Intelectuales contra la violencia
EL MANIFIESTO de los intelectuales vascos contra la violencia (v¨¦ase EL PAIS del mi¨¦rcoles 28 de mayo de 1990) tiene un peso pol¨ªtico notable y debiera mover a reflexi¨®n no s¨®lo a la opini¨®n p¨²blica vasca -de la que emana-, sino tambi¨¦n al Gobierno y a los responsables de la lucha contra el terrorismo. El documento, firmado por hombres tan representativos como Barandiar¨¢n, Chillida, Caro Baroja o Michelena, es un importante signo -y ¨²ltimamente se han producido varios- de que est¨¢n girando las bisagras en Euskadi hacia un nuevo entendimiento por la sociedad del papel de la violencia como arma pol¨ªtica en una sociedad democr¨¢tica.La arreciada del terrorismo en el Pa¨ªs Vasco producida en las ¨²ltimas semanas o fen¨®menos tan deplorables como el homenaje popular a un terrorista muerto en el acto de la comisi¨®n de un crimen debe en contrapesarse con otros acontecimientos de signo inverso: el gesto valeroso, por p¨²blico, del industrial Alkorta, neg¨¢ndose a sufragar el impuesto revolucionario exigido por ETA, el rechazo por sectores cada vez mayores de la sociedad vascongada de las exacciones, chantajes y amedrentamientos de ETA, la negativa de un municipio guipuzcoano a dar por bue nas las explicaciones de quienes han asesinado a un convecino ?por error? o el mismo documento que ahora nos ocupa.
Los intelectuales vascos no prodigan sus manifiestos a la opini¨®n p¨²blica; la ¨²ltima vez que comparecieron como colectivo fue en apoyo del Estatuto de Guernica. Y este pronunciamiento contra la violencia, dirigido a las dos ramas de ETA, por m¨¢s que no se las cite, es mucho m¨¢s que una condena abstracta del terrorismo: es un serio intento de reconducir a an¨¢lisis racionales la violencia que padece Euskadi, las insensateces y contradicciones que a?aden al car¨¢cter criminal de las acciones terroristas el colorido inconfundible del fanatismo y de los impulsos hacia la autodestrucci¨®n y la provocaci¨®n. As¨ª, vascos insignes por su trabajo y significados por su lucha en pro de las libertades vienen a plantearse la perversidad moral del terrorismo, su inutilidad incluso en el plano de los proyectos pol¨ªticos a largo plazo y su negativa incidencia sobre la consolidaci¨®n de la autonom¨ªa vasca.
El gesto de los intelectuales vascos es un rasgo de valor moral, doblemente elogiable cuando desde el Gobierno vuelve a desempolvarse la tantas veces fallida ?soluci¨®n policial? como remedio m¨¢gico para el terrorismo, y esta vez con el tronante acompa?amiento de una estrategia global que roza la frontera de las amenazas hacia la ciudadan¨ªa vasca. El Gobierno debe entender que los propios vascos son tambi¨¦n castigados por la violencia; que ETA Militar opera ya sin ning¨²n autocontrol pol¨ªtico, como lo demuestra su escalada sangrienta en plena campana pro amnist¨ªa; que la poblaci¨®n vasca est¨¢ cansada de libertadores autodesignados y de salvadores mesi¨¢nicos, y que se est¨¢n echando las bases para el divorcio entre los terroristas y la parte de la opini¨®n p¨²blica que anta?o pudo sustentarlos o comprenderlos. Hay s¨ªntomas suficientes para pensar que, esta vez sin autoenga?os, est¨¢ a punto de cambiar la direcci¨®n de la marea en Euskadi. Pero el Gobierno debe saber que puede depender de sus torpezas que los intelectuales vascos alzados hoy contra la violencia terrorista vuelvan ma?ana al silencio o a la ambig¨¹edad, irritados o conmovidos por la conculcaci¨®n de los derechos humanos de su pueblo por aquella que deber¨ªa protegerlos.
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