos te¨®logos cat¨®licos de esta universidad, incluso algunos que todav¨ªa viven y ense?an, han sido amonestados, incluidos en el ¨ªndice y sometidos a procesos disciplinares. ?Nada es nuevo bajo el sol de Tubinga!
En esta facultad cat¨®lica, envuelta en la libre atm¨®sfera de Tubinga, han ido naciendo mis libros y los de mis colegas, los cuales sin ella tal vez no habr¨ªan visto la luz o tendr¨ªan un rostro distinto. En di¨¢logo constante con profesores y alumnos ha surgido aqu¨ª una teolog¨ªa cat¨®lica que, a diferencia de la vieja teolog¨ªa pol¨¦mica, es de verdad ecum¨¦nica y se propone aunar dos cosas: Fidelidad a la herencia cat¨®lica y apertura a la cristiandad y al mundo entero.
El di¨¢logo con los colegas protestantes ha tenido una importancia decisiva para los te¨®logos cat¨®licos, no para menospreciar lo cat¨®lico ni menos para tirarlo por la borda, sino para contemplarlo con ojos nuevos y profundizarlo con esp¨ªritu ecum¨¦nico sobre la base del Evangelio. Fiel a esta tarea, en 1963 pas¨¦ a ocupar, dentro de la facultad de Teolog¨ªa Cat¨®lica, la reci¨¦n fundada c¨¢tedra de Teolog¨ªa Dogm¨¢tica y Ecum¨¦nica. A esta c¨¢tedra iba unida la direcci¨®n de un instituto de Estudios Ecum¨¦nicos que ha trabajado sistem¨¢ticamente por la convergencia de las teolog¨ªas, sin soslayar los problemas teol¨®gicos m¨¢s espinosos. En tales circunstancias, ?se puede reprochar a un te¨®logo que se defienda con todos los medios leg¨ªtimos del intento de expulsarlo de su facultad?
?Por qu¨¦, pues, sigo siendo cat¨®lico? No s¨®lo por raz¨®n de mis ra¨ªces cat¨®licas, sino tambi¨¦n por raz¨®n de esa tarea, que para m¨ª es la gran oportunidad de mi vida y que s¨®lo puedo realizar plenamente siendo te¨®logo cat¨®lico en el marco de mi facultad teol¨®gica. Pero esto nos lleva a otra pregunta: ?Qu¨¦ significa propiamente lo cat¨®lico, eso que me impulsa a seguir siendo te¨®logo cat¨®lico?
Seg¨²n la etimolog¨ªa del t¨¦rmino y la antigua tradici¨®n, es te¨®logo cat¨®lico quien, al hacer teolog¨ªa, se sabe vinculado a la Iglesia ?cat¨®lica?, es decir, universal, total. Y esto en dos dimensiones: temporal y espacial.
1. Catolicidad en el tiempo. Es cat¨®lico el te¨®logo que se sabe unido a la Iglesia total, es decir, a la Iglesia de todos los tiempos. Te¨®logo cat¨®lico, por tanto, es el que no dice a priori que este o aquel siglo no es ?cristiano? o ?evang¨¦lico?, sino que est¨¢ convencido de que en todos los siglos ha habido una comunidad de creyentes que escuchaba el Evangelio de Jesucristo y cuyo prop¨®sito era vivir de acuerdo con ¨¦l en la medida en que lo permiten la fragilidad y la falibilidad del hombre.
En cambio, el radicalismo protestante (que no debe confundirse con la radicalidad evang¨¦lica) corre el peligro de ignorar la historia y comenzar desde cero, para saltar de Jes¨²s a Pablo, y de Pablo a Agust¨ªn, para llegar, pasando por alto la Edad Media, a Lutero y Calvino y, desde ellos -con frecuencia olvidando su propia ?ortodoxia?- a los actuales padres de la Iglesia o, mejor dicho, a los actuales jefes de fila.
