La rentabilidad de la Bolsa
Cortar la cabeza al portador de malas noticias es una costumbre tan antigua como in¨²til. Ni por ello mejoran las noticias ni, lo que es m¨¢s grave, ayuda al conocimiento de la verdad futura, que nadie se atrever¨¢ a manifestar.A lo largo de los ¨²ltimos a?os hemos asistido al intento de achacar la continuada baja de los activos burs¨¢tiles a deficiencias estructurales del mercado espa?ol de valores m¨®biliarios, sin caer en la cuenta que, con las mismas carencias, los precios fueron altos otrora y la euforia generalizada en otras situaciones. ?Arrojar la cara importa que el espejo no hay porqu¨¦.?
Sin embargo, algo ha empezado a moverse. Por suerte, para el proceso de reforma del mercado, comienza a ser opini¨®n generalizada, compartida en declaraciones p¨²blicas por la Administraci¨®n, que el afinamiento de los instrumentos t¨¦cnicos del sistema burs¨¢til, imprescindibl¨¦ a todas luces, no repercutir¨¢ de manera directa en el nivel de las cotizaciones, cuya altura responde a condicionamientos extraburs¨¢tiles que son los que mueven la voluntad del inversor.
A¨²n quedan opiniones rezagadas, pero su propio espaciamiento, su car¨¢cter minoritario en un ambiente de criterios acordes, antes con la estricta l¨®gica de los hechos que con la demagogia, permite anticipar un futuro m¨¢s sensato, aunque no por ello menos duro.
Ahora bien, una batalla importante se ha ganado: conocemos las limitaciones del escenario en que habr¨¢ de desarrollarse la reforma. Nadie, en su sano juicio, podr¨¢ intentar, una vez m¨¢s, especular con las esperanzas de los inversores.
No es gratuito que los nuevos planteamientos coincidan con una situaci¨®n burs¨¢til en que las realidades prevalecen. Tras la confusi¨®n, que presidi¨® el desmoronamiento de los precios en los ¨²ltimos ejercicios, he aqu¨ª que 1979 ha tenido un comportamiento que, sin optimismos, cabe calificar de congruente. En una econom¨ªa que ha abandonado la expansi¨®n como motor indefinido de futuros beneficios, las plusvallas y las ampliaciones de capital han dejado de valorarse. Los tiempos del cup¨®n de ampliaci¨®n, rey de los anhelos de los inversores, ha terminado, al menos por el momento. La Bolsa se ha limitado a reconocerlo.
A este proceso racionalizador del mercado, a la introducci¨®n de la nueva realidad, no se ha llegado sin v¨ªctimas; as¨ª, millones de inversores han perdido total o parcialmente el esfuerzo d¨¦su ahorro.
Dejemos que los muertos entierren a los muertos, pues de nada nos va a valer lamentamos de lo perdido. Toda una conctpci¨®n econ¨®mica ha volado con la crisis y nunca las cosas volver¨¢n a ser iguales. M¨¢s adelante, otra vez, no sabemos cu¨¢ndo, los tiempos ser¨¢n pr¨®speros, Par¨ªs ser¨¢, de nuevo una fiesta, pero sus basamentos ser¨¢n diferentes.
Entre tanto, mientras sopla el invierno, ?que hacer en Bolsa? Justamente s¨®lo lo que el mercado intenta: inversiones rentables. Y son posibles, perfectamente posibles.
Si nos olvidamos de las p¨¦rdia. das y partimos de la situaci¨®n actual, los beneficios percibidos por inversiones efectuadas en base a la rentabilidad, a lo largo del ejercicio pasado, han sido satisfactorios. El sector el¨¦ctrico se ha movido en tasas superiores al 15%, llegando en algunos momentos punta a superar el 17,5 %, y ello computando exclusivamente el producto de los dividendos en relaci¨®n a los costes de compra, sin tener en cuenta las posibles desgravaciones fiscales. Se trata de una renta que ha sido capaz de equilibrar, y aun superar en algo, las pirdidas derivadas de la inflaci¨®n. El resultado no se ha hecho esperar: la baja de precios burs¨¢tiles ha sido detenida en este sector. Otros grupos, que por razones largas de explicar no han tenido este comportamitnto, se debaten todav¨ªa con cambios en regresi¨®n, cuyo final es previsible si llegan a las tasas medias de rentabilidad que el mercado acepte como m¨ªnimas. No hay m¨¢s cera que la que arde. Ahora vuelve a ser cierto el refr¨¢n: tanto tienes, tanto vales.
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