Cuatro clases de chabolas, segun su habitabilidad
La palabra chabola es evidente que tiene un ¨²nico significado a los o¨ªdos de quien la escucha: una vivienda en muy malas condiciones. Pero, en realidad, dentro de la ciudad nos podemos encontrar hasta con cuatro tipos de chabolas, a pesar de que la terminolog¨ªa oficial se empe?e en denominarlas de otras maneras.En primer lugar, nos encontramos con la chabola propiamente dicha, es decir, aquella vivienda con unos quince metros cuadrados de superficie, construida normalmente con materiales de derribo, sin ning¨²n tipo de cimentaci¨®n que la haga s¨®lida y cubierta las m¨¢s de las veces con un techo de uralita simplemente sobrepuesta. Los ocupantes de esa vivienda, en la que se amontonan varias personas, no disponen de la propiedad del suelo que han utilizado para construirse su habit¨¢culo. Adem¨¢s, suelen situarse en mitad de un campo, sin que a su alrededor exista infraestructura urbana alguna; a pesar de que Juan de Arespacochaga, en los tiempos en que ocup¨® la Alcald¨ªa, con su c¨¦lebre Plan de los 5.000 millones, les puso agua y luz a m¨¢s de dos chabolas.
Pero esa chabola que se sit¨²a en el escal¨®n m¨¢s bajo de la vivienda que pueda ocupar hoy un hombre en una gran ciudad de la d¨¦cima potencia industrial del mundo no se diferencia excesivamente en cuanto a las condiciones de habitabilidad de la que la terminolog¨ªa oficial denomina infravivienda suburbial, si bien es cierto que existen unos matices que diferencian un tipo de vivienda del otro.
Esos matices caracter¨ªsticos de la infravivienda suburbial se concretan en unas mayores dimensiones -entre quince y treinta metros cuadrados-, el que sus ocupantes son ya propietarios del suelo sobre el que han construido y que el material empleado en la edificaci¨®n es de mejor calidad. Llegan, incluso, a disponer de cubiertas y solado en relativas buenas condiciones. Sin embargo, persiste en esa infravivienda el hacinamiento t¨ªpico de la chabola, la falta de todo servicio y, en la mayor¨ªa de las ocasiones, de la infraestructura que caracteriza a la ciudad. Las humedades dentro de esas viviendas suelen ser abundantes, lo que da lugar a la aparici¨®n de diversas enfermedades. Tambi¨¦n el alcalde Arespacochaga hizo algo, con sus millones, por dotar a estos madrile?os de segunda clase con un alcantarillado y unos servicios de los que no dispon¨ªan ni era demasiado factible que llegaran a tener, dado el car¨¢cter de suelo calificado como verde que tienen la mayor¨ªa de las zonas de este tipo.
Pero la situaci¨®n de la infravi vienda -siguiendo la terminiog¨ªa oficial- no ha de ser, necesariamente, en los alrededores de la ciudad, Tambi¨¦n en el centro mismo de Madrid podemos encontra sin necesidad de buscar demasiado, viviendas que no alcanzan, ni con mucho, las cotas m¨ªnimas como para que podamos decir que esas personas viven en condiciones humanas. Es esa infraviviendia en el casco antiguo cuyos ejemplos podemos ver en pleno barrio de Malasa?a o en el de Embajadores Sus caracter¨ªsticas siguen siendo el hacinamiento en un pequeno espacio, la falta de servicios y la invasi¨®n de las humedades. Su diferencia est¨¢ en que, en lugar de ser casas de una planta -o dos, como mucho-, son edificios levantados en altura. Las t¨ªpicas corralas ma drile?as no escapan a esta clasifi caci¨®n.
Por ¨²ltimo, nos encontramos con lo que podr¨ªamos calificar como el chabolismo oficial. Las UVA, poblados dirigidos, poblados de absorci¨®n, esto es, las viviendas -provisionales o no- promovidas por la Administraci¨®n, han alcanzado un estado de degradaci¨®n tal que no pueden ya ser considerada como habit¨¢culos dignos y han de pasar a recibir la denominaci¨®n de chabolas. Su construcci¨®n no es de uralita o materiales de desecho, pero son de tan deficiente calidad que, en la mayor¨ªa de los casos, noe st¨¢n muy lejos de la ruina. Existen, normalmente, servicios e infraestructura urbana, pero tan deteriorados que dif¨ªcilmente pueden cumplir el fin para el que fueron instalados.
Muchas de las infravivienda suburbiales est¨¢n hoy en proceso de remodelaci¨®n o sujetas a programas de realojamiento de los vecinos, lo que puede conducir -a un mayor o menor plazo- a su desaparici¨®n. Pero no parece que vaya a suceder lo mismo -por lo menos inmediatamente- con la infravivienda situada dentro de casco urbano -cuya remodelaci¨®n interior es un proceso mucho m¨¢s complejo t¨¦cnica y socialmente- o con la chabola, aunque, en este caso, los realojamientos previsto para otros les pueden afectar indirectamente.
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