Ortega y el socialismo
El PSOE, aun cuando se fundara en 1879 y celebrara su primer congreso en 1886, tuvo un primer per¨ªodo de lenta andadura no s¨®lo porque sus dirigentes prefer¨ªan la pedagog¨ªa concienciadora del verbalismo alineador y porque los republicanos -que intentaban zaherir a Iglesias llam¨¢ndole Pablo Ermitas y Pablo Capillas- atra¨ªan a sectores populares mediante un anticlericalismo burdo, con el que quer¨ªan contrarrestar la incontenible presi¨®n eclesial, sino tambi¨¦n porque en las condiciones de vida de un pa¨ªs predominantemente agrario, cundido por la pobreza, el anarquismo fascinaba a extensas capas proletarias con sus apocal¨ªpticas proclamas.Aquel incipiente Partido Socialista de austera ¨¦tica -tan necesaria en un ambiente en el que constitu¨ªan h¨¢bitos la complacencia permisiva, la corruptela mediocre y el costumbrismo t¨®pico- trasplantaba su talante moral al quehacer intelectual, de forma que ¨¦ste pecaba de dureza conceptual sin abrirse a la fecunda complejidad que una metodolog¨ªa id¨®nea requiere. Cuando aqu¨ª hablo de metodolog¨ªa id¨®nea a fines del pasado siglo, no me refiero a una peripecia intelectual socialista al margen del marxismo -lo que, en cambio, hoy s¨ª es posible-, sino a su interior mismo, pero captando los diversos veneros que el genio de Marx alent¨®. Y a estas latitudes nos lleg¨®, principalmente, el imperturbable de Kautsk y, a trav¨¦s de la versi¨®n francesa de Jules Guesde, caracterizada ¨¦sta por la sequedad, la aridez y la aplicaci¨®n de una igual medida a diversas situaciones. En el camino se qued¨®, sin traspasar los Pirineos, la m¨¢s rica implementaci¨®n te¨®rica de Jean Jaures.
Sin embargo, cuando la vigorosa irrupci¨®n obrera impresionaba a los intelectuales, como en Vizcaya en el momento de la gran huelga de 1890, algunos se inclinaron al socialismo, cual sucedi¨® con Unamuno, que, afiliado a la Agrupaci¨®n Socialista de Bilbao, colabor¨® regularmente en su ¨®rgano La Lucha de Clases. Mas esta actitud unamuniana fue transitoria, y la carencia de tensi¨®n intelectual en el per¨ªodo del lento crecimiento sesg¨® vocaciones.
Mas cuando Ortega y Gasset, a su regreso de Alemania, inicia su periplo reformista, el Partido Socialista est¨¢ cobrando una nueva fisonom¨ªa. Se va saliendo del aislamiento, se traban lazos con los republicanos que han abandonado truculencias sem¨¢nticas, y la campana por el ?Maura no? coadyuvar¨¢ a ensamblar el esfuerzo regeneracionista con los ¨ªmpetus populares.
Un s¨ªmbolo de la nueva etapa socialista lo representa la inauguraci¨®n, el 28 de noviembre de 1908, de la Casa del Pueblo de Madrid
Un vasto edificio ubicado entre las calles de Gravina, G¨®ngora y Piamonte abrigar¨¢ hasta 1939 las actividades societarias. La amplia tarea de formaci¨®n de la clase trabajadora que el socialismo se pro pone en el camino hacia una ?sociedad de hombres libres, iguales, honrados e inteligentes?, tal y co mo aspira su declaraci¨®n de prin cipios, en la que un sano relente ut¨®pico no empece la pr¨¢ctica coti diana, encontrar¨¢ fundamento y fecundidad en el amplio inmueble Pero tambi¨¦n se mostrar¨¢ talante tolerable y abierto al abrir sus puertas a hombres de ideas distintas, pero de sensibilidades parejas en torno a la visi¨®n de una Espa?a mejor. Es all¨ª donde Ortega, el 2 de diciembre de 1909, pronunciar¨ªa su segundo discurso pol¨ªtico, mes y medio despu¨¦s que dictara su primera conferencia en el Ateneo madrile?o.
Partiendo de que ?socialismo y humanidad son dos voces sin¨®nimas, son dos gritos varios para una misma y suprema idea?, toca el ¨¢nimo de sus oyentes al manifestar en qu¨¦ consiste esa idea: ?Para m¨ª, socialismo es cultura. Y cultura es cultivo, construcci¨®n. Y cultivo construcci¨®n, son paz. El socialismo es el conductor de la gran paz sobre la Tierra. ?
Expresando que la convicci¨®n religiosa constituye el ¨²ltimo apoyo de la organizaci¨®n social estamental mientras los hombres sent¨ªan la presencia divina en su vida, cuando surge la burgues¨ªa, como clase dominante, y, al mismo tiempo, el proletariado fue ganando terreno, la convicci¨®n por razones no por sentimientos: la convicci¨®n cient¨ªfica, la cultura. En este sentido, Ortega dec¨ªa: ?Hombre no es el que come mejor, hombre es el que piensa y se comporta con r¨ªgida moralidad. El comer, el vestir, todo lo econ¨®mico, no es m¨¢s que un medio para la cultura. La cultura se va imponiendo: es el poder espiritual moderno. Gracias a que las gentes, educadas por la ciencia, se han convencido de que es un deber hacer participar a todos los hombres en la cultura, han apoyado directa o indirectamente a los partidos socialistas.? Mas si la tarea de estas organizaciones a escala internacional es la de imponer la cultura que para Ortega es sin¨®nimo de seriedad cient¨ªfica y justicia social, en Espa?a, donde, desde el desastre de 1898, los logros de la Europa liberal industrial configuran un amplio ejemplo a seguir desde nuestra peculiar etopeya, adem¨¢s, ?El Partido Socialista tiene que ser el partido europeizador de Espa?a?.
Para el insigne profesor de metaf¨ªsica y las mentes liberales que le rodeaban, dichas palabras eran elogio cumplido. Mas el encuentro de Ortega y el socialismo fue tambi¨¦n coyuntural. Sin embargo, muy pronto iban a surgir otros hombres que, si bien compart¨ªan la sensibilidad orteguiana en lo que ten¨ªa de espec¨ªfico desd¨¦n hacia la mediocridad dominante en la Espa?a oficial, se propon¨ªan encaminar sus ideas por la senda que el socialismo iba ensanchando. Son los que nacen al fecundo patriotismo y a la tarea intelectual en el seno de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, desde la human¨ªsima incitaci¨®n de Giner de los R¨ªos, o quienes, residiendo accidentalmente en otras naciones, comparando existencias propias y for¨¢neas, contemplan asimismo al socialismo como culminaci¨®n de la reflexi¨®n regeneracionista. Se trata de Juli¨¢n Besteiro, Fernando de los R¨ªos, Luis Araquistain, Luis Jim¨¦nez de As¨²a, Juan Negr¨ªn y Antonio Ramos Oliveira.
Pero esto forma parte ya de la historia del socialismo moderno, del que comienza a vincular org¨¢nicamente a intelectuales fundamentales; del que sabe armonizar anhelos redentores y expresiva b¨²squeda conceptual; del que evidencia la necesidad de armonizar coraz¨®n y raz¨®n.
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