Espa?oles enjuician la abortada misi¨®n americana en Ir¨¢n
La noticia del fracasado intento norteamericano de liberar a los rehenes de la Embajada de Estados Unidos en Teher¨¢n se confundi¨® en Espa?a con el ruido de la ducha y con la apremiante llamada del despertador. La escena fue com¨²n en toda Europa y la interpret¨® todo el mundo como pudo. Margaret Thatcher, primera ministra brit¨¢nica, por ejemplo, fue uno de los ciudadanos de la Comunidad Econ¨®mica Europea que primero supieron la noticia. En algo muy importante comparti¨® con sus conciudadanos su privilegio: como ellos, la oy¨® en la radio.
Mientras Jimmy Carter afirmaba que el fracaso de la operaci¨®n no le quitaba el sue?o, un espa?ol, Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza, de paso por Par¨ªs, era despertado s¨²bitamente: un viejo amigo suyo, de los tiempos de Washington, donde fue embajador, le llamaba a las siete de la ma?ana para leerle la declaraci¨®n de la Casa Blanca sobre tan espectacular incidente internacional.En Par¨ªs tambi¨¦n, un espa?ol comunitario, Jorge Sempr¨²n, compart¨ªa la sorpresa con la primera ministra brit¨¢nica. Distra¨ªdamente, como los novelistas escuchan las cosas que m¨¢s les prenden, Sempr¨²n o¨ªa la radio mientras se ataba los zapatos. La perplejidad precedi¨® a esta reacci¨®n: ?Me encontr¨¦ asombrado al contemplar una vez m¨¢s la capacidad de la estupidez imperial americana. Y, al mismo tiempo, pens¨¦ que es notable c¨®mo ese pa¨ªs puede reaccionar democr¨¢ticamente para exponer sus errores m¨¢s graves. Ni los franceses ni los rusos, por supuesto, hubieran dejado que el inundo se enterase tan pronto de un error as¨ª, si lo hubieran cometido ellos?.
La reflexi¨®n de Antonio Gala, en Madrid, fue de car¨¢cter tecnol¨®gico. Cuando escuch¨® que Estados Unidos hab¨ªa enviado un comando a liberar a los rehenes y que esta misi¨®n hab¨ªa fracasado, el escritor pens¨® ?en el trist¨ªsimo papel del fracaso de la t¨¦cnica, que se convierte, de vicaria del progreso, en protagonista de la idiotez?. Para Antonio Gala, el norteamericano fue ?un fracaso sutil, detr¨¢s del que quiz¨¢ haya algo m¨¢s. Es, sin duda, un fracaso doble: el de la fuerza y el de la imaginaci¨®n?. No, no sinti¨® miedo Antonio Gala cuando supo la noticia y lo que ¨¦sta pod¨ªa traer consigo. ?Yo soy muy distante, incluso de m¨ª mismo. En este momento, ante situaciones como esa, no siento miedo. Siento m¨¢s bien curiosidad?.
Tampoco sinti¨® miedo Jorge Sempr¨²n, ?porque cuando supe, la informaci¨®n, ya los hechos estaban consumados y no hab¨ªa posibilidad de una secuela mayor. Claro que no se puede. descartar la hip¨®tesis de un conflicto, pero lo que me parece que puede estar ocurriendo es una especie de maniobra rusa para imponer a los norteamericanos un nuevo reparto del mundo?. Se conoc¨ªa tanto la intenci¨®n norteamericana de irrumpir de alguna forma militar en Ir¨¢n para liberar a sus conciudadanos, que Sempr¨²n no se extra?¨® que alg¨²n d¨ªa fuera realidad tal hip¨®tesis. ?Jam¨¢s pens¨¦, sin embargo, que lo hicieran tan mal?.
Otro novelista, ¨¦ste de paso por Madrid, respir¨® aliviado cuando supo que la cosa no hab¨ªa superado ciertos l¨ªmites. ?Pod¨ªa esperarse cualquier cosa en un a?o bisiesto ?. La frase es de Juan Goytisolo, cuyo juicio sobre Carter resume su reacci¨®n ante la crisis del 25 de abril: ?Carter me parece funesto e inquietante, y aparece ahora como una amenaza imprevisible contra la paz del mundo. Con Nixon est¨¢bamos m¨¢s tranquilos, porque conoc¨ªa bien el c¨®digo que deb¨ªa usar para entenderse con el Kremlin ?.
Alberto Portera, neur¨®logo, no tuvo demasiadas dificultades para ponerse en la piel de los rehenes: ?Si yo hubiera sido uno de ellos, una vez perdida toda esperanza de una soluci¨®n ¨¦tica de la situaci¨®n de cautividad, hubiera mantenido cierta esperanza ante la misi¨®n ordenada por Carter. El que unos individuos arriesguen su vida en una acci¨®n solidaria de rescate me hubiera gratificado. Ante todo, pienso, a las situaciones l¨ªmites hay que enfrentarse con procedimientos tambi¨¦n desesperados?.
Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza recurre a la antropolog¨ªa hist¨®rica para definir su sentimiento ante lo que ocurri¨® el 25 de abril. ?Rescatar a un hombre inocente, a un cautivo humillado, o a un reh¨¦n indefenso es un acto generoso que brota del fondo del esp¨ªritu. Nuestra biblia cervantina est¨¢ impregnada de ese ¨¢nimo esforzado y caballeresco que empujaba una y otra vez a don Quijote hacia aventuras temerarias, cuando no imposibles. Un pueblo joven es, por definici¨®n, gallardo y valeroso y soporta mal la denigrante ofensa del abatimiento. Norteam¨¦rica no es una naci¨®n de mercaderes o ingenieros como la presentan sus enemigos, sino una comunidad din¨¢mica que vive en el culto fervoroso de su patriotismo. Su tolerancia y permisividad extremas no impiden que se inflame su nacionalismo en las horas del peligro y de la agresi¨®n. Como dec¨ªa Bernard Baruch a sus interlocutores nazis: ?No venda usted Am¨¦rica barato?, no subestimen nunca a Estados Unidos?. El rescate ha fracasado. Empieza el coro de los reproches tan sonoro y numeroso como hu biera sido el de los elogios en el caso contrario.
Miguel Delibes, ?naturalmente inquieto? ante la noticia, escuchada en su paz campestre y vallisoletana, reaccion¨® con comprensi¨®n parecida: ?Hubiera celebrado una liberaci¨®n incruenta, aunque hubiera sido horroroso que para rescatar a cincuenta personas, otros cincuenta seres humanos hubieran tenido que morir?.
La inquietud de Delibes se convierte en alarma en el caso de Enrique Tierno Galv¨¢n. ?Los botones de las grandes decisiones no deben obedecer a prontos y a falta de previsi¨®n, sino que deben estar en manos dominadas por cabezas serenas. No pas¨¦ miedo, porque siempre en ¨²ltima instancia hay poderes correctores, pero s¨ª sent¨ª como si estuviera sin techo. Como que llov¨ªa y yo estaba sin techo y nos ¨ªbamos a mojar todos?. El horror ?a lo que pudo haber pasado?, dec¨ªa ayer Tierno, ?era el horror a toda violencia. Creo que deben cambiarse los refranes y decir que si quieres la paz tienes que prepararte para la paz ?.
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