Pol¨ªtica catalana, pol¨ªtica espa?ola
El historiador aragon¨¦s Andr¨¦s Gim¨¦nez Soler escrib¨ªa en 1930, en una situaci¨®n pol¨ªtica, mutatis mutandis, semejante a la actual: ?El pueblo catal¨¢n y el castellano jam¨¢s han vivido en contacto; ¨¦sta, ¨¦sta es la causa del desacuerdo y de la secesi¨®n espiritual: el apartamiento en que est¨¢n los catalanes de la vida nacional espa?ola, apartamiento que es natural por imponerlo la naturaleza. Catalu?a es un territorio encerrado entre monta?as y el mar, con muy pocos pasos f¨¢ciles, es un territorio adosado a la Pen¨ªnsula, m¨¢s no fundido con ella y cuya inclinaci¨®n le hace estar vuelto de espaldas a Espa?a.? Y a?ade m¨¢s adelante: ?El af¨¢n de aislarse, de concentrarse en s¨ª mismos, lo tienen todos los isle?os, y Catalu?a es a modo de una isla: el catalanismo en este sentido lo da la tierra. ?Dejemos de lado el esp¨ªritu castellanoc¨¦ntrico del autor, que los catalanes en general no compartimos: para nosotros, estar de cara a Europa y al Mediterr¨¢neo no es cerrarse, sino abrirse. Lo que tiene de m¨¢s sorprendente el comentario es que se halla en un texto destinado a rebatir el libro de Camb¨®, Per la concordia, uno de los libros m¨¢s espa?olistas que ha dado el catalanismo burgu¨¦s. Un catalanismo que no tiene salida porque, entre el Escila del centralismo (que sirve, empero, a sus intereses de clases) y el Caribdis del nacionalismo catal¨¢n consecuente (que pone en peligro estos intereses, porque la din¨¢mica pol¨ªtico-social catalana tiene una resultante claramente de izquierda), elige el pacto con el centralismo, especialmente si est¨¢ disfrazado. Sin embargo, el centralismo -disfrazado o no- es incapaz de comprender la realidad catalana y nuestra burgues¨ªa se debate entre dos escollos, en los cuales no podr¨¢ sino naufragar.
Otro historiador espa?ol, Am¨¦rico Castro, despu¨¦s de subrayar que ?el catal¨¢n posee es casos mozarabismos y menos arabismos que el espa?ol?, afirma que ?Catalu?a viv¨ªa con las espaldas vueltas a todo eso (a la historia peninsular)?, y a?ade m¨¢s adelante en el mismo p¨¢rrafo: ?Catalu?a no perteneci¨® nunca totalmente a Espa?a, ni tampoco dej¨® de pertenecer a ella; un drama desgarrador que s¨®lo viviendo a Espa?a desde dentro de su historia cabe entender en su integridad. Espa?a como un todo vivi¨® y vive desvivi¨¦ndose; Catalu?a discurre tambi¨¦n por esa ¨®rbita, aunque fue adem¨¢s conde nada a girar sobre s¨ª misma; condenada, mientras sea Catalu?a, a buscarse sin encontrarse. He aqu¨ª el precio pagado por su escasez de mozarabismos.?
No he cre¨ªdo que valiera la pena subrayar ninguna de las frases de las citas que acabo de hacer de Gim¨¦nez Soler, historiador y pol¨ªtico de la Monarqu¨ªa de la Restauraci¨®n, que fue gobernador de Gerona en 1918, y de Am¨¦rico Castro, historiador liberal, t¨ªpico ejemplo de la ¨¦lite republicana que giraba alrededor del Centro de Estudios Hist¨®ricos, exiliado en 1939. Los fragmentos son suficientemente expl¨ªcitos y coincidentes, una coincidencia que puede parecer sorprendente para algunos, pero que no tiene nada de inesperada para otros. Lo he citado porque son testimonios, sacados del ?otro lado?, de un hecho irrebatible para quienquiera que conozca la historia y la realidad actual: la pol¨ªtica catalana es distinta de la pol¨ªtica espa?ola, porque Catalu?a, en concreto, y los pa¨ªses catalanes, en conjunto, tienen una historia distinta, que ha determinado una lengua, una cultura, una estructura econ¨®mica y social, unas costumbres, propias y diferenciadas. Eso que los cultos historiadores citados han expresado elaboradamente y que los analfabetos han constatado a nivel pr¨¢ctico y les ha inducido a llamar ?polacos? a los catalanes que viven o circulan por el interior de la Pen¨ªnsula. No es ning¨²n insulto, aunque tenga la intenci¨®n de serlo.
Por otra parte, es un fen¨®meno hist¨®rico frecuente -que hoy se repite de nuevo- que el poder pol¨ªtico espa?ol ha servido sistem¨¢ticamente para desplazar hacia la derecha el centro de la pol¨ªtica catalana claramente situado a la izquierda; un fen¨®meno que la derecha catalana ha visto siempre con buenos ojos y que ha estimulado su t¨ªmido espa?olismo de ?quiero y no quiero?. Lo sorprendente -y nuevo- en nuestra historia es que hoy exista una izquierda en Catalu?a que, con reticencias como la burgues¨ªa, pero capitulando en ¨²ltimo t¨¦rmino como ¨¦sta, acepte el ir a remolque de una pol¨ªtica sucursalista que desplaza hacia la derecha el eje de la pol¨ªtica catalana, y transija con la conculcaci¨®n de unos derechos nacionales catalanes que durante el tiempo del franquismo defend¨ªa, resumidos en el derecho de libre autodeterminaci¨®n, incluido el de independencia.
Nacionalistes d'Esquerra ha nacido precisamente del clima de frustraci¨®n y de desencanto de amplios sectores populares catalanes ante la capitulaci¨®n y el abandonismo de los partidos democr¨¢ticos. Responde a un planteamiento de futuro, no de pasado: la voluntad de que el ma?ana no nos sea trabucado de nuevo, como tantas otras veces en el pasado, ni en lo que ha de tener de nacional catal¨¢n ni en lo que ha de tener de socialmente avanzado, seg¨²n nuestra din¨¢mica interna. Un planteamiento pol¨ªtico, no de violencia; un planteamiento sin miedo, pero assenyat (sensato); un planteamiento clar i catal¨¢, pero sin estridencias. Somos conscientes de lo que significa oponerse al alud de la reforma -de la reforma del franquismo- Somos prudentes y ponderados en la exposici¨®n de nuestros argumentos, como prudente y ponderado es el esp¨ªritu de nuestro pueblo. Pero no queremos que la prudencia nos haga traidores.
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