Pepito y los inv¨¢lidos
Una masa, apretujada en la grada cinco, anunciaba el advenimiento del salvador de la fiesta y con gran orfe¨®n proclamaba su nombre: ??Pepito, Pepito, Pepito!?. De Murcia llegaba el mes¨ªas Pepito, totalmente desconocido en Madrid, y cuando apareci¨® por el port¨®n de cuadrillas se supo que es una mozall¨®n, con envergadura de defensa central.El nombre no le va al cuerpo, pero ?i Pepito, Pepito, Pepito!?. La afici¨®n madrile?a, que est¨¢ a la que salta y no deja pasar una ocasi¨®n de pasarlo bien con la zumba, hac¨ªa el eco: ??Pepito, Pepito, Pepito!?. Y lleg¨® un momento en que Pepito se calaba la montera hasta los ojos para cubrir en lo posible la cara, que se le pon¨ªa colorada.
La masa, con sus coros, facilitaba datos para la historia del mes¨ªas Pepito: ?Qu¨¦ torero da la Universid¨¢! Pepito universitario y quiz¨¢, doctor. Doble doctor porque tambi¨¦n lo es en tauromaquia. Precisamente en Las Ventas confirm¨®el doctorado al grito de pepitopepito. Y a rengl¨®n seguido se puso a correr la mano. Poco en el toro de la alternativa, pues se le iba a tablas y tama?o inconveniente le hac¨ªa un l¨ªo. Mucho m¨¢s en el sexto, borrego de carril, y con tan buen estilo que la afici¨®n madrile?a, consciente de que la masa hac¨ªa un mal favor al torero con sus extempor¨¢neos gritos de aliento, la mand¨® callar.
Plaza de Las Ventas
Decimotercera corrida de feria (domingo). Cinco toros de Luis Albarr¨¢n, desiguales de presencia, con dos muy brochos y dos muy chicos, inv¨¢lidos, y cuarto sobrero de Terrubias, tan flojo que hubo de ser apuntillado. Jos¨¦ Antonio Campuzano: Pinchazo, otro hondo, y estocada desprendida (ovaci¨®n y salida al tercio). El cuarto fue apuntillado. Macandro: Dos pinchazos y bajonazo descarado, atravesado, que asoma (pitos cuando sale a saludar). Seis pinchazos bajos, rueda de peones y dos descabellos (silencio). Pepito Soler, que confirm¨® la alternativa: Estocada muy trasera y tendida y dos descabellos (algunas palmas). Pinchazo y media delantera, rueda de peones, aviso y descabello (aplausos).
Un toro de triunfo, como todos los de la corrida, fue ese sexto, de no ser porque el pobre se ca¨ªa a cada paso. Los seis, en realidad, eran unos inv¨¢lidos y al cuarto hasta hubo que apuntillarle nada m¨¢s empezar la faena, porque se cay¨® y era incapaz de levantarse. Pero ?qu¨¦ pasa aqu¨ª? Estamos hartos -est¨¢ harto el p¨²blico- de escuchar especulaciones sobre las causas de las ca¨ªdas de los toros de la feria (antes del 11 de mayo no se ca¨ªan las reses en esta plaza), mientras nadie se preocupa de averiguarlas. Si el empresario es, como suponemos, ajeno a estas ca¨ªdas, ya nos dir¨¢ qu¨¦ ha hecho para garantizar al p¨²blico la autenticidad del espect¨¢culo. Y lo mismo la autoridad, que tiene medios para emprender una investigaci¨®n en regla.
Una tarde m¨¢s, los toros rodaban por la arena. El segundo fue devuelto al corral y con mayor motivo debieron seguir el mismo camino los cuatro restantes, y por supuesto tambi¨¦n el sobrero. Al segundo bis, aborregado, le tore¨® con gusto Campuzano por naturales. Ya dec¨ªamos antes que toda la corrida result¨® buena, en el sentido de manejable y noble, lo cual no aprovech¨®, por cierto, Macandro, que ten¨ªa la tarde negada para el toreo. En sus interminables faenas no se acopl¨® ni templ¨® nunca. En la del quinto, con el p¨²blico absolutamente indignado por la presencia y escaso fuelle de la res, lleg¨® a parecer que no iba a acabar nunca y los de la andanada, de una forma quiz¨¢ demasiado hiriente, tuvieron que llamarle la atenci¨®n.
A salvo esta puya, la andanada estaba en vena de inspiraci¨®n el domingo y en varias ocurrencias se gan¨® las ovaciones del tendido. Para los cabezas visibles en la responsabilidad de ese desaguisado que era la corrida antirreglamentaria por in¨²til, hubo las m¨¢s duras frases, entre las cuales esta tuvo fortuna: ??Los tres al corral: Victorino, Castro y Berrocal!?. Exacto: el que elige el ganado, el presidente y el empresario.
Los toreros del domingo no pod¨ªan tener la culpa de nada. Ni pepitopepito siquiera, a quien seguramente bast¨® con salir beneficiado en el sorteo -?por pura casualidad, faltar¨ªa m¨¢s!- con los dos toros m¨¢s brochos (absolutamente brochos, encima) de la corrida. Los toreros del domingo, que militan en la l¨ªnea de los modestos, fueron tan v¨ªctimas como el p¨²blico de algo misterioso que pasa en los corrales y que el empresario y la autoridad tienen la obligaci¨®n de averiguar con urgencia, para poner los remedios, caiga quien caiga. Cobrar la entrada por ver a Pepito y los inv¨¢lidos es una estafa.
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