El imperio de la ley del embudo
El martes no hubo en Las Ventas sobreros de regalo, como quer¨ªan los matadores y ped¨ªa el p¨²blico, porque el presidente aplic¨® lo que el reglamento prescribe para estos casos. No nos gust¨® -a nadie gust¨®, y hasta hubo broncas por eso-, pues la legalidad nos privaba de ver gratis el toreo bueno, pero nos satisfac¨ªa que prevaleciera el imperio de la ley. Esta peque?a frustraci¨®n se compensar¨ªa con la autenticidad de otros aspectos m¨¢s importantes de la fiesta. Sin embargo, ya sospech¨¢bamos que tanto rigor de interpretaci¨®n durar¨ªa lo que el merengue a la puerta de una escuela, y as¨ª ha ocurrido. En s¨®lo veinticuatro horas se ha podido comprobar que lo que prevalece en el palco es el imperio de la ley del embudo.El mismo reglamento que prohibe la lidia de sobreros de regalo proh¨ªbe la lidia de toros inv¨¢lidos o sospechosos de pitones y proh¨ªbe regalar orejas que casi nadie ha pedido, de todo lo cual no hizo ayer ni caso el comisario Castro, que presidi¨® la corrida. Para empezar acept¨®, en su calidad de autoridad responsable en el reconocimiento de las reses, seis toros in¨²tiles que nunca debieron aparecer por los chiqueros. Pero si ten¨ªa alguna duda sobre el estado de esos animales, se le desvel¨® totalmente en el ruedo, donde pudo ver, como vimos todos, que rodaban por la arena, y durante la caricatura de lidia de los tres primeros, lejos de devolverlos al corral como exig¨ªa el p¨²blico con toda raz¨®n, y el reglamento prescribe, hizo el Don Tancredo en el palco. Despu¨¦s ocurri¨® el disparate de la oreja, antirreglamentaria.
Plaza de Las Ventas
Novena corrida de feria. Cinco toros de Alipio P¨¦rez, inv¨¢lidos; cuarto, sobrero de Mar¨ªa Lourdes Mart¨ªn, manso. Angel Teruel: pinchazo y estocada trasera tendida baja (silencio). Tres pinchazos y estocada (silencio). D¨¢maso Gonz¨¢lez: bajonazo (silencio). Estocada desprendida (oreja protestad¨ªsima). Curro V¨¢zquez: pinchazo hondo, dos descabellos, aviso y otro descabello (palmas). Media baj¨ªsima y cuatro descabellos (aplausos).
Otros presidentes -ponemos aqu¨ª de ejemplo al comisario Corominas- han tenido actuaciones ejemplares y han sabido ejercer su autoridad combin¨¢ndola con criterios de buen aficionado. El palco no siempre es el mismo y a veces se adoptan desde el mismo, de un d¨ªa para otro, decisiones totalmente contradictorias. La fiesta es en Madrid seg¨²n quien presida, y cuando le toca el turno a un incompetente ya podemos echarnos a temblar. En alguna ocasi¨®n hemos dicho, y ahora lo ratificamos, que el origen de los desequilibrios y los altercados que se producen en los tendidos casi siempre tienen su origen en el palco.
Uno tras otro sal¨ªan inv¨¢lidos los Alipio, y el sustituto de Mar¨ªa Lourdes Mart¨ªn, y el sobrero, de la misma ganader¨ªa, y todo. No hab¨ªa corrida, sino un espect¨¢culo lamentable, donde los toreros andaban sobrados y compuestitos en la nada dificultosa tarea de rematar al agonizante. As¨ª, Teruel y D¨¢maso Gonz¨¢lez en sus primeros toros. Curro V¨¢zquez, por su parte, a?adi¨® arte al trasteo. Instrument¨® unos deliciosos derechazos con la mano alta, y luego unos ayudados por bajo soberanos, para llevar al toro hasta el tercio. Esa era la faena, ajustada en el n¨²mero y la calidad de los pases; ni el p¨²blico ped¨ªa otra cosa ni el toro admit¨ªa m¨¢s muletazos. Pero Curro quiso seguir, y por esta equivocaci¨®n le ocurri¨® una sucesi¨®n de males: sufri¨® desarmes, sufri¨® achuchones que pudieron costarle una cornada, desluci¨® el trasteo y escuch¨® un aviso.
Curro V¨¢zquez, uno de los diestros de mayor torer¨ªa de todo el escalaf¨®n, tuvo ayer demasiados errores, que le impidieron alzarse con el triunfo. En el sexto, ¨²nico toro de casta verdadera en la tarde, puso al p¨²blico,en pie con unas preciosas ver¨®nicas, cargando la suerte a la antigua y ya estaba embalado hacia el ¨¦xito, pues ten¨ªa al p¨²blico entregado y su enemigo era manejable, pero en la faena de muleta no consigui¨® acoplarse. Los enganchones se suced¨ªan durante las series de derechazos, y cuando cit¨® al natural, el toro se fue arriba mientras ¨¦l se ven¨ªa abajo. Cambi¨® la salida a hombros por una integridad f¨ªsica que no quiso poner en juego.
En el cuarto, Teruel hab¨ªa estado aburrido, y entre valent¨®n y pega pases D¨¢maso Gonz¨¢lez en el quinto, lo que le vali¨® una oreja surgida del imperio de la ley del embudo.
C¨®mo ser¨ªan los toros que en el cuarto, devuelto al corral, sin picar ni nada, se tir¨® un espont¨¢neo (por cierto, vestido con taleguilla torera) y le dio todos los muletazos que quiso, por la izquierda, por la derecha, de pie y de rodillas. Naturalmente, fue detenido: se le aplicaba el reglamento.
Babelia
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