Ojo por ojo
PRODUCE HASTA bochorno tener que recordar -recordarnos a todos- a estas alturas que en la civilizaci¨®n occidental no puede confundirse una secular y perfeccionada tradici¨®n de justicia con el -mero cainismo. En el contexto de todos los problemas de terrorismo que aquejan a no pocas naciones europeas, este pa¨ªs no debe se?alarse por la sura del ojo por ojo y diente por diente. El reciente asesinato de seis guardias civiles ha sido un crimen b¨¢rbaro e injustificable; no ha sido -desdichadamente- el primero de esta ¨ªndole ni ser¨¢ el ¨²ltimo. Pero sobre cr¨ªmenes de tal ¨ªndole cae una un¨¢nime repulsa pol¨ªtica y social, y las medidas que el Estado tiene el derecho y la obligaci¨®n de arbitrar deben evitar, entre otras cosas, la repetici¨®n de esos actos de salvaje violencia por parte de pistoleros de opuesto signo.Contestar a la barbarie con la barbarie, el hacer bueno esa deleznable costumbre de tomarse la justicia con la propia mano, traslada a nuestras fronteras costumbres propias de los ?Escuadrones de la Muerte?, que reinan en algunos pa¨ªses latino americanos y desentierran humillantemente la quijada de Ca¨ªn. Ayer un simpatizante de Eukadiko Ezkerra ha sido asesinado en Euskadi y una muchacha (seg¨²n todos los primeros informes, desconectada de la lucha terrorista) secuestrada y ?ejecutada? criminalmente en las afueras de Madrid. Despu¨¦s de los atentados a base de simpatizantes del PNV y de otros hechos similares registrados recientemente en el Pa¨ªs Vasco no cabe duda de que estamos ante un proceso de guerra sucia empezada por los pistoleros comunes de la ultrader¨¦cha contra los pistoleros comunes de la ultraizquierda.
M¨¢s o menos veladamente resurgir¨¢n las manoseadas tesis de que son los asesinos los primeros que deben abolir la pena de muerte y de que la venganza es una categor¨ªa moral y de que el terror se disuelve con m¨¢s terror. Dos mil a?os de civilizaci¨®n se vienen as¨ª al suelo, todo el basamento de? Derecho romano, los c¨®digos napole¨®nicos, todos los logros human¨ªsticos de decenas de generaciones se ven arrumbados por otra laya de criminales que se creen leg¨ªtimos debeladores del crimen.
Las sociedades democr¨¢ticas procuran erradicar antes a los vengadores del Estado que a los criminales que atentan contra ese mismo Estado. Porque el Estado no es ninguna idea m¨ªstica, sino un conjunto de leyes y ordenanzas en torno a las cuales una naci¨®n ordena su vida en paz, progreso y laboriosidad. Aquellos que desde fuera de ese com¨²n entendimiento atenten sangrientamente contra la comunidad deben ser descubiertos y castigados por la ley. Pero el mayor da?o de las sociedades democr¨¢ticas puede acabar por venir de la mano de los ?falsos amigos?, que por defender las instituciones del Estado las socavan desde dentro, coloc¨¢ndose arteramente al mismo nivel que los delincuentes del derecho com¨²n. Todo Estado debe tener leyes y polic¨ªas. Ninguno que sea civilizado se puede tolerar la existencia de ?guerreros del antifaz? o ?coyotes? justicieros.
El Batall¨®n Vasco Espa?ol resulta as¨ª que no es ninguna de las tres cosas, ni vasco ni espa?ol, porque repugna que tengan la condici¨®n de tales un pu?ado de vulgares asesinos y porque con sus acciones amenazan la existencia, en libertad y justicia, del Pa¨ªs Vasco y de Espa?a. Ni batall¨®n tampoco, pues es s¨®lo una partida de rufianes. Su acto vengador es tan miserable como el de los asesinatos de ETA, y la repulsa de sus cr¨ªmenes debe ser expl¨ªcita en nuestra sociedad. No vaya a resultar ahora que el incivismo que ha servido de base en algunos sectores sociales para el amparo y crecimiento del terrorismo etarra se vea encima correspondido por el incivismo -igualmente criminal- de algunos salones de la sociedad biempensante que prefieren depositar su esperanza antes en los matones que en la polic¨ªa del Estadio.
El nombramiento de un delegado especial del Gobierno para el orden p¨²blico en el Pa¨ªs Vasco (el general Santamar¨ªa) es buen momento para recordar esta necesidad de acabar con la guerra sucia contra el terrorismo. Primero, porque es inmoral y reveladora de lo m¨¢s miserable de la condici¨®n humana. Despu¨¦s, porque resulta in¨²til para acabar con el terrorismo, y antes bien constituye un acicate de violencia y de cr¨ªmenes. La guerra sucia se utiliz¨® en nuestro pa¨ªs en los a?os de la posguerra civil. El maquis fue liquidado de esta forma mediante m¨¦todos inconfesables cuya publicidad era evitada por la censura de prensa. Aquello era una dictadura. La Espa?a democr¨¢tica ni puede ni debe admitir estos m¨¦todos. Y el general Santamar¨ªa tiene que saber que su enemigo, el terrorismo, es ahora bic¨¦falo: por un lado tiene a ETA, y por otro, al Batall¨®n Vasco Espa?ol y las bandas de incontrolados.
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