Gibraltar, el consumo biling¨¹e
?Hemos sobrevivido, hemos venido?, repite Joshua Hassan, primer ministro, desde hace tres reelecciones. La mejor manera de derriostrar esa victoria sobre el cerrojazo a la verja que, seg¨²n el se?or Hassan, ejecut¨® el vilipendiado Castiella es exteriorizar elevado nivel de vida en lujos visibles desde La L¨ªnea todos los d¨ªas y desde Algeciras con tiempo despejado. Los j¨®venes bobbys gibraltare?os, con sorprendente acento andaluz muchos de ellos, padecen flem¨¢ticamente un tr¨¢fico ruidoso y constante. Los diez kil¨®metros de carreteras, circuito, urbano en su mayor¨ªa, est¨¢n satu.rados de autom¨®viles particulares y taxis con un enloquecido ir y venir. Autom¨®viles, caros y potentes muchos de ellos, que apenas pueden sentir el desahogo de circular en directa por falta material de tramos adecuados. La venganza de los conductores es someter a los motores a un estruendoso r¨¦gimen de revoluciones. Es curioso que en una peque?a ciudad de calles estrechas y dif¨ªciles apenas se ven motocicletas de paseo o bicicletas. El transporte urbano es bueno y casi farniliar. Las furgonetas de diez o quince asientos comunican todos los puntos de la ciudad, pero, a pesar de ello, los coches est¨¢n en constante movimiento.Los s¨¢bados por la noche los gibraltare?os que piensan en lengua inglesa se ponen de punta en blanco para ir a cenar por en¨¦sima vez a algunos de los restaurantes-pub de Main Street, o a los de la zona residencial con espl¨¦ndida vista sobre la base militar brit¨¢nica. Las parejas montan en sus Mercedes, Morris o Subarus y, antes de que el ch¨®fer consiga meter cuarta, llegan a su restaurante de s¨¢bado noche, despiden al chofer, que comienza a dar vueltas para encontrar aparcamiento, y lo citan para un par de horas despu¨¦s.
Gibraltar, una ciudad en la que apenas se puede encontrar pescado del d¨ªa, simplemente porque no hay pescadores, ofrece desde sus tiendas de bricolage todo tipo de blackand-deckers a precios de zona franca, pero los aficionados a trabajos manuales dif¨ªcilmente pueden encontrar madera, y menos a precios asequibles. El zool¨®gico local es una min¨²scula reserva de los famosos monos en Rock Apes. Muchos j¨®venes gibraltare?os que apenas han salido del Pe?¨®n en once a?os, piensan en las vacas, los conejos y las gallinas como especies ex¨®ticas que vieron en alg¨²n viaje.
Cualquier moneda vale para consumir en Gibraltar durante un fin de semana: pesetas, escudos, dracrnas o francos franceses. El cambio, sin embargo, se lo dar¨¢n siempre en-libras, cinco o diez pesetas m¨¢s caras, si no ha comprado. moneda brit¨¢nica al cambio ofi.cial o se le ha terminado. El mercado negro tiene sus fluctuaciones y ¨¦stas dependen de que est¨¦n abiertos o no los bancos. Si se trata de cambiar las ¨²ltimas libras en el puerto antes de tomar lan barco marroqu¨ª, el precio por unidad puede alcanzar las 175 pesetas, aunque el precio oficial no llegue a las 160.
Esta peque?a sociedad mimada por Gran Breta?a, que hace ostentaci¨®n de su triunfo sobre el bloqueo, siente ahora el temor de cambiar de manos, de que se juegue con ella como baza diplom¨¢tica porque, eso te lo dice cualquiera, los gibraltare?os son conscientes de que Gran Breta?a no est¨¢ dispuesta a seguir pagando los siete millones de libras anuales (m¨¢s de 1.100 millones de pesetas) que cuesta mantener el aislamiento. La sensaci¨®n de desamparo se puede traducir en virulentos ataques a la palabra negociaci¨®n o apertura de la verja, como hace el laborista Joe Bossano, o tapando esa decepci¨®n con la certeza de lo inevitable, como hace el se?or Hassan y su domesticada oposici¨®n encabezada por Peter Isola. Entre ambos suman catorce de los quince esca?os de la asamblea gibraltare?a.
?Esta Roca es demasiado importante desde el punto de vista diplom¨¢tico y estrat¨¦gico como para que a la larga los gibraltare?os no entremos por el aro de las l¨ªneas maestras de la pol¨ªtica internacional?, dice el due?o de un restaurante pr¨®ximo a Main Street. El 60% de los ingresos anuales del Pe?¨®n provienen del mantenimiento de la industria b¨¦lica brit¨¢nica. De los veintiocho millones de libras (casi 4.500 millones de pesetas) que se invierten en el plan 1978-1981, la mitad es aportaci¨®n directa de la Hacienda brit¨¢nica.
?Puede que esto le suene a efectismo, pero s¨¦ que si alguien est¨¢ reticente en estos momentos a la apertura de la verja es ese sector formado por mujeres espa?olas casadas con gibraltare?os. Creo que eso es muy significativo, y muchas de ellas apoyan a Bossano cuando va gritando por ah¨ª que no se abra la verja?. Joshua Hassan considera que las espa?olas que tuvieron la suerte de quedarse bloqueadas hace once a?os viven mejorque las que no encontraron marido en la Roca. ?No, no; puede usted, estar seguro de que yo en mi fuero interno siempre he pensado que abrir la frontera es muy bueno de cara al futuro?, apostilla.
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