El te¨®logo cat¨®lico, por el contrario, da siempre por supuesto que el Evangelio ha sido atestiguado en todo tiempo, y procura aprender de la Iglesia de tiempos pasados. Aunque considera que la cr¨ªtica es necesaria, jam¨¢s prescinde de las l¨ªneas divisorias y las se?ales de peligro que la Iglesia de tiempos pasados, en su preocupaci¨®n y lucha por la ¨²nica fe verdadera, puso con sus f¨®rmulas de fe y sus definiciones para distinguir entre verdaderas y falsas interpretaciones del mensaje, a menudo en per¨ªodos de especial dificultad. El te¨®logo cat¨®lico nunca descuida las experiencias positivas o negativas de sus padres y hermanos en la teolog¨ªa, de aquellos maestros que son sus compa?eros mayores y m¨¢s experimentados en la escuela de la escritura.
Ese te¨®logo busca en su cr¨ªtica la continuidad de la fe cristiana por encima de todas las rupturas.
2. Catolicidad en el espacio. Es cat¨®lico el te¨®logo que se sabe unido a la Iglesia de todas las naciones y continentes y no se centra s¨®lo en la Iglesia de su pa¨ªs, ni se aisla de la Iglesia universal. Ese te¨®logo est¨¢ convencido de que en todas las naciones y continentes hay una comunidad de fieles que, en definitiva, pretende lo mismo que su propia Iglesia, que se inspira como ¨¦sta en el Evangelio y puede aportar algo a su Iglesia y a su teolog¨ªa.
En cambio, el particularismo protestante (que no debe confundirse con la insistencia evang¨¦lica en la comunidad local) tiende siempre a centrarse en la fe y la vida de una Iglesia limitada en el espacio, y a contentarse con un provincianismo teol¨®gico, en ocasiones de gran altura intelectual.
El te¨®logo cat¨®lico, por el contrario, da siempre por supuesto que el Evangelio ha sido anunciado a todos los pueblos, clases y razas, y procura aprender de las otras iglesias. De ah¨ª que su teolog¨ªa, pese a su enraizamiento en una determinada Iglesia local nunca est¨¦ vinculada a una naci¨®n, cultura, raza, clase, forma de sociedad, ideolog¨ªa o escuela. Sin olvidar su lugar espec¨ªfico, el te¨®logo cat¨®lico se interesa por esa universalidad de la fe cristiana que abarca a todos los grupos.
En este doble sentido quiero seguir siendo te¨®logo cat¨®lico y exponer la verdad de la fe cat¨®lica con una hondura y apertura igualmente cat¨®lica. En este sentido, pueden ser tambi¨¦n cat¨®licos ciertos te¨®logos que se llaman protestantes o evang¨¦licos, cosa que sucede de hecho, y particularmente en Tubinga. Esto deber¨ªa constituir un motivo de gozo para la Iglesia oficial.
?Significa esta aceptaci¨®n de la catoliciad en el tiempo y en el espacio, en la profundidad y la apertura, que es preciso aprobar todo lo que las instancias oficiales ense?aron, prescribieron u observaron a lo largo del siglo XX? Cuando la Congregaci¨®n de la Fe y la Conferencia Episcopal Alemana hablan de la verdad de la fe cat¨®lica en su ?plenitud?, ?totalidad? e ?integridad?, ?le refieren a una identificaci¨®n total de esa naturaleza?
No; no es posible que se refieran a una concepci¨®n tan totalitaria de la verdad. Ni la misma Iglesia oficial podr¨¢ negar hoy que en la historia de la doctrina y la praxis cat¨®lica se ha incurrido, con ayuda de la teolog¨ªa, en errores de graves consecuencias; errores que en parte han sido rectificados por los papas (a menudo, sin decirlo): la excomuni¨®n del patriarca de Constantinopla y de la Iglesia griega; la prohibici¨®n de las lenguas vulgares en la liturgia; la condenaci¨®n de Galileo y de la moderna concepci¨®n cient¨ªfica del mundo; la prohibici¨®n de ciertos ritos y nombres divinos de China y la India; el mantenimiento. hasta el Vaticano I, de algo tan medieval como el poder temporal del papa, recurriendo a todos los medios materiales y espirituales, incluida la excomuni¨®n; la condenaci¨®n de los derechos humanos y, en particular, la libertad de conciencia y de religi¨®n; por ¨²ltimo, ya en nuestro siglo, las numerosas condenas de la nueva ex¨¦gesis cr¨ªtica (a prop¨®sito de los autores de los libros sagrados, el estudio de las fuentes, la historicidad y los g¨¦neros literarios) y otras condenas en el campo dogm¨¢tico, sobre todo en relaci¨®n con el ?modernismo? (teor¨ªa de la evoluci¨®n, interpretaci¨®n del desarrollo de los dogmas) y, en los ¨²ltimos tiempos, las purgas de P¨ªo XII, justificadas tambi¨¦n con razones dogm¨¢ticas, medidas que afectaron a los m¨¢s importantes te¨®logos del per¨ªodo preconciliar -Chenu, Congar, De Lubac, Teilhard de Chardin, etc¨¦tera-, la mayor¨ªa de los cuales llegaron a ser te¨®logos del Concilio durante el pontificado de Juan XXIII.
