Treinta y tres personalidades vascas vinculadas a la cultura, contra la violencia de ETA
Treinta y tres personalidades vascas vinculadas directamente a las distintas parcelas culturales de Euskadi han suscrito un manifiesto que contiene la cr¨ªtica pol¨ªtica m¨¢s radical que hasta el momento se ha hecho de forma colectiva a la lucha armada de las dos ramas de ETA, aunque sin mencionarlas expresamente. Pese a las diferencias ideol¨®gicas que pueden separar a los firmantes, la mayor¨ªa ha obtenido, en la reciente historia del Pa¨ªs Vasco, el reconocimiento popular por su labor profesional y por su contribuci¨®n en la lucha contra la dictadura franquista.
Muchos de ellos se mueven hoy en la ¨®rbita pol¨ªtica del PNV, ESEI, PCE, DCV, mientras que otros mantienen una independencia ideol¨®gica dentro de un marcado talante progresista. Firman entre otros el escultor Eduardo Chillida, el antrop¨®logo Julio Caro Baroja, el catedr¨¢tico Koldo Mitxelena y el poeta Gabriel Celaya.El origen de la violencia que padece hoy Euskadi lo sit¨²a este grupo de intelectuales en la guerra civil que arrebat¨® al pueblo vasco sus leg¨ªtimas instituciones y que deriv¨® en los cuarenta a?os de dictadura franquista. ?Sabemos muy bien, porque no hemos dejado de padecerla, que ha habido y hay una violencia dirigida desde fuera contra la comunidad vasca, as¨ª como una incomprensi¨®n que raya en ocasiones en la demencia. Pero no tenemos el menor reparo en afirmar que la violencia que ante todo nos preocupa?, dice el extenso manifiesto de cuatro folios, ?es la que nace y anida entre nosotros, porque es la ¨²nica que puede convertirnos de verdad en verdugos desalmados, en c¨®mplices cobardes o en encubridores serviles?.
Los planteamientos esenciales del escrito est¨¢n recogidos en el pasaje en el que los intelectuales consideran que el pueblo vasco, ?en cuatro ocasiones y libremente, ha optado por las v¨ªas pac¨ªficas para la soluci¨®n de sus problemas. Aquellos que pretenden imponer sus propias y violentas maneras no se oponen, muy a pesar de sus afirmaciones, a ninguna violencia institucional, sino lisa y llanamente a lo que no son sino los deseos de su propio pueblo. Nadie tiene derecho a erigirse, al igual que los antiguos sindicatos verticales y el extinguido Movimiento, en representantes de un pueblo que ya tiene sus organizaciones pol¨ªticas y sindicales, a las que sostiene con su afiliaci¨®n, militancia y voto?.
?Observamos con asombro?, dicen en otro pasaje del escrito, ?que hechos que preocuparon a criminalistas, soci¨®logos y penalistas de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX se dan ahora en nuestro pa¨ªs, en 1980, de modo tan semejante como b¨¢rbaro: asociaciones m¨¢s o menos secretas, muertes crueles y brutal encarnecimiento en atentados contra personas, todo ello protegido por la ley del silencio y la complacencia. Exacciones, amenazas utilizando s¨ªmbolos primitivos y castigos corporales?.
Advierten tambi¨¦n de los peligros que, en su opini¨®n, puede acarrear la lucha armada y consideran que ?muy al contrario de la consideraci¨®n que parece merecer a sus promotores, esta violencia, relanzada al amparo de las facilidades que ofrece un fr¨¢gil Estado de derecho, no tendr¨ªa otra consecuencia final que la de servir de elemento provocador de enemigos que volver¨¢n gustosos a aplastarnos durante decenios. No podemos creer hoy en los amaneceres que cantan ya que es preciso decir, bien alto y claro, que cualquier paso regresivo en el actual camino hacia la libertad y la democracia generar¨ªa una indiscriminada represi¨®n contra nuestro pueblo?.
Acusan precisamente a los partidarios de la lucha armada de no haber conseguido otra cosa que el aumento de la represi¨®n policial y parapolicial y al tiempo que definen la amnist¨ªa como una medida bella, los intelectuales consideran que tiene que tener como contrapartida el cese de la violencia. ?De lo contrario?, dicen, ?hablar de amnist¨ªa no ser¨ªa sino algo m¨¢s que una broma macabra?.
?Hay gente?, opina este colectivo de intelectuales, ?que de continuo est¨¢n demostrando insensibilidad moral de perversi¨®n, unida a necedad, caracter¨ªsticas todas ellas que nos hacen sospechar puedan haberse convertido en v¨ªctimas de ciertas plagas psicosociales?. Recomiendan, por ello, a los que ostentan el poder y a los representantes de partidos pol¨ªticos que, adem¨¢s de otras medidas, busquen el remedio tambi¨¦n en ?el dominio de la medicina y de la sanidad p¨²blica?.
El escrito finaliza asegurando que Euskadi no saldr¨¢ de esta situaci¨®n ?si no nos protegemos de nuestros "salvadores" y no logramos salvarnos de nuestros protectores?.
Adem¨¢s de los mencionados, figuran en la lista de firmantes: Jos¨¦ Miguel Barandiar¨¢n (sacerdote y etn¨®logo), Juan San Mart¨ªn (secretario de Euskaltzaindia, Academia de la Lengua Vasca), Javier Lete (poeta y cantante), Gregorio Monreal (catedr¨¢tico), Juli¨¢n Ajuriaguerra (psic¨®logo), Jos¨¦ Ram¨®n Recalde (abogado), Agust¨ªn Ibarrola (pintor), Mart¨ªn Ugalde (escritor), N¨¦stor Basterretxea (escultor) y Miguel Castelis Adriansens (notario jubilado).
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