Es indiscutible que el amor a lo verdaderamente cat¨®lico nos obliga a distinguir. ?No todo lo que se ha ense?ado y practicado oficialmente en la Iglesia cat¨®lica ¨¦ra de hecho cat¨®lico! Y ni que decir tiene que la catolicidad se convert¨ªa en un ?catolicismo? anquilosado si nos limit¨¢ramos a aceptar la ?realidad f¨¢ctica de lo cat¨®lico? (J. Ratzinger), en vez de someterla a un criterio. Y para los cat¨®licos, tal criterio no puede ser otro que el mensaje cristiano, el Evangelio, y, m¨¢s concretamente, el propio Jesucristo, que es para la Iglesia, y para m¨ª -pese a lo que se ha dicho en contra-, el hijo y la palabra de Dios. El es y seguir¨¢ siendo la norma con que es preciso juzgar -no atacar- a toda autoridad eclesi¨¢stica, norma a la que, evidentemente, tambi¨¦n el te¨®logo tiene que someterse y dar cuenta en una constante actitud de sincera humildad y autocr¨ªtica.
De todo lo cual se desprende que ser cat¨®lico no puede significar aceptar y soportar todo sumisamente con una falsa humildad en aras de una supuesta ?plenitud ?, ? totalidad? e ?integridad?. Eso constituir¨ªa un mal complexio oppositorum, una tr¨¢gica amalgama de contradicciones, de verdad y error.
En ocasiones se ha acusado al protestantismo de efectuar una mutilaci¨®n, de optar unilateralmente por una parte del todo. Pero, por su parte, el catolicismo no escapa a menudo al reproche de,pretender armonizar demasiadas cosas, de acumular sincret¨ªsticamente elementos heterog¨¦neos sospechosos y, a veces, no cristianos, paganos. ?Qu¨¦ es peor: pecar por defecto o pecar por exceso? En todo caso, la catolicidad debe entenderse siempre con un sentido cr¨ªtico fundado en el Evangelio. Siempre que se pronuncia el ?y? cat¨®lico hay que tener tambi¨¦n presente la necesaria ?protesta? del ?s¨®lo?, la cual confiere al ?y? su sentido pleno. Es preciso dejar abierta la posibilidad de reformas, tanto en la doctrina como en la praxis. Lo cual significa que el te¨®logo aut¨¦nticamente cat¨®lico debe tener una actitud evang¨¦lica, del mismo modo que el te¨®logo verdaderamente evang¨¦lico ha de tener una actitud cat¨®lica. Esto hace las delimitaciones teol¨®gicas mucho m¨¢s dif¨ªciles de lo que quieren hacer creer los documentos doctrinales oficiales, a menudo tremendamente simplistas, documentos que reflejan muchas veces poca profundidad y apertura cat¨®lica. ?Por qu¨¦, pues, sigo siendo cat¨®lico? Porque puedo profesar una ?catolicidad evang¨¦lica? centrada y estructurada a la luz del Evangelio, la cual no es otra cosa que la aut¨¦ntica ecumenicidad. Ser cat¨®lico significa, pues, ser plenamente ecum¨¦nico.
?Qu¨¦ cabe decir, por ¨²ltimo, sobre lo ?romano?? La expresi¨®n ?romano-cat¨®lico? es tard¨ªa y equ¨ªvoca. Repito, una vez m¨¢s, que no tengo nada contra Roma. Pero precisamente por ser te¨®logo cat¨®lico no puedo someter sin m¨¢s mi fe cat¨®lica y mi teolog¨ªa cat¨®lica al absolutismo romano,